Salvador Illa, un corredor de fondo obstinado en hacerse con el poder en Cataluña

Carles Escolà y Marc Corominas

Barcelona, 8 ago (EFE).- No ha sido un camino de rosas, pero su obstinación ha sido clave. El socialista Salvador Illa ha logrado hacerse con el poder en Cataluña como el corredor de fondo que es, rompiendo diez años de la política de bloques del proceso independentista y llevando al Partido Socialista de Cataluña (PSC) en solitario -algo inédito- al gobierno catalán.

Es la culminación de lo que en su día se definió como "efecto Illa", el impacto mediático que tuvo durante la pandemia por su papel como ministro de Sanidad y que le dio gran popularidad, llevándolo al frente del PSC como primer secretario y candidato a la Presidencia de la Generalitat (el gobierno regional).

Los vecinos madrugadores de La Roca del Vallès (Barcelona), donde reside -dio sus primeros pasos en la política y fue alcalde entre 1997 y 2005- suelen verlo sobre las cinco y media de la madrugada corriendo.

A las 6:45 horas lo recogen en su casa y antes de las 8 ya está en el despacho con un té verde en la mano. Un ritmo que él aguanta aparentemente sin problemas y al que sus colaboradores se han tenido que acostumbrar.

Serio y responsable, como lo definen sus más estrechos colaboradores, Salvador Illa i Roca (La Roca del Vallès, Barcelona, 1966) desembarcó en 2021 en la primera línea de la política catalana y, tres años después, ya como líder del PSC y jefe de la oposición, ha imprimido un estilo basado en el diálogo y el pacto, alejado de la testosterona de la polarización.

Tuvo un primer triunfo agridulce en las elecciones catalanas del 2021, en las que el PSC fue el partido más votado, empatando a 33 diputados con el independentista ERC, si bien los partidos soberanistas lograron ampliar su mayoría y retener el poder. Pero Illa ya conquistó grandes ciudades como Barcelona, L'Hospitalet de Llobregat, Badalona o Tarragona.

En las elecciones del pasado mayo, el PSC volvió a ganar, con 42 escaños, nueve más que en 2021, mientras que el independentismo perdió la mayoría absoluta, lo que ha llevado a ERC a darle su apoyo con unas condiciones que marcarán la legislatura catalana y la española.

La obstinación de Illa por alcanzar el poder le ha permitido, tras heredar un partido que salía de la travesía del desierto, consolidar al PSC como primera fuerza catalana en los últimos cuatro comicios, con victorias en generales, municipales y las dos últimas catalanas.

Con su particular manual de resistencia, la suerte de Illa corre en paralelo con la del presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez, del que es amigo y ha llegado a compartir vacaciones. Hacerse con el bastión de la Generalitat es un balón de oxígeno también para el socialismo español y justifica para muchos la apuesta por la ley de amnistía.

Conocedores de su fe, militantes católicos del PSC le mandaron una imagen de San Pancracio en las elecciones. "Es el santo que se invoca cuando se quiere reclamar prosperidad, es un buen augurio. Será un buen día para Cataluña y para España", dijo Illa, que colocó la imagen en su despacho.

Nacido en el seno de una familia trabajadora, destaca por ser tranquilo, organizado y de trato cortés. "Tiene los pies en el suelo", afirman sus colaboradores, que subrayan su energía.

Como si temiera aburrirse, busca siempre tener su agenda ocupada y llenar los huecos con visitas, reuniones o llamadas, que a menudo suceden mientras viaja en coche. No es un gran melómano, le gusta la música de Abba y fue al último concierto de Bruce Springsteen en Barcelona.

Licenciado en Filosofía por la Universidad de Barcelona y MBA por el IESE, tiene a "Historia de la Guerra del Peloponeso" entre sus libros de cabecera. Como dijo su autor Tucídides (460-395 a.c.), padre del realismo político, "la Historia es un incensante volver a empezar". Por este motivo, lo primero que pensará Illa al entrar en el Palacio de la Generalitat será cómo volver a ganar las elecciones.

(c) Agencia EFE