Lo que Ron DeSantis vio mientras prestaba servicio en Guantánamo

Como joven oficial militar en plena guerra contra el terrorismo, al teniente Ron DeSantis se le veía a menudo corriendo por la playa de la bahía de Guantánamo rodeando Camp America. Eran tiempos caóticos en el centro de detención militar estadounidense en Cuba, y como ambicioso abogado de la Marina, DeSantis estaba en posición de presenciar la historia de cerca.

Llegó a la Fuerza Conjunta de Guantánamo en la primavera de 2006, cuando sus líderes enfrentaban múltiples retos y el escrutinio mundial. Se adoptaron tácticas agresivas para romper una huelga de hambre. En mayo estalló un enfrentamiento armado entre detenidos y una brigada antidisturbios. Tres hombres fueron hallados muertos en su celda a la misma hora de una misma noche de junio. Y la CIA trasladó a algunos de sus detenidos más importantes al campamento en otoño de ese año.

DeSantis tenía poca autoridad para hacer frente a estas crisis como un teniente de 27 años en un centro tristemente célebre desde Washington. Pero fue un período formativo para un oficial de carrera que se había alistado con la esperanza de un despliegue en la bahía de Guantánamo, donde se enfrentaría cara a cara con las realidades de la guerra menos convencional de Estados Unidos.

Se trata de una experiencia en la vida del gobernador de la Florida de la que rara vez habla públicamente y que permanece en gran medida inexplorada, incluso cuando parece estar a punto de montar una campaña para la Casa Blanca.

“Este hombre tiene potencial para postularse a la presidencia de Estados Unidos”, dijo Yvonne Bradley, quien representó a detenidos de Guantánamo como abogada militar en aquella época. “Creo que es importante que la historia salga a la luz”.

Entrevistas con más de una docena de ex oficiales y personal de la Marina, abogados defensores y ex detenidos arrojaron luz sobre el acceso que DeSantis habría tenido a los hombres cautivos en la base, suspendidos en una zona gris legal y ética durante una fase turbulenta de la historia del campamento.

El equipo de DeSantis no respondió a las peticiones de comentarios. Pero en comentarios parcos sobre su servicio allí desde que entró en la vida pública, solo ha expresado admiración por las operaciones del centro de detención. DeSantis salió de su estancia en Guantánamo abogando por que el campamento siguiera abierto, convencido de que los detenidos eran terroristas en momentos que cientos de detenidos estaban eran liberados por un presidente republicano tras años de encarcelamiento y sin enfrentar cargos.

“Habría tenido un conocimiento muy, muy íntimo” de las condiciones en el campamento, dijo a McClatchy y al Miami Herald el coronel retirado Michael Bumgarner, comandante del Grupo Conjunto de Detención en Guantánamo durante el servicio de DeSantis allí. “Él habría tenido contacto cara a cara con ellos; los habría conocido íntimamente, sus antecedentes y todo”.

Causa para alistarse

Cuando DeSantis se incorporó a la Oficina de Abogados Militares del Estado Mayor en Guantánamo en 2006, los estadounidenses ya conocían bien la naturaleza del centro y estaban profundamente divididos sobre la detención indefinida de sus prisioneros.

El presidente George W. Bush abrió el centro de detención en 2002, tras los atentados del 11 de septiembre, para recluir a cientos de “combatientes enemigos” que, según su administración, eran principalmente agentes de Al Qaeda y los talibanes. En los años siguientes, grupos de derechos humanos protestaron por la detención de presuntos combatientes sin que se presentaran cargos penales, y surgieron reportes de presos de Guantánamo liberados o repatriados que denunciaban torturas en el campamento, lo que provocó una amplia controversia en el país.

En un nuevo libro publicado en febrero y titulado “The Courage to be Free”, DeSantis afirma que la perspectiva de un despliegue en Guantánamo influyó en su decisión de alistarse en las fuerzas milirares en 2004.

“Un reclutador me dijo que se suponía que la campaña de Irak terminaría relativamente pronto y que se necesitarían fiscales militares para dirigir los juicios en las comisiones militares de los terroristas encarcelados en Guantánamo”, escribió DeSantis, usando la sigla en inglés de abogado militar general. “Eso resultó no ser lo que sucedió, pero parecía plausible en ese momento y también parecía una buena oportunidad”.

DeSantis estaba en su segundo año en la Facultad de Derecho de Harvard cuando se alistó. Tras graduarse, fue enviado a la Estación Naval Mayport, en Jacksonville, Florida, como fiscal, antes de ser enviado a Guantánamo poco después. Cientos de personas estaban detenidas en el centro en ese momento.

“Está claro que les gustaba DeSantis”, dijo Charles Swift, ex abogado de carrera de la Marina que también salió de Jacksonville, sobre los supervisores de DeSantis. Swift se retiró del servicio en 2007 tras defender con éxito a un recluso, Salim Ahmed Hamdan, en un caso emblemático ante la Corte Suprema.

“Había estado en lo que llamamos un empleo de ‘salida’, un puesto que obtienes cuando no quieres quedarte”, dijo Swift. “Todos con los que he hablado decían que era inteligente. Pero no se había unido al cuerpo de JAG para hacer carrera. Lo que me llevo como observador es que Ron DeSantis era un individuo políticamente motivado que vio un valor en el servicio militar”.

DeSantis escribió en su nuevo libro que fue enviado en “períodos de servicio temporal” a la bahía de Guantánamo, y ha hablado de la celebración de la Navidad en el campamento en 2006. Los registros militares obtenidos por McClatchy muestran que pasó al menos seis meses en Cuba —entre marzo de 2006 y enero de 2007— donde era abogado litigante y sirvió de “oficial administrativo/programador JTF-GTMO”.

“En aquel momento, estaba extremadamente verde en el cuerpo JAG; acababa de convertirse en abogado”, dijo Joseph Hickman, quien dijo a McClatchy que veía con frecuencia a DeSantis mientras prestaba servicio como sargento de personal en el campamento. “Era muy inexperto, muy joven, y por lo que he visto esos tipos no tenían mucha responsabilidad”.

Pero sus superiores consideraron prometedor al nuevo oficial. El capitán retirado de la Marina Patrick McCarthy, quien era abogado militar en Guantánamo en 2006, dijo a McClatchy que DeSantis estaba entre los oficiales a quienes él enviaba “a hablar con los detenidos cuando había alguna queja para asegurar que eran atendidos legalmente”.

“DeSantis prestó un servicio honorable y profesional en una misión muy compleja”, dijo McCarthy.

La oficina de McCarthy tuvo frecuentes roces con abogados defensores, entre ellos Bradley, una JAG de la Fuerza Aérea, quien defendió con éxito a Binyam Mohamed durante su juicio militar. Bradley declaró que mantuvo repetidas conversaciones con el equipo de McCarthy en 2006 sobre las acusaciones de contactos indebidos entre los JAG y sus clientes. No recuerda haber interactuado específicamente con DeSantis, pero a diferencia de la mayoría de los militares, los hombres y mujeres de Guantánamo no llevan su nombre en el uniforme y no se identificaban.

Bryan Broyles, ex abogado defensor en jefe en los juicios militares en Guantánamo, describió la Oficina de Abogados Militares del Estado Mayor donde trabajaba DeSantis como una “pequeña oficina” con seis cubículos y la oficina de McCarthy a un lado.

“Solo los veíamos cuando se ocupaban directamente de nuestros casos”, explicó Broyles, quien dijo que no habría sido capaz de identificar a DeSantis en una rueda de reconocimiento si no hubiera llegado a ser gobernador.

“Esa oficina del JAG habría estado en contacto mucho más regular con los detenidos que el resto de nosotros”, dijo Broyles. “Habrían conocido íntimamente lo mejor de su trato, y lo peor”.

Reclamaciones de los detenidos

Las interacciones de DeSantis con los detenidos lo habrían expuesto a las quejas sobre las condiciones en el centro de detención, incluidas las acusaciones de tortura y abuso, en un momento que las tensiones en el campamento estaban alcanzando un punto máximo.

La muerte de tres detenidos y los enfrentamientos con los guardias habían agitado el centro. A principios de 2006, en plena huelga de hambre masiva, se introdujeron en el centro sillas de inmovilización que facilitaban la alimentación forzada de los presos.

Los guardias ataban a los detenidos a las sillas mientras el personal médico los alimentaba con tubos que les pasaban por la nariz. Algunos reclusos aceptaron de buen grado la alimentación. Pero otros denunciaron el procedimiento como un acto de tortura.

Ahmed Abdel Aziz, ex detenido que fue liberado después de 13 años sin haber sido acusado de ningún delito, dijo a McClatchy en una llamada telefónica desde Mauritania que reconoció a DeSantis después que le mostraron una foto del gobernador de la Florida.

“Recuerdo muy bien su cara”, dijo Abdel Aziz. “Venía regularmente a los bloques, y a veces hablaba, a veces no”.

Abdel Aziz recuerda haber visto por primera vez a DeSantis en lo que describió como una visita a las instalaciones para el nuevo oficial. Las visitas de DeSantis al bloque se convirtieron en rutina, dijo Abdel Aziz, y señaló que prestaba especial atención a los JAG porque su posición como abogados los hacía especialmente valiosos para los detenidos.

DeSantis presenció y recibió quejas sobre sesiones de alimentación forzada, dijo Abdel Aziz.

“No empezó siendo un tipo muy malo, pero el curso de los acontecimientos, creo, le llevó a no tener elección”, dijo Abdel Aziz.

Mansoor Adayfi, ciudadano yemení que fue enviado a Guantánamo en 2002 y también estuvo detenido sin cargos durante 14 años, dijo a McClatchy que se dio cuenta después de ver al gobernador de la Florida en las noticias que DeSantis estuvo presente en un momento mientras era alimentado a la fuerza en Camp Delta. Adayfi dijo que recuerda que DeSantis estaba allí junto a Zak Ghuneim, el veterano asesor cultural del campamento, y que vomitó sobre ambos, una versión que Ghuneim negó en una entrevista telefónica.

McClatchy no pudo verificar las afirmaciones de que DeSantis presenció las sesiones de alimentación forzada. Varios ex oficiales y abogados que trabajaron en el campamento en diversas funciones dijeron que era posible, pero no probable, que DeSantis las observara personalmente. Aunque habría tenido acceso a las zonas del campamento donde se llevaban a cabo, no habría sido parte de su trabajo presenciarlas.

Adayfi se mantiene en contacto con otros ex reclusos por Whatsapp desde su casa en Serbia. Adayfi compartió con McClatchy mensajes de texto que, según dijo, eran entre él y otros tres ex reclusos, todos los cuales identificaron a DeSantis a raíz de su detención allí.

Al igual que muchos otros ex detenidos, Abdel Aziz y Adayfi creen que la alimentación forzada con Ensure fueron actos de tortura. Ningún tribunal estadounidense ha tomado nunca esa determinación, e incluso el presidente Barack Obama, que intentó cerrar el centro, defendió la práctica. Pero la Comisión de Derechos Humanos de la ONU sí describió en su momento las técnicas de alimentación forzada en Guantánamo como una forma de tortura, y la Asociación Médica Mundial también condenó el procedimiento como poco ético.

“Guantánamo es horrible no solo por la tortura y el aislamiento –no podían ver a nadie, no podían hacer nada–, sino porque no tenían ningún control”, afirmó Thomas Wilner, que representó a detenidos kuwaitíes en la vanguardia de la huelga de hambre de 2006 y visitó el centro más de una docena de veces ese año. “La huelga de hambre, en cierto modo, les daba una especie de control psicológico sobre algo”.

Los reclusos “consideraban la alimentación forzada una tortura, pero era complicado”, añadió Wilner. “Sus familias no querían que se murieran de hambre, por supuesto”.

Al principio, las alimentaciones enterales, por sonda, se realizaban en lugares designados y privados. Pero al final se realizaban en zonas abiertas de los bloques de celdas, alrededor de mesas centrales rodeadas de celdas de detenidos, y en algunas ocasiones afuera, en los patios de los bloques, donde DeSantis teóricamente podía haberlas observado, dijo Bumgarner.

“¿Estuvo implicado directamente? ¿Daba órdenes? No lo vi dando órdenes. No lo vi involucrado directamente haciendo esto él mismo, honestamente”, dijo Adayfi sobre DeSantis. “Y no estoy aquí para tratar de hacerlo quedar bien o mal”.

“Pero lo que me hace hablar de ello es cuando dijo en 2016 que aquellos en Guantánamo son terroristas, y que estaba en contra de cerrar el campamento”, continuó Adayfi. “Sinceramente me sorprendió, porque como abogado –como alguien que trabajó en Guantánamo, que lo vio todo–, como abogado debería saber mejor que nadie que Guantánamo no debería existir en primer lugar. No se trata de los prisioneros. Se trata de nosotros como seres humanos. Se trata de la Constitución estadounidense, de la ley estadounidense”.

‘Los islamistas están en marcha’

DeSantis se metió de lleno en política tras su servicio militar en Cuba e Irak y, desde su nueva posición como representante federal, abogó en repetidas ocasiones por mantener abierta la instalación de Guantánamo.

En febrero de 2016, DeSantis escribió en Facebook que, basándose en su experiencia allí, “sé que NO quieren que liberen a estos terroristas”. Y, en mayo de ese año, presidió una audiencia en el Congreso sobre los detenidos que quedaban en Guantánamo como presidente de la Subcomisión de Supervisión de la Seguridad Nacional de la Cámara de Representantes.

“Para mí, los islamistas están en marcha”, dijo DeSantis al panel. “Si cerramos Guantánamo mañana y sacamos a los detenidos, ya sea liberándolos en otros países o en Estados Unidos, ¿hay alguien aquí que piense que eso provocaría un descenso de la actividad terrorista en todo el mundo?”.

En los años anteriores y posteriores a las declaraciones de DeSantis, presidentes de ambos partidos liberaron a cientos de detenidos de Guantánamo, varios de los cuales habían sido detenidos injustamente, según se determinó.

En otoño de 2006, la CIA trasladó al campamento a 14 detenidos de “alto valor” procedentes de sitios negros de todo el mundo, entre ellos Khalid Sheikh Mohammed, principal artífice de los atentados del 11 de septiembre. Pero de los aproximadamente 780 individuos que pasaron por el centro de detención desde su apertura, solo 32 permanecen detenidos indefinidamente en la actualidad, según el Pentágono. Solo 11 de ellos han sido acusados de algún delito.

El representante Ron DeSantis, republicano de la Florida, miembro de la Comisión Judicial de la Cámara de Representantes, se prepara para una audiencia en el Capitolio, el 24 de mayo de 2016.
El representante Ron DeSantis, republicano de la Florida, miembro de la Comisión Judicial de la Cámara de Representantes, se prepara para una audiencia en el Capitolio, el 24 de mayo de 2016.

“No se les trataba como prisioneros de guerra”, afirmó Zachary Katznelson, abogado que representó a más de 50 personas encarceladas en Guantánamo. “No se los acusaba ante tribunales civiles, no se les juzgaba ante tribunales militares: era una categoría jurídica completamente inventada en la que se trataba a la gente de forma horrible, básicamente sin derechos, y en la que finalmente se determinó que la gran mayoría no suponía una amenaza para Estados Unidos”.

Después que la Corte Suprema falló en 2004 que los detenidos tenían derecho a un juicio imparcial, el gobierno federal constituyó “tribunales de revisión del estatus de combatiente” para determinar si las personas recluidas en el campo reunían los requisitos para ser consideradas combatientes enemigos.

El trabajo de los tribunales descubrió que, en el momento en que DeSantis prestó servicio, la mayoría de los detenidos no estaban acusados de realizar acciones contra Estados Unidos, según un estudio de 2006 publicado por la Facultad de Derecho Seton Hall, cuyo trabajo sobre el tema se presentó en los registros de la Cámara de Representantes, el Senado y el Parlamento Europeo.

“En ausencia incluso de una acusación, no hay base para decir que alguien es un terrorista”, dijo Joshua Colangelo-Bryan, que representó a detenidos de Guantánamo pro bono y tiene al menos un cliente que reconoce a DeSantis de su tiempo en detención.

Hoy en día, con solo una fracción de sus detenidos, el centro sigue costando a los contribuyentes $540 millones al año.

“Mucha gente ha salido de Guantánamo y ha dicho como yo: ‘Oigan, cerrémoslo’”, dijo Hickman. “Pero siempre habrá dos bandos. Es un tema controvertido. Yo pude haber prestado servicio con un tipo ahí que tuviera una opinión contraria a la mía. Es un sitio raro”.

Recordando su tiempo en Cuba, DeSantis dijo a la audiencia de la subcomisión de la Cámara en 2016 que el campamento era “una instalación muy profesionalmente administrada” que es “un ambiente muy estresante para nuestro personal uniformado que está ahí”.

“Estas personas deberían ser tratadas como si estuvieran cometiendo delitos civiles. Deberían ser tratados como si estuvieran infringiendo las leyes de la guerra”, dijo DeSantis. “Y cuando están siendo capturados de acuerdo con eso, ese debería ser el prisma con el que veamos esto.

“Sé que este será un tema que seguirá rondando”, agregó DeSantis.

La colaboradora Monika Leal y la reportera Ana Ceballos del Miami Herald, la reportera Emily L. Mahoney del Tampa Bay Times y el reportero Michael Gordon del Charlotte Observer contribuyeron a este artículo.