El sarampión vuelve a ser una amenaza de salud pública
El sarampión es una de las enfermedades virales más contagiosas. Se trata de un mal milenario, descripto por primera vez en el siglo IX por médicos persas, que se propagó a todo el mundo a través de la tos y los estornudos y devastó comunidades en distintos brotes a lo largo del tiempo.
La vacuna contra el sarampión, que existe desde1963, logró erradicarlo de muchos países. Sin embargo, bajas en las tasas de inmunización, profundizadas durante la pandemia de COVID-19, han detenido estos esfuerzos y generado una ventana de oportunidad para que el virus vuelva a propagarse.
En 1954, un brote de sarampión en un internado en las afueras de Boston, Massachusetts, brindó una oportunidad para que los médicos del Boston Children's Hospital trataran de aislar el virus del sarampión, tomando muestras de sangre de los estudiantes infectados.
El cultivo del virus que el doctor Thomas Peebles obtuvo de la muestra de David Edmonston, un estudiante de 11 años, condujo con éxito al desarrollo de la primera vacuna contra el sarampión.
Las campañas globales de vacunación entre 2000 y 2018 lograron bajar en un 73% el número de muertes por sarampión. Sin embargo, a pesar de contar con una vacuna segura, efectiva y de bajo costo, en 2018 hubo mas de 140,000 muertes por esta infección, la mayoría en menores de 5 años.
Pese a que la vacuna contra el sarampión forma parte del calendario de vacunación infantil de casi todos los países, en 2021, casi 40 millones de niños no recibieron su dosis de la vacuna, lo que supone un número sin precedentes: 25 millones de niños no recibieron su primera dosis y otros 14,7 millones no tuvieron la segunda.
Ese año, hubo unos 9 millones de casos, con cerca de 128,000 muertes.
Debido a que el sarampión tiene una tasa de infección tan alta, el umbral para la protección comunitaria también es muy alto y requiere al menos un 95% de inmunidad entre la población para prevenir epidemias.
El hecho de no mantener tasas muy altas de inmunización puede dar lugar a brotes cuando se reintroduce la enfermedad.
Exactamente el escenario de salud publica actual.
"La paradoja de la pandemia es que mientras las vacunas contra COVID-19 se desarrollaron en un tiempo récord y se desplegaron a través de la mayor campaña de vacunación de la historia, los programas de inmunización sistemáticos se vieron gravemente alterados, y millones de niños se quedaron sin recibir vacunas que salvan vidas contra enfermedades mortales, entre ellas el sarampión", dijo el director general de la Organización Mundial de la Salud, el doctor Tedros Adhanom Ghebreyesus.
"Es absolutamente crucial volver a poner en marcha los programas de inmunización. Detrás de cada dato estadístico hay un niño en riesgo de contraer una enfermedad prevenible", agregó.
El mundo está muy por debajo de ese nivel necesario de cobertura de 95%, ya que solo el 81% de los niños reciben su primera dosis de vacuna contra el sarampión, y únicamente el 71% reciben la segunda. Esta tasa de cobertura mundial de la primera dosis de la vacuna contra el sarampión es la más baja desde 2008, aunque este dato varía de un país a otro.
En Latinoamérica, en 2020, la mayoría de los países registraron casos de sarampión (también llamado rubeola), con brotes en Brasil, Argentina y Uruguay. En los Estados Unidos, la infección no se ha diseminado de manera local en décadas, pero sí ha habido brotes, causados por viajeros infectados, en su mayoría no vacunados.
El sarampión sigue siendo frecuente en muchos países en desarrollo, sobre todo en algunas zonas de África, y Asia. La abrumadora mayoría (más del 95%) de las muertes se registran en países con bajos ingresos per cápita e infraestructura sanitaria deficiente.
Los brotes de sarampión pueden ser especialmente mortales en países que estén sufriendo o recuperándose de desastres naturales, explica la OMS. Los daños a la infraestructura sanitaria y a los servicios de salud interrumpen la inmunización sistemática, y el hacinamiento en los campamentos de refugiados y desplazados aumenta mucho el riesgo de infección.
Aunque en el imaginario social se la considera una "enfermedad infantil más", el sarampión puede convertirse en una enfermedad grave y hasta mortal. Según explican los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC), no hay manera de prevenir o saber si la infección seguirá un curso normal, o si necesitará hospitalización. De hecho:
Aproximadamente 1 de cada 5 personas en los EE.UU. que contrae sarampión será hospitalizada
1 de cada 1,000 personas con sarampión desarrollará inflamación en el cerebro, lo que podría provocar daño cerebral
De 1 a 3 de cada 1,000 personas con sarampión morirán, incluso con la mejor atención
Síntomas
Los síntomas del sarampión son:
fiebre alta (puede aumentar a más de 104 ° F),
tos,
secreción nasal,
ojos rojos y llorosos (conjuntivitis) y
sarpullido (aparece de 3 a 5 días después de que comienzan los síntomas).
El sarpullido es tal vez su signo más característico, porque comparte el resto de los síntomas con muchas otras enfermedades.
Tratamiento
No existe ningún tratamiento antiviral específico contra el virus del sarampión, indica la OMS.
Las complicaciones graves del sarampión pueden reducirse con un tratamiento de apoyo que garantice una buena nutrición, una ingesta suficiente de líquidos y el tratamiento de la deshidratación con las soluciones de rehidratación oral recomendadas por la OMS (para reponer los líquidos y otros elementos esenciales que se pierdan con la diarrea o los vómitos). Se deben prescribir antibióticos para tratar la neumonía y las infecciones de los oídos y los ojos.
Todos los niños diagnosticados de sarampión deben recibir dos dosis de suplementos de vitamina A con un intervalo de 24 horas entre ambas. Este tratamiento es eficaz para restaurar los niveles de vitamina A, que durante la enfermedad suelen ser bajos incluso en los niños bien nutridos, y puede ayudar a prevenir las lesiones oculares y la ceguera.
Además, se ha demostrado que los suplementos de vitamina A también reducen la mortalidad por sarampión.
Importancia de la vacunación
Según explican los CDC, el 90% de las personas que se exponen al virus y no están vacunadas, se contagian. ¿Por qué es tan contagioso? La respuesta la obtuvo un equipo del Instituto de Salud e Investigación Médica de Francia, que, en un trabajo publicado en la revista Nature en 2011, reveló que el virus del sarampión, que se trasmite por vía aérea, a través de partículas respiratorias, tos y estornudos., es unas 100 veces más veloz que, por ejemplo, el virus del resfriado común.
Cuando el virus del sarampión entra en el organismo, se activa un receptor en la tráquea que, literalmente, le otorga velocidad extrema cuando se despide a través de un estornudo. Y, además, le permite flotar en el aire por varias horas.
La vacuna contra el sarampión fue desarrollada, y patentada en 1963 por el científico estadounidense J. F. Enders. Y ofrece una protección contra el virus de por vida.
Desafortunadamente, muchas familias piensan que la vacuna puede causar enfermedades como el autismo, algo que no es cierto y que la ciencia ha desmentido por completo. En 1998, un estudio del británico Andrew Wakefield, avaló esa asociación, pero luego se comprobó que esa investigación había sido una mentira: Wakefield había alterado datos de pacientes para apoyar su teoría.
Ese fraude científico hizo mucho daño en las mentes de los papás y las mamás. Por eso, indican los pediatras, es esencial tener una charla franca con los padres y explicarles que los beneficios de una vacuna superan muchísimo a los posibles riesgos, y que en ningún caso causan trastornos como el autismo, indica material del Children's Hospital at Montefiore, en el Bronx de Nueva York.
La solución para prevenir el sarampión está a dos dosis de distancia. Hay que vacunar a los niños contra el sarampión. Y los adultos que no recibieron la vacuna, también están a tiempo de protegerse.
La OMS estima que la vacunación contra el sarampión previno entre 2010 y 2017 21.1 millones de muertes a nivel global.
Y los expertos resaltan que la vacunación no sólo inmuniza de por vida al niño vacunado, sino que una comunidad de niños vacunados también protege a aquéllos que por razones médicas —por ejemplo alergias a sustancias específicas o quimioterapia— no pueden recibir la vacuna.
El escudo protector de una vacuna supera a un individuo.