Si el sábado vimos lo último de Yordenis Ugás en un ring, qué clase de carrera tuvimos el privilegio de contemplar

Si el sábado vimos el último golpe de Yordenis Ugás qué privilegiados hemos sido en contemplar una historia de caídas y renacimientos.

La historia de un hombre que tocó fondo, sufrió adversidades y malas decisiones, pero que se elevó a lo más alto para convertirse en campeón del mundo.

Ugás fue superado en Las Vegas por un joven y hambriento Mario Barrios sencillamente porque era su hora, un cambio de guardia donde un veterano de mil batallas pasó la insignia en lo más duro de la batalla y el vencedor la tomó para llevarla hasta donde le den las ganas.

“Yo siempre tuve a Ugás en muy alta estima y lo respeto todavía más en este momento’’, comentó Barrios cuando se disiparon los estruendos de la batalla, siempre caballeroso, siempre tomando el camino más alto.

“Él peleó hasta el final y le agradezco por esta oportunidad’’.

Quién sabe qué decisión tomará Ugás sobre su futuro, pero lo que decida es algo que habrá de hacerlo con ese núcleo cerrado y amable de quienes le quieren por encima de todo, pero nada podrá borrar lo que fue, ha sido y será este hombre que iba iluminado por la palabra “Milagro’’.

Tal vez en las potenciales últimas horas de la trayectoria deportiva de Ugás, su historia alcance el reconocimiento que merece. Un hombre que se levantó de la nada luego de dos costosas derrotas en el 2014, cuando su estrella parecía eclipsarse por completo.

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Gracias a la ayuda de su hermano de vida Aroldis Chapman, Ugás se mantuvo dos temporadas restañando sus heridas físicas y mentales hasta reencontrarse con el guerrero que alguna vez había sido.

La segunda parte de su éxito se debe en gran medida al profesor Ismael Salas, quien lo recibió en su gimnasio y le ayudó a sacar lo mejor de sí.

Con la fe renovada y un maestro de conductor, Ugás retornó en el 2016 a sabiendas que sería visto como la víctima perfecta, el escalón a utilizar por boxeadores más jóvenes, con mayor promesa y proyección. Estas segundas partes muchas veces no suelen ser buenas.

Pero la de Ugás fue mejor que la primera. Desde ese momento comenzó a tejar una cadena de victorias pasando por encima de esos jóvenes y frente a otros púgiles de trayectoria, aceptando retos con pocos días de anticipación. De pronto la víctima pasó a ser depredador.

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En algún momento Errol Spence Jr. lo desdeñó porque no tenía nombre suficiente. En otro fue robado de una clara victoria por la faja mundial ante Shawn Porter.

Incluso, cuando se convirtió en campeón lo hizo bajo el dudoso amparo de una decisión dividida ante Abel Ramos, cuando debió ser un veredicto unánime.

Contra Manny Pacquiao nadie daba un centavo por él.

Tras vencer al legendario filipino y futuro miembro del Salón de la Fama entonces comentaron que el resultado era debido más por el desgaste y la edad de su oponente que por el boxeo inteligente y certero que había desplegado encima del ring.

Sin duda, su pelea contra Spence Jr. marcó un punto a la baja, especialmente por la lesión en su ojo derecho que requirió una visita al quirófano que tendría consecuencias tardías y nefastas en este última parada en el cuadrilátero de la T-Mobile Arena de Las Vegas.

Pero la existencia es una concatenación de ciclos.

A su debido tiempo se sabrá si Ugás continúa aferrado a este o inicia uno nuevo bajo los afectos y cuidados de todos quienes le quieren. Pase lo que pase y decida lo que decida, de sobra se sabe que es un campeón de vida, de Patria y Vida.

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