Rusia y Ucrania no pueden negociar su salida de la guerra. Una de las partes tiene que perder | Opinión

Hemos visto un aumento de los llamados a una solución negociada de la guerra en Ucrania. Desde el presidente del Estado Mayor Conjunto hasta destacados estudiosos de las relaciones internacionales, pasando por miembros progresistas del Congreso, cada vez son más las voces que instan a Estados Unidos a invertir en las negociaciones entre Rusia y Ucrania y a dar una oportunidad a la paz. Según algunos reportes, el gobierno de Biden también se está animando a pensar en ello.

Es una idea peligrosa.

El temor a una escalada nuclear entre Rusia y la OTAN lleva a muchos a abogar por las negociaciones, y aunque el impulso es bienintencionado, la sugerencia es ingenua y poco práctica.

En Ucrania, la decisión no es entre una costosa y sangrienta guerra y la diplomacia. La decisión es entre una guerra sangrienta y una paz igualmente sangrienta, que a su vez llevaría a una confrontación aún mayor. La triste realidad es que no todos los problemas militares tienen soluciones políticas. Cualquier debate sobre el fin de la guerra debería reconocer este hecho.

Ambos reclaman territorio

En esta etapa, cualquier solución negociada a la guerra requeriría que ambas partes cedieran territorio que consideran suyo. Se espera que Ucrania renuncie a sus reclamaciones sobre Crimea y posiblemente sobre el Donbás, y que Rusia se retire a las líneas anteriores a la invasión.

La reciente retirada rusa de Kherson no cambió la insistencia del Kremlin en que la región es territorio ruso, y Kiev está profundamente empeñada en un retorno a las líneas anteriores a febrero y la eventual liberación de Crimea. Dados los recientes triunfos militares de Ucrania, esta expectativa no es infundada. En ambos lados, la opinión pública interna importa, y a ninguno de los dos presidentes se le perdonaría que renunciara a “su territorio”.

Una solución negociada también tendría consecuencias nefastas para los civiles atrapados bajo la ocupación rusa. A cambio de un alto el fuego, se espera que Ucrania ceda no solo terreno, sino también personas. Prácticamente todos los asentamientos que han sido liberados por Ucrania revelan evidencia espeluznante de cámaras de tortura, violencia sexual a gran escala, asesinatos de civiles, desapariciones y otros innumerables crímenes.

Un número cada vez mayor de expertos considera que la violencia rusa en Ucrania constituye un genocidio, y el Congreso está estudiando actualmente una resolución que afirma este calificativo. Cualquier alto al fuego o acuerdo de paz en el que Rusia mantenga partes del territorio ucraniano permitiría que este genocidio continuara sin interrupción.

En lugar de detener el derramamiento de sangre, un alto el fuego abandonaría a las víctimas ucranianas a su suerte sin ninguna posibilidad realista de salvación. También renunciaría a cualquier posibilidad de responsabilidad legal por los crímenes cometidos, una obligación que Estados Unidos y otros Estados asumieron al ratificar la Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio.

Solo la derrota del Kremlin permitirá llevar a los autores rusos ante la justicia. Si la comunidad internacional está dispuesta a sacrificar a los civiles ucranianos a cambio de congelar la guerra, al menos deberíamos tener claras las compensaciones.

¿Quién pagará?

La presión financiera es otro de los factores que alimentan las conversaciones sobre las negociaciones, pero eso es miope. Sin duda, la guerra afecta a la economía mundial, y los socios de Ucrania gastan cantidades sustanciales —más de $100,000 millones desde febrero— en ayudar a Kiev financieramente o con armas. Sin embargo, estas cantidades palidecen en comparación con los costos estimados de la reconstrucción de Ucrania tras la guerra.

Rusia es la única responsable de los daños infligidos a Ucrania, pero cualquier alto al fuego o paz negociada que no llegue a la derrota de Rusia garantiza casi con seguridad que el Kremlin no pagará ninguna reparación por los daños de la guerra. En cambio, es probable que Estados Unidos y la Unión Europea —y los ucranianos, durante las próximas décadas— asuman la mayor parte del costo de la reconstrucción de Ucrania, permitiendo a Rusia evitar las consecuencias de su destrucción deliberada de infraestructura civil.

En esta coyuntura, cualquier solución negociada está condenada a fracasar simplemente porque no es realista. Un tratado de paz o un alto al fuego requiere que ambas partes puedan creer en su viabilidad.

Dado el historial de Vladimir Putin de violar repetidamente los compromisos de Rusia de respetar la soberanía de Ucrania, las anexiones de territorio ucraniano, las mentiras sobre sus intenciones hacia Ucrania y la convicción de que Ucrania no es un verdadero Estado, es razonable esperar que Rusia use la diplomacia como tapadera para descansar, rearmarse, prepararse mejor y volver a atacar.

Incluso si el Kremlin se comprometiera con un acuerdo de paz, no debería esperarse que ningún dirigente ucraniano se arriesgara a creerlo. Más bien, Ucrania, comprensiblemente, también descansaría, se rearmaría y se prepararía para repeler la esperada próxima agresión rusa. La única fuerza exterior que puede ofrecer garantías viables es la OTAN, que se niega a ser arrastrada a esta guerra.

Ahora solo es posible una solución militar. La diplomacia solo será viable cuando uno de los bandos se debilite demasiado para seguir luchando y renuncie a las reivindicaciones sobre el este y el sur de Ucrania. En Rusia, ese cambio es improbable mientras Putin esté en el poder. Una derrota podría cambiar el cálculo de Rusia, pero un alto el fuego simplemente le daría al Kremlin una forma de evitar la responsabilidad por el desastre que infligió a Ucrania y a Rusia.

En lugar de detener el derramamiento de sangre, cualquier iniciativa diplomática prematura solo sembrará las semillas de una futura guerra.

Eugene Finkel, profesor asociado de estudios internacionales en la Universidad Johns Hopkins, es autor del libro de próxima aparición “To Kill Ukraine”.

©Los Angeles Times

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