El trágico origen de los 'ruin bars', los locales de moda de Budapest que se llenan de turistas

El Szimpla Kert, uno de los 'ruin bars' más aclamados de Budapest y el más antiguo. Foto: Julia Alegre
El Szimpla Kert, uno de los 'ruin bars' más aclamados de Budapest y el más antiguo. Foto: Julia Alegre

Budapest se ha convertido en uno de los destinos europeos por excelencia en los últimos años y sus ‘ruin bars’ en una de sus principales atracciones. Nadie que visite la capital de Hungría puede pasar sin pisar estos lugares. Uno como mínimo y varios para percatarse del contraste, porque ninguno se parece y cada uno guarda su particular forma de entender el ocio nocturno.

Es paradójico que, en una de las ciudades más monumentales que existen, con sus impresionantes edificios, legado del Imperio austrohúngaro, y uno de los Parlamentos más espectaculares y vastos jamás concebidos, se hayan hecho famosos los bares con el indicativo de ‘ruinosos’. Solo quien ingresa en estos establecimientos entiende el calificativo. No se caen a pedazos, pero bien podrían. Desde fuera nada parece que indicar que, al traspasar sus puertas, se despliegue un mundo de diversión metódicamente concebido que, en ocasiones, recorre el subsuelo de la ciudad y se extiende por sus entrañas reconvertido en un pasadizo de salas sin final predecible.

Los ‘ruin bars’ encierran un origen tétrico que el paso del tiempo ha logrado mantener a raya. Ahí dentro, embebidos en alcohol y demás sustancias, nadie osa rememorar que estos extensos espacios fueron alguna vez fábricas o residencias, propiedad de la población judía de Hungría, la segunda más castigada por la maquinaria genocida nazi solo por detrás de la polaca. En el contexto de la Segunda Guerra Mundial, alrededor de 424.000 húngaros fueron obligados a abandonar sus moradas y deportados y 565.000 fueron asesinados. Y ahí quedaron estos edificios, consumidos por el paso del tiempo y la desgracia. Ni siquiera el fin de la contienda y la llegada del comunismo a Budapest logró que estos hogares volvieran a albergar familias, cargados como estaban de una energía funesta y tremendamente dolorosa para los sobrevivientes de la tiranía del tercer Reich.

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No fue hasta décadas más tarde que alguien tuvo a bien recuperarlos y darles una segunda vida con forma de bar e inscritos, por lo menos en sus orígenes, en la cultura más ‘underground’ y contracultural. Hoy en día, el corazón subversivo de los ‘ruin bars’ ha pasado a mejor vida, aunque todavía quedan algunos que mantienen el ideario que los vio nacer.

Quizá el más famoso de todos ellos, de los primeros, los que han perdido la esencia, pero no el encanto, es el Szimpla Kert, anteriormente conocido como Little Szimpla. Es el más antiguo y más masificado de la ciudad. Los turistas traspasan sus puertas en masa, hasta el punto de que, a determinada hora, hay que superar una larga fila para poder ingresar. Fue fundado por un grupo de amigos, húngaros, que, además de fiesta y exceso, buscaban un lugar donde proyectar películas. Una sala de cine 'amateur' que cedió su propósito inicial por el éxito que amasaron sus ruidosas fiestas. El ‘ruin bar’ todavía mantiene un proyector donde cada noche pasan escenas de películas antiguas que nadie atiende y ya son parte del paisaje en movimiento.

Otra de las salas del Szimpla Kert, en Budapest. Foto: Julia Alegre
Otra de las salas del Szimpla Kert, en Budapest. Foto: Julia Alegre

El más famoso de los 'ruin bars' de Budapest

El Szimpla Kert se compone de varios niveles y numerosas salas iluminadas con luces de neón. Las plantas colgantes caen aquí y allá dando un aspecto selvático al lugar que combina con los modernos grafitis que engalanan las paredes. Aunque todo quiere parecer errático, no es cierto Nada se deja a la improvisación en este ‘ruin bar’ aunque sus responsables intenten demostrar lo contrario. Las barras para pedir trago se disponen estratégicamente ahí donde se concentran las masas. En una de las habitaciones, hay jóvenes tirados sobre suelo mientras conversan discernidos al lado de otros que bailan al ritmo de la música tecno. Se solapa con el retumbar de un concierto acústico, proveniente de otra de las estancias, y más allá el estruendo de las voces y las carcajadas.

Los ‘ruin bars’ ya no son lo que eran. Eso dicen quienes pueden atestiguar el antes y el después de estos establecimientos que el paso de los años ha transfigurado. Como sucede con todo, los bares ruinosos han cedido a las modas y a las exigencias de la clientela necesitada de mayores incentivos. Una realidad que no le quita un ápice de atractivo para quien es la primera vez que los atraviesa y los disfruta.

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