Rosh Hashaná dramático: en Israel, el año nuevo judío llega con el temor a la guerra total
TEL AVIV (Enviada especial).- La tan temida escalada en Medio Oriente ya es realidad. Los israelíes se aprestaban este miércoles a celebrar un Rosh Hashaná (año nuevo judío) dramático, justo el día después del temible, aunque inocuo, ataque iraní con más de 200 misiles, que al margen de haber sumergido a todos de nuevo en el terror y en los refugios, dejó salir a flote una novedad escalofriante.
Israel ya no combate solamente con Hamas en Gaza (al sur) y contra Hezbollah en el Líbano (al norte) o con los demás proxies iraníes. Ahora el enfrentamiento, como ocurrió en abril, es directamente con Teherán, algo que podría desencadenar una guerra total. Es una estrategia muy peligrosa que, como quiere el premier Benjamin Netanyahu, podría cambiar para siempre los equilibrios de Medio Oriente. ¿Responderá Israel a esa nueva afrenta iraní con un bombardeo a sus sitios nucleares, ampliando aún más el conflicto?
Aunque comenzaba aquí un fin de semana largo y las familias, acostumbradas al estado permanente de guerra, se juntaban para comer, como si nada pasara, reinaba un clima sombrío en este Rosh Hashaná. El año nuevo también antecede el primer aniversario de la masacre del 7 de octubre, el sábado negro que representó la peor matanza de judíos desde el Holocausto y el comienzo de la guerra más larga jamás combatida por el Estado judío.
“¿Cómo se vive? Se vive mal, nunca se vivió un conflicto tan largo, tan poco claro, que es una guerra multifrontal y sin salida a la vista”, comenta a LA NACION Mario Sznajder, profesor emérito de Ciencias Políticas de la Universidad Hebrea de Jerusalén quien, como todos, no oculta su alarma. “Tampoco se vivió nunca la situación de los rehenes: a pocos días del 7-10 sigue habiendo 101 personas ocultas en túneles en Gaza en condiciones inhumas, nadie sabe si vivos o no, la Cruz Roja nunca logró ver ni a un prisionero y esta es una situación de terror, es similar a lo que se vivió con los fundamentalistas de Estado islámico y es lo que más preocupa”, agregó.
“Seguimos estando en una situación más que complicada, con más frentes abiertos, con la gente que apoya a Netanyahu con su campaña en el norte, es decir, en el sur del Líbano contra Hezbollah, pero sin perspectivas de negociaciones o de tregua. No solo porque Netanyahu parece no estar interesado, sino también porque del otro lado no hay una banda de palomas. Y estamos enfrentando a Irán, que declara abiertamente que quiere eliminar de la faz de la tierra a Israel”, añadió.
En vísperas del Rosh Hashaná, la televisión anunciaba la muerte de los primeros ocho soldados israelíes en suelo libanés y aún muchos se preguntaban cómo pudo darse el atentado terrorista del martes en Jaffa, que causó siete muertos y 20 heridos, entre los cuales cuatro están muy graves. Los atacantes, según trascendió, eran oriundos de Hebrón, en los territorios ocupados, donde el ejército israelí se aprestaba a castigar a sus familias.
“En Hebrón demoleremos sus casas y sus hijos serán deportados a Gaza”, anunció Bezalel Smotrich, uno de los ministros de ultraderecha del gobierno de Netanyahu.
Más tarde, Hamas se atribuyó la responsabilidad del ataque.
En el Boeing 787 de la aerolínea El Al -la única compañía que vuela a Israel pese a la escalada de los últimos días, marcada por el asesinato del líder de Hezbollah, Hassan Nasrallah y el comienzo de una operación terrestre en teoría limitada en el sur del Líbano-, aunque desde los parlantes agradecieron a las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) que protegieron nuestro viaje y hubo augurios de un buen año nuevo, la atmósfera también era tensa.
“Me perdí lo de ayer”, bromeó Andrés V. (pidió resguardar su apellido), que aludió así a la lluvia de misiles enviada el miércoles por Irán, que volvió a trastocarlo todo. Mendocino, vive junto a su mujer, de la misma provincia, y sus dos hijos, de 12 y 8 años, en Kfar Saba desde 2002. Andrés volvía de Roma, adonde viajó a ver un recital del músico británico David Gilmour, el guitarrista de los Pink Floyd.
“Aunque la verdad es que uno se termina acostumbrando a la realidad de la guerra. El ataque fue justo dos horas antes del recital, me estaba comiendo una pizza y como mi mujer al final no pudo venir a Roma porque le cancelaron el vuelo, tuve muchísimos nervios y adrenalina”, contó. “Pero siempre estos ataques los vivo con cierto optimismo porque aunque no soy religioso, no creo en Dios, sí creo en la ciencia y en nuestros escudos antimisiles”, explicó Andrés, chef que se dedica a la industria de la carne de laboratorio.
“Pude disfrutar igual el recital, era el sueño de toda la vida, pero la verdad es que ahora estoy contento de haber vuelto: quiero estar con mi mujer y mis hijos”, dijo, al destacar que es imposible estar sereno con lo que sucede en Israel, país al que decidió emigrar hace mucho tiempo, pero donde ya no sabe si es donde quiere que sus hijos crezcan.
“No creo que este sea un lugar soñado para criar niños. Yo me fui de mi país, sé lo que es irse, pero lo que me preocupa es lo que va a pasar adentro de Israel, donde hay violencia policial, una polarización enorme, al punto que hasta discutimos cómo conmemorar el 7-10. Ni siquiera en eso nos podemos unir. Y donde, aunque ya pasó un año, aun no se ha hecho nada por los 101 [rehenes] que quedaron adentro de Gaza… Matás a Nasrallah, a Haniyeh, etcétera. Pero si no sacan a los 101 o lo que queda de ellos, para mí Israel pierde relevancia, no supo proteger a sus ciudadanos”, comentó, muy crítico del gobierno de Netanyahu, pero también de la oposición de izquierda.
“Sí, es año nuevo, lo vamos a celebrar, pero la gente no está bien. Estamos todos atravesando todavía el trauma del 7-10 y seguimos en un círculo de guerra… No sé, a mí me faltó reconocer el dolor, ese daño que nos hicieron, pero en Gaza nos metimos en un pantano. Israel en ningún momento se tomó un segundo de luto y creo que a Israel le habría venido bien ponerse a llorar un poco… Aunque también es verdad que si te ponés a llorar, te comen crudo”, opinó.
Federico Glusman, porteño de 44 años que vive desde hace cinco en Harish, donde trabaja como agente de seguros, y religioso, estuvo junto a Andrés en Roma viendo el recital del ex Pink Floyd. A pesar de la tensión palpable en el ambiente, él también se preparaba para celebrar Rosh Hashaná junto a su esposa israelí, sus cuatro hijas y otros familiares. Pero con el mismo escepticismo por lo que vendrá: “No porque soy religioso, pero yo hasta el 6 de octubre del año pasado tuve esperanzas de paz con nuestros vecinos. Pero el 7-10 me di cuenta de que estaba equivocado. Desde ese día intentan matarnos desde todos los frentes, desde el Líbano, desde Yemen, ahora desde Irán… Pero lo que más me mató del 7-10 fue caer en la cuenta que nuestros vecinos de Gaza, a quienes muchos de los del sur les daban trabajos como jardineros o ayudaban llevándolos a hospitales israelíes, se portaron como bestias: violaron a las mujeres frente a sus maridos e hicieron aberraciones de todo tipo… Nunca pensé que existía esa maldad. Y por eso hoy prefiero que me digan racista, pero no ser ingenuo. Sólo quieren matarnos y humillarnos”.