¿Sabes qué es la exterogestación y por qué es tan importante para tu bebé?

El periodo madurativo de los embriones durante la gestación varía de una especie a otra. En el caso de los humanos, este ronda entre las 38 y las 40 semanas desde el momento de la concepción hasta el parto. Un periodo de tiempo insuficiente, si tenemos en cuenta que tras el nacimiento los bebés continúan siendo totalmente dependientes de la madre. No disponen de libre capacidad de movimiento, no pueden comunicarse mediante el habla y necesitan atención, protección y contacto pleno con la madre para sobrevivir. Esto no ocurre con otros seres vivos que, a diferencia de los humanos, la mayoría son capaces de vivir de forma totalmente independiente pasados unos meses o tras sus primeros años de vida.

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Exterogestación, ¿qué es?

El nacimiento de los bebés humanos no implica que su proceso madurativo y formativo haya concluido. De hecho, el alumbramiento se entiende cada vez con más frecuencia como 'el salto' hacia una 'segunda gestación', aunque esta vez fuera del útero. Hablamos de la exterogestación del bebé, un proceso de adaptación a la vida extrauterina que tiene una duración aproximada de nueve meses.

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Cuando una mujer da a luz a su bebé, este nace 'poco formado' y necesita continuar 'gestándose' a su lado. Además de la lactancia, los bebés necesitan mucho contacto físico, calor y continuar sintiendo esa sensación de confort que tenían antes de nacer. Esta cercanía y contacto piel con piel con sus progenitores o cuidadores favorece el desarrollo del bebé. En cierto sentido, estos actúan como una especie de 'incubadora' que prepara a los niños para su futura vida independiente.

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¿Cuánto dura y por qué?

Los seres humanos somos los animales que más tiempo de nuestra vida permanecemos cuidando de nuestras crías. Tras la exterogestación seguimos requiriendo de numerosos cuidados, aunque esta solo se entiende o abarca entre los primeros nueve meses y el año de vida del bebé. A partir de este momento, somos capaces de reconocer, relacionarnos e interactuar con nuestro entorno. Al nacer nuestro cerebro se encuentra tan solo al 25% de su desarrollo. Hasta aproximadamente un año después no ha sido capaz de generar suficientes conexiones neuronales. Este momento es clave, pues aunque más tarde no sea recordado, sí que marcará en gran medida su desarrollo como persona adulta.

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Dilema obstétrico

Este 'nacimiento prematuro' se produce por el desarrollo evolutivo de nuestra especie. Es lo que se conoce como dilema obstétrico. Las teorías científicas sugieren que las presiones evolutivas obligaron a un estrechamiento de la pelvis y del canal vaginal para permitir la bipedestación, es decir, la capacidad de andar erguidos y caminar sobre dos patas.

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En el momento del nacimiento, los humanos tenemos un cráneo muy maleable y nuestros huesos no han terminado de formarse para atravesar más fácilmente el canal pélvico. Si el bebé continuara gestándose en el interior del útero y su cerebro creciera hasta su completa formación, la cabeza sería demasiado grande para salir de forma natural por el canal vaginal. Por este motivo, este 'segundo periodo de gestación' se vuelve completamente necesario, además de ser toda una oportunidad para el bebé, ya que continúa recibiendo los estímulos necesarios para su desarrollo. No solo en el plano físico, también en el intelectual, emocional y psicológico.