Ron DeSantis y la ‘sabiduría perversa’ del divide y vencerás

El gobernador de Florida Ron DeSantis habla durante una CPAC en Orlando, Florida, el 24 de febrero de 2022. (Scott McIntyre/The New York Times)
El gobernador de Florida Ron DeSantis habla durante una CPAC en Orlando, Florida, el 24 de febrero de 2022. (Scott McIntyre/The New York Times)

TALLAHASSEE, Florida — Los manifestantes caminaban a paso ligero por calles flanqueadas por viejos robles cubiertos de musgo español que reaccionaban ante la más mínima brisa.

En algún momento, corearon: “¿Qué hacer cuando se ataca la historia de los negros? Levántate, contraataca”. En otro momento: “Sí, sí, Ron DeSantis se va ir”.

Estaban en Tallahassee protestando por la cruzada de DeSantis contra todo tipo de “conciencia social”, un concepto que su propio consejero general definió como “la creencia de que hay injusticias sistémicas en la sociedad estadounidense y la necesidad de abordarlas”. A principios de esta semana Shevrin Jones, el primer hombre abiertamente gay y el primer miembro negro LGBT del Senado de Florida, me contó su teoría de por qué los republicanos como DeSantis están abusando y corrompiendo la palabra “conciencia social”: Es la nueva “palabra con N”.

La obsesión de DeSantis lo ha llevado de atacar la teoría crítica de la raza a, ahora, limitar la enseñanza de la historia negra.

Así que los manifestantes marcharon de la Iglesia Bautista Misionera Bethel, donde un orador describió a DeSantis como el “Faraón de Florida”, al Capitolio estatal, donde el reverendo Al Sharpton pronunció un discurso desafiante, en el que habló con orgullo de la composición de la multitud: personas de diferentes razas y generaciones.

Sin duda, eso era cierto, pero la multitud era también una masa de rostros negros salpicados de rostros blancos, con gente de una edad mayor que en cualquier otra protesta por la justicia social que yo haya cubierto.

Son esos datos demográficos los que ilustran el reto al que se enfrentan quienes se oponen a DeSantis: en una ciudad con una pluralidad blanca, y en un estado donde tres cuartas partes de la población se identifica como blanca y hay muchos más hispanos que negros, ¿cuán fuertes y profundas son las coaliciones entre grupos?

Sí, DeSantis está aprovechando la base trumpista en su búsqueda vil de la presidencia. Está tratando de superar a Trump, de mejorar su crueldad para que sea más eficaz y menos criminal.

Sí, apela a una envidia de opresión entre los conservadores blancos, en la que quieren el estatus protegido y las “ventajas” del victimismo sin la devastación de ser víctimas reales. La suya es una forma de glotonería cívica y narcisismo en la que hay que acaparar el mercado del privilegio.

Y sí, encabeza una nueva versión del movimiento por los derechos de los estados, un movimiento que resurge de cuando en cuando en este país como una ballena, desde la Crisis de la Nulificación de 1832, que enfrentó a Carolina del Sur con el gobierno federal en una lucha por los aranceles, hasta la propia Guerra Civil, pasando por el auge de Jim Crow y el movimiento por los derechos civiles necesario para acabar con él.

Pero hay una capa secundaria de la estrategia que merece más consideración: cómo DeSantis, ya sea intencionalmente o por casualidad, está atacando a grupos marginados en temas donde hay división entre grupos marginados. Está sirviéndose de los sentimientos antihomosexuales, antiinmigración y antinegros de grupos que a su vez son explotados, para enfrentarlos unos a otros (o al menos para que no luchen juntos para defenderse ) en lugar de dedicar más energía a luchar contra él.

Esta trillada estrategia del divide y vencerás se ha empleado en nuestra política desde hace siglos y DeSantis le ha infundido nueva vida.

Lisandro Pérez, fundador del Instituto de Investigación Cubana de la Universidad Internacional de Florida y ahora profesor del departamento de Estudios Latinoamericanos y Latinx del John Jay College of Criminal Justice, me explicó que en Miami, hace muchos años que se abandonó la idea de que los afroamericanos y los latinos pudieran formar una coalición, en parte porque los cubanos, en general, no se ven a sí mismos como una minoría marginada, sino que poseen un ethos de exilio que da prioridad a los asuntos de la patria.

Pérez explicó: “Creo que muchos votantes cubanos son conservadores que quizá no ven bien cosas como los derechos de las personas trans y los cursos afroamericanos y todo eso”.

De hecho, según las encuestas de salida de las elecciones de 2022, los electores de ascendencia cubana de Florida eligieron a DeSantis en lugar de al demócrata Charlie Crist por más de 2 a 1, y según la encuesta de la Universidad Internacional de Florida de 2022 entre los cubanoamericanos de Miami, alrededor del 80 por ciento se identifica como blanco.

El año pasado, cuando DeSantis, en una insensible maniobra política, llevó en avión a inmigrantes venezolanos de Texas a Martha’s Vineyard, una encuesta de Telemundo/LX News reveló que la mitad de los votantes hispanos de Florida apoyaban el ardid.

En aquel momento, la estratega demócrata radicada en Miami Helena Poleo, una venezolana que vive en el país desde hace 24 años, dijo a NBC News que algunos venezolanoestadounidenses apoyaban el esfuerzo debido a que varios de ellos llevaban mucho tiempo en el país, son más blancos y más ricos que los recién llegados y no se identifican con los inmigrantes pobres de piel morena.

En una entrevista reciente a Poleo, me dijo algo similar. Ella afirmó que DeSantis “está jugando con un pequeño resquicio de racismo oculto, del que rara vez se habla, dentro de los inmigrantes, que es repugnante y que traen desde sus países de origen”.

DeSantis también ha atacado a la comunidad LGBT con su proyecto de ley “no digas gay”, que limitaba la manera en que la sexualidad y la expresión de género podían discutirse en las aulas. Con mensajes que se han convertido en habituales en el Partido Republicano, se ha centrado en la experiencia trans, el travestismo y los artistas drag.

Este es otro tema en el que podría beneficiarse de una fractura.

Una encuesta realizada en mayo por el Centro de Investigaciones Pew reveló que, aunque el resto del Partido Demócrata ha experimentado un cambio radical en materia de identidad, la mayoría de los demócratas negros sigue creyendo que el género viene determinado por el sexo al nacer. El 44 por ciento de los demócratas hispanos coincide con esa opinión.

En nuestras conversaciones, Jones, el senador estatal negro que entrevisté, fue desafiante, y dijo que el mitin del miércoles había sido “un aviso” no solo para los republicanos de Florida, sino para los de todo el país. “La pelea que están viendo no es la que ustedes quieren”, dijo de los republicanos. “Aunque ustedes piensan que estamos en 1963, es el 2023”.

Pero, ¿y si esta es precisamente la pelea que quiere DeSantis? Es probable que la indignación que ha generado no haga más que alimentar su ascenso en un clima conservador en el que lo antinegro se ha redefinido como proigualdad, lo antigay como profamilia y lo antiinmigrante como proestadounidense.

Trump recurrió a esta estrategia de división en las últimas elecciones, con un éxito dispar, y perdió en el intento.

Pero, ¿acaso un mensaje retocado y el cambio de mensajero podrían tener un efecto aún mayor? ¿Podría el experimento de Florida repetirse en todo el país? ¿Podría DeSantis llevar esta estrategia a niveles que Trump no pudo, alterando el panorama político y marcando el comienzo de una era distópica para los temas de diversidad?

Brandon Wolf, que se vio catapultado al activismo en Florida tras sobrevivir a la masacre del club nocturno Pulse de Orlando en 2016, me dijo que están surgiendo coaliciones eficaces para oponerse a DeSantis, pero reconoció lo formidable que es el gobernador como adversario: “La estrategia de DeSantis intenta separarnos”, dijo. Alimenta una “narrativa de que no estamos todos en la misma página. Saben que si consiguen desentrañar esa visión de cómo podría ser el país, el mundo, si todos fuéramos solidarios unos con otros, entonces perderían”.

Si estos grupos no se unen pronto para contraatacar, al final podrían perder todos. Por ejemplo, como explicó Pérez al hablar de los conservadores cubanos, las políticas actuales que se están utilizando para limitar la enseñanza de la historia de los negros son lo bastante extensas como para poder eliminar el curso que él creó en la FIU: la historia de los cubanoamericanos. Y otros estados ya están empezando a imitar o competir con lo que DeSantis está haciendo en Florida.

Haríamos bien en aprender esta lección a nivel nacional. El ataque es amplio: sexista, racista, xenófobo y homófobo. La única manera de combatirlo es juntos.

Siempre he pensado que DeSantis es un poco soso, que está cegado por la ambición. Pero Frank M. Reid III, obispo del 11.º Distrito Episcopal de la Iglesia Metodista Episcopal Africana en Jacksonville, Florida, alerta contra valoraciones tan simplistas:

“Fue a Yale. Fue a Harvard. No es, entre comillas ‘un republicano blanco, pobre y reaccionario’. Pero ha reconocido que este es su camino hacia el poder, lo cual lo vuelve peligroso. Y ejerce ese poder sin miedo. Tiene una sabiduría perversa”.

c.2023 The New York Times Company