El éxito inesperado de la versión española del Sake japonés de Coria del Río

La versión española de este destilado típico japonés es un licor de arroz con leche que ya lleva vendidas 70.000 botellas

El Sake de Coria que produce Antonio El Bizcocho. Foto Fernando Ruso
El Sake de Coria que produce Antonio El Bizcocho. Foto Fernando Ruso

Para Antonio, Japón está al final del río Guadalquivir. Siempre que puede, se va a mirar cómo baja el agua desde Sevilla en dirección al Atlántico. Fantasea entonces con la idea de hacerse a la mar desde su propio pueblo, Coria del Río, situado a apenas sesenta kilómetros de la desembocadura. Nueva York, Acapulco o Sendai, el pueblo del que hace justo 400 años partió una expedición que soñó con hacer el recorrido inverso, de Japón a Sevilla. Y lo consiguió.

La historia de Coria del Río está íntimamente ligada a Japón. Así, Japón, se apellidan muchos de los vecinos de este municipio situado a orillas del Guadalquivir. En japonés están rotulados muchos de los comercios del centro del pueblo o el parque desde el que se ve el río.

La relación entre los nipones y los sevillanos se remonta hasta el siglo XVII, cuando los marineros japoneses de la delegación Keicho arribaron a este pueblo con el propósito de entablar relaciones comerciales con España bajo el mandato de Date Masamune, un noble de Sendai. Al frente de la expedición estaba Hasekura Tsunenaga, que ayudado del franciscano español Luis Sotelo consiguió cumplir la encomienda y llegar a la península después de un año de travesía.

En Coria se quedaron los barcos y quienes los custodiaban. Pero el asunto se alargó. Detrás del propósito comercial también estaba el objetivo de cristianizar el Japón. Así consta en la misiva que Date Masamune dirigió a Felipe III y que se conserva en el Archivo de Indias de Sevilla. La participación del religioso Sotelo explica este objetivo, y a él correspondería tratar el asunto con el papa de Roma a cambio de alzarse como obispo de la diócesis. Pero el monarca español dio nones a los japoneses, que supieron desde Coria que el cristianismo al que se habían convertido había sido prohibido en Japón. Y muchos decidieron quedarse.

La relación entre japoneses y corianos permaneció silenciada hasta no hace mucho. Antonio Bizcocho fue testigo de cómo uno de sus vecinos, un vendedor de antiguallas muy culto, empezó a buscar el origen de su segundo apellido. Se llamaba Virginio Carvajal Japón. Sus indagaciones lo llevaron hasta el Archivo de Indias, donde se registraban todas las transacciones económicas entre la Corona y el Nuevo Mundo. Y allí apareció la relación de Date Masamune con Coria del Río.

El río Guadalquivir a su paso por Coria del Río. Foto Fernando Ruso
El río Guadalquivir a su paso por Coria del Río. Foto Fernando Ruso

Naruhito, Naranjito

Desde entonces, el vínculo entre nipones y sevillanos ha ido cultivándose por ambas partes. Famosa es la visita del entonces príncipe, ahora emperador, Naruhito a Coria del Río. Y las bromas de los lugareños al referirse a él como Naranjito, la mascota del Mundial de España de 1982. Allí, en la ribera del Guadalquivir está la estatua de Hasekura junto a la que Naruhito plantó un cerezo del que no queda ni rastro. En Coria se celebran fiestas como el Toro Nagashi o el Hanami y, desde hace un par de años, se elabora un sake con sabor a arroz con leche.

El responsable de la idea es Antonio Bizcocho, antiguo técnico de Turismo del Ayuntamiento de Coria. “Le dábamos a los visitantes japoneses que nos visitaban recuerdos de la virgen del Rocío, conchas del camino de Santiago, pero nada que significase la unión entre el municipio y Japón”, recuerda el coriano, de 60 años y antiguo fundador de la radio de su pueblo.

Hace diez años, dándole vueltas a la cabeza tratando de solventar ese quebradero de cabeza que tanto le molestaba, Antonio pensó en hacer un sake. Pero nadie, ni siquiera en su propia familia, entendió su propuesta. “La gente se reía, se reía. Me decían que no estaba muy normal. Luego lo pensaba y les daba la razón. Teníamos Jerez, Bollullos,

Umbrete, Sanlúcar… ¿quién se va a beber un sake? Nadie daba un duro por mí”, recuerda Bizcocho.

Por aquellos años, Antonio tenía negocios en el sector inmobiliario y, viéndose venir la burbuja, decidió destilar su primer sake. Para conseguirlo convenció a Enrique Acosta, el dueño de las bodegas Sani Primavera, y juntos fueron a hablar con los empleados. “Él tenía enólogos, químicos… toda la infraestructura, pero la primera vez que les dijimos que íbamos a destilar sake todos se echaron las manos a la cabeza de incredulidad”, asegura el ideólogo.

Antonio Bizcocho, creador del Sake de Coria, junto a su hijo Marcos. Foto Fernando Ruso
Antonio Bizcocho, creador del Sake de Coria, junto a su hijo Marcos. Foto Fernando Ruso

“Ni a nosotros mismos nos gustaba”

Su hijo Marcos, que en la actualidad ayuda a su padre a desarrollar el negocio del sake de Coria, también tuvo sus dudas. “Pensé que estaba loco, pero poco a poco lo fui viendo convencido, vi que andaba con pies de plomo y poco a poco fue engatusándonos al resto”, recuerda. Agua, koji, arroz al vapor y una receta encontrada en un libro de un químico estadounidense del que Antonio no recuerda el nombre. Era como hacer su propia cerveza. “Eso sí, la primera vez que probé el sake que destilamos fue muy duro, porque ni a nosotros mismos nos gustaba”, recuerda Marcos.

Con ese primer caldo fueron a ofrecerlo gratis al Salón Internacional de la Moda Flamenca de Sevilla, una cita en la que se mueven contactos y a la que asisten aquellos japoneses enamorados del cante hondo. “No estaba bueno”, confiesa Antonio. “Lo ofrecíamos caliente y la gente nos miraba con cara de no saber qué decirnos —sigue el coriano—; solo un japonés nos dijo que estaba bueno, aunque sospechábamos que era muy complaciente con nosotros y no quería ofendernos”.

De allí también surgió la idea de dejar de hacer sake y volcar los esfuerzos en un licor de arroz con leche hecho con sake como base. Y allá que fueron a probar suerte. “Y fue una locura”, recuerda Bizcocho. “A los japoneses les gustaba y a los españoles también”, afirma el coriano, que ha llevado sus botellas a la feria de Osaka, a la de Tokio, “y han flipado en colores”.

Los japoneses llaman sake a cualquier bebida alcohólica y Antonio defiende que no hay dudas sobre su nomenclatura. “Sake de Coria”, define. Su producto, Keicho, es un licor de arroz que se mezcla con leche y pasta de arroz. Todo el proceso se hace en Almendralejo, Badajoz, o en Granada, aunque Bizcocho ya está planteando la posibilidad de hacer un sake en Coria, en una sakería museo que sirva para atraer a los turistas japoneses.

Varias de las botellas producidas por Antonio El Bizcocho. Foto Fernando Ruso
Varias de las botellas producidas por Antonio El Bizcocho. Foto Fernando Ruso

70.000 botellas: “Se nos ha ido de las manos”

“Esto se nos ha ido de las manos, se nos ha ido de las manos”, repite Antonio varias veces a lo largo de la conversación. “Nuestra idea era hacer un producto que concentrase la unión de Coria con Japón, pero ya vamos por 70.000 botellas envasadas y pedidos de todas partes de España, de Francia, de México y de Japón”, apunta el empresario, que ha triplicado las ventas en el último año.

“La curva va hacia arriba, la demanda es cada vez mayor y cada día nos llaman desde más lejos”, detalla Bizcocho. Sus botellas se pueden adquirir por Amazon a un precio de 26 euros la unidad. Hay de dos sabores, el de licor de arroz con sabor a arroz con leche y el de orujo con sabor a cereza. Aunque en la cabeza de Antonio ronda la idea de hacer una serie de licores, uno por cada ciudad en la que recaló Hasekura Tsunenaga en su periplo con la delegación Keicho.

El producto ha entrado en el segmento gourmet y por sus posibilidades en la cocina es ideal para la elaboración de postres. Cocineros como Raúl Daza, Héctor Romero o Daniel del Toro están usándolo en postres como torrijas o cremas. Aunque su idea de negocio también pasa por la creación de una ruta a la que llamará ‘del samurái’ y que vinculará recetas de cocineros locales con sake hecho en Coria.

La estatua de Hasekura Tsunenaga que se conserva junto al río. Foto Fernando Ruso
La estatua de Hasekura Tsunenaga que se conserva junto al río. Foto Fernando Ruso

Para su expansión y la creación de la sakería museo en Coria, el empresario está manteniendo reuniones con la Embajada de Japón en Madrid y con la Fundación Japón, que le ha brindado su apoyo. “Sabemos que el embajador, con el que me he reunido las pasadas navidades, no puede prestar ayuda a una empresa privada, pero le pedimos que nos cedan artículos para el museo: desde una espada samurái a una armadura”, explica Bizcocho.

“La sakería va a traer mucho turismo a Coria. Será la primera bodega de este pueblo. Económicamente, si lo que nos han vaticinado es cierto, pues vamos a tener un impacto importante y vamos a generar empleo. Esto tiene mucha potencia”, presume Bizcocho.

Mientras que eso llega a buen puerto, Antonio y su hijo Marcos siguen llevando su sake hecho en Coria allá a donde pueden. Empezaron con una pequeña motillo, de bar en bar por su pueblo y otros de alrededor. “Pero ya esto se me ha ido de las manos —zanja—, se me ha ido de las manos”.

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