Rompe el silencio ex soldado colombiano acusado de matar al presidente haitiano Jovenel Moïse

El sargento retirado Edwin Blanquicet Rodríguez llevaba 20 años en el ejército colombiano cuando recibió una oferta: Viajar a Haití como parte de un equipo de seguridad para proteger a un político y vigilar proyectos de infraestructura eléctrica.

Blanquicet, buscando una forma de mantener a su familia, aceptó el trabajo.

Sin embargo, semanas después de llegar a Puerto Príncipe en junio del año pasado, se encontró luchando por su vida. Él y un equipo de otros ex soldados colombianos recibieron la orden de dejar a su cliente —un predicador evangélico que quería ser presidente— y dirigirse a una casa en las colinas de Puerto Príncipe. El calvario acabó con el asesinato del presidente del país, y horas más tarde Blanquicet se encontró alegando su inocencia ante una turba enfurecida.

“Supliqué por mi vida”, recordó Blanquicet en una entrevista en la emisora de radio colombiana La FM, rompiendo su silencio sobre el asesinato con nuevos detalles que plantean más preguntas en la lenta investigación sobre el asesinato del presidente haitiano Jovenel Moïse.

“Les dije que éramos inocentes, no me hicieron caso y siguieron golpeándome con sus machetes”, dijo.

Un año después que Moïse fue asesinado a tiros en su habitación privada, los acusados de su asesinato aún no han sido juzgados ni siquiera acusados formalmente en Haití, y el relato de Blanquicet está planteando interrogantes sobre los acontecimientos que rodearon el asesinato.

Blanquicet forma parte de un grupo de ex soldados colombianos que, según las autoridades haitianas y estadounidenses, acompañaron a agentes de la Policía haitiana y a dos haitianoamericanos para irrumpir en la residencia privada de Moïse en plena noche del 7 de julio de 2021 y dispararle una docena de veces. La esposa de Moïse, Martine, que también recibió disparos, sobrevivió al ataque.

Tres de los 22 ex soldados que han sido identificados públicamente están muertos, incluido el hombre que, según Blanquicet, lo reclutó para el trabajo de seguridad en Haití, Duberney Capador, en nombre de una empresa de seguridad del área de Miami, Counter Terrorist Unit Federal Academy (CTU). Un ex soldado, Mario Antonio Palacios Palacios, está detenido en Miami, donde fue acusado de conspiración de asesinato. Los 18 soldados restantes están detenidos en una prisión de Haití, donde un vídeo filtrado recientemente muestra a los reclusos quejándose de la falta de comida y agua.

En la enmarañada trama están implicados policías haitianos en activo y retirados, incluidos miembros del propio equipo de seguridad de Moïse, y tres haitianoamericanos con vínculos en el sur de la Florida, entre ellos el predicador evangélico y médico Emmanuel Christian Sanon. En los meses previos al asesinato, Sanon habría mantenido reuniones con la oposición para sustituir a Moïse como presidente, acusación que negó en una reciente entrevista con el Miami Herald.

Según la Policía haitiana y las entrevistas del Herald, Sanon contrató a los ex soldados colombianos como guardaespaldas para que lo protegieran mientras estaba en Haití.

La Policía haitiana afirmó que Sanon les dijo que una empresa con sede en Doral, Florida, CTU Security, reclutó en realidad a los colombianos y que debía “pagar a los mercenarios” $10,000 al mes. (La Policía haitiana acusó a CTU Security de entrenar a los colombianos. También afirman que una empresa de Broward, Worldwide Capital Lending Group, proporcionó fondos para pagar ese entrenamiento, aunque el dueño de la empresa, Walter Veintemilla, que vive en Weston, ha negado estar involucrado o tener conocimiento de un plan de asesinato a través de su abogado, Robert Nicholson).

Durante la entrevista de radio, Blanquicet hizo varias referencias a “jefes” que le ordenaban abandonar a Sanon y que posteriormente intentaron negociar su rendición, pero nunca los nombra.

Las revelaciones plantean más preguntas

Blanquicet dijo que dio su versión de los hechos al FBI (que está llevando a cabo una investigación paralela) y a la Policía Judicial haitiana, que lo acusó a él y a otras 41 personas actualmente encarceladas en Haití de estar involucrados en el asesinato.

Entre las afirmaciones de Blanquicet: Los colombianos no llegaron a la casa del presidente hasta alrededor de las 2 a.m., es decir, una hora después que la Policía haitiana dijera que el presidente había sido asesinado.

Sospechosos del asesinato del presidente de Haití Jovenel Moïse: Entre ellos se encuentran los ciudadanos haitianoamericanos James Solages, a la izquierda, y Joseph Vincent, segundo a la izquierda, según se muestra a los medios de comunicación en la Dirección General de la Policía en Puerto Príncipe, Haití, el jueves 8 de julio de 2021. Moïse fue asesinado en un ataque a su residencia privada el día anterior.

Aunque se debate sobre el momento real de la muerte del presidente, un funcionario haitiano con conocimiento de la investigación dice que la Policía mantiene su reporte sobre la participación de los colombianos en el asesinato.

“Entre nosotros llegamos a la conclusión de que el presidente fue asesinado por sus propios guardaespaldas”, dijo Blanquicet a la radio colombiana. “No vinimos a este país con la intención de matar a nadie. Vinimos al país con la intención y la ilusión de encontrar trabajo para un futuro mejor para nuestras familias”.

Un año después

Un año después del asesinato de Moïse, su muerte sigue siendo una incógnita internacional. Mientras que la investigación estadounidense ya dio lugar a la presentación de cargos penales contra tres sospechosos que se encuentran en la cárcel federal de Miami, la investigación en Haití está estancada. Tras un cambio de jueces de instrucción, un quinto juez nombrado para supervisar la investigación no ha reanudado el caso hasta esta semana, y un sospechoso clave, el ex funcionario del gobierno Joseph Félix Badio, sigue prófugo.

Dos abogados con sede en Colombia que representan a los soldados acusados y a sus familias afirman que los detenidos han sido abandonados en una prisión haitiana superpoblada y decrépita, y que están siendo usados “como chivos expiatorios”.

Ambos defensores, Lorena Lázaro y José Espinosa, junto con la abogada colombiana afincada en Nueva York Sondra Macollins Garvin, están presionando para que los ex soldados sean trasladados a un tercer país, donde dicen que tendrían más posibilidades de declararse inocentes. Todos ellos solicitaron ayuda a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la Organización de Estados Americanos. La comisión le dijo al Herald que no proporciona información sobre asuntos pendientes.

Garvin dijo que las familias de los soldados encarcelados planean protestar el jueves frente a la oficina del vicepresidente en Bogotá exigiendo su liberación.

Lázaro señala la entrevista de Blanquicet como prueba de que no se ha revelado todo sobre el complot, y que se necesita una investigación más exhaustiva.

Según la investigación de la Policía haitiana, tras el asesinato, Blanquicet fue descubierto por los haitianos en la zona de Jalousie, localidad aledaña a la montaña en el corazón de Petionville, no lejos de la residencia del presidente, y entregado a la Policía, junto con otros dos soldados.

Blanquicet dijo que fue atacado con machetes por los haitianos que lo encontraron. Dijo que padece tuberculosis y estrés como consecuencia de su encarcelamiento en la penitenciaría nacional de Puerto Príncipe.

Dijo que su propio gobierno en Colombia los abandonó, “cuando algunos de nosotros hemos servido al país durante más de 20 años”.

Policías haitianos y distribución de armas

Horas antes de la muerte del presidente, dijo Blanquicet en la entrevista de radio, él y los otros ex soldados colombianos estaban viendo a Colombia perder contra Argentina en un partido de fútbol. Poco después que terminara el partido, dijo, sonó el teléfono en la casa donde Blanquicet custodiaba a Sanon.

Era su “jefe”, dijo Blanquicet, diciéndole “que se preparara con mi equipo porque un oficial de la Policía Nacional Haitiana vendría a recogerme y que debía acompañarlo”.

Poco después, una camioneta conducida por un agente policial haitiano llegó a la casa. “Subimos a la camioneta y nos llevaron a una casa en las colinas”, dijo Blanquicet.

La casa estaba ubicada en Pèlerin, la misma comunidad de la ladera del suburbio de Petionville donde vivía el presidente.

La casa pertenecía a Rodolphe Jaar, un empresario local que poseía tanto nacionalidad chilena como haitiana y que fue informante de la Administración para el Control de Drogas de Estados Unidos antes de ser condenado por tráfico de cocaína en Miami. Una denuncia penal del FBI acusa a Jaar de haber proporcionado apoyo material que provocó la muerte de Moïse y de conspirar para matarlo o secuestrarlo. En una entrevista con agentes del FBI, mientras estaba escondido en Haití, Jaar admitió que “proporcionó armas de fuego y munición a los colombianos para apoyar la operación de asesinato”.

Jaar también declaró que la operación pasó de detener a Moïse y sacarlo del país “a un asesinato”.

Jaar también admitió haber ayudado a algunos de los sospechosos acusados de asesinar a Moïse a esconderse en los momentos posteriores, según la denuncia penal y la declaración jurada del FBI.

En la casa de Jaar había otros policías haitianos, dijo Blanquicet, y se distribuyeron armas, aunque insistió en que su equipo no recibió ningún arma.

John Joël Joseph, antiguo senador del parlamento de Haití, es visto saliendo de una corte en Jamaica tras ser detenido a principios de 2022 por una infracción de inmigración. El caso contra Joseph fue finalmente retirado, lo que le permitió ser extraditado a Estados Unidos en mayo en relación con el asesinato del presidente haitiano Jovenel Moïse el 7 de julio de 2021.

Dijo que el grupo se dirigió a la casa del presidente alrededor de las 2 a.m. en una caravana de siete autos acompañados por agentes de la Policía haitiana.

“Nos dijeron que teníamos que proporcionar seguridad a los policías mientras capturaban al presidente porque, según ellos, tenían una orden de arresto contra el presidente”, dijo Blanquicet.

Antes de llegar a la casa de Moïse, dijo, se encontraron con dos controles de carretera realizados por la seguridad del presidente dentro de su vecindario.

“Cuando el primero de nuestros vehículos, conducido por agentes de Policía, llegó a ellos, [el personal de seguridad] se tiró al suelo. Me pareció extraño que lo hicieran sin oponer ningún tipo de resistencia ni dar la alarma”, dijo.

Blanquicet dijo que los policías quedaron custodiando a los guardias de seguridad capturados y el convoy siguió subiendo por la carretera de la montaña.

“Cuando llegamos al segundo puesto de control, los hombres de allí hicieron lo mismo y se tiraron al suelo, y empezamos a comentar entre nosotros lo extraño de la situación. Algunos de nosotros estábamos inquietos”, dijo Blanquicet.

Este es el edificio de dos pisos que fue baleado durante un tiroteo entre ex soldados colombianos y la policía haitiana en julio de 2021. Los ex soldados están acusados de matar al presidente Jovenel Moïse.
Este es el edificio de dos pisos que fue baleado durante un tiroteo entre ex soldados colombianos y la policía haitiana en julio de 2021. Los ex soldados están acusados de matar al presidente Jovenel Moïse.

Cuando el grupo llegó al estacionamiento de la casa del presidente no encontró a ningún guardia, dijo. Se dirigió a una casa contigua para observar la casa de Moïse mientras los demás miembros del equipo intentaban abrir una puerta lateral de la casa del presidente alrededor de las 2:15 o 2:30 a.m., dijo.

Blanquicet no proporcionó una descripción de la casa vecina, pero según la Policía haitiana, uno de los sospechosos que siguen prófugos, Badio, había alquilado una casa cercana para espiar las idas y venidas de Moïse.

Desde la casa vecina, dijo Blanquicet, inicialmente no pudo ver nada. Luego miró hacia el segundo piso de la residencia privada del presidente y vio “destellos de disparos” procedentes de una habitación trasera.

“Me tiré al suelo porque pensé que me estaban disparando”, dijo. “Nuestros hombres que estaban fuera también oyeron los disparos y empezaron a devolver el fuego. Vi a cuatro hombres vestidos como nosotros que salieron de la casa presidencial por la puerta trasera”.

‘El presidente está muerto’

Blanquicet dijo que dos equipos de colombianos entraron en la casa, mientras que dos se quedaron fuera con él.

Uno de los colombianos que entró en la casa “vio los dos cuerpos e inmediatamente gritó: ‘¡El presidente está muerto, el presidente está muerto. Salgamos de aquí, nos tendieron una trampa!’”, dijo Blanquicet.

Dijo que él y su grupo pasaron las siguientes 36 horas tratando de sobrevivir y de conseguir pruebas –una grabación de video en un DVD– que, según él, demostraban que el equipo colombiano había salido de la casa de Jaar después de que Moïse hubiera sido asesinado. Dijo que los ex soldados encontraron el video en la casa de Jaar.

“Conservamos las grabaciones de video y eso demuestra nuestra inocencia, porque el examen forense muestra que el presidente fue asesinado a la 1 a.m., y el video muestra que llegamos alrededor de las 2 a.m.”.

Ataque de la Policía haitiana, las pruebas se esfuman

Tras salir de la casa, los ex soldados siguieron conduciendo por la zona de Petionville, pero no pudieron ir muy lejos debido al bloqueo de la Policía haitiana.

Algunos soldados buscaron refugio en un canal de drenaje junto a la carretera, donde su enfrentamiento, captado en video, se compartió en redes sociales. Otros acabaron en un edificio de concreto de dos pisos cercano en Pèlerin 2 y se enzarzaron en un sangriento tiroteo con la Policía.

“Tomamos posiciones defensivas y permanecimos allí durante horas mientras nuestros jefes intentaban negociar nuestra rendición”, dijo Blanquicet. “Pero en realidad no querían que nos rindiéramos. Nos querían muertos. Pasamos todo el día allí”.

Blanquicet no dice quiénes eran sus “jefes”. Pero justo en ese momento, James Solages y Joseph Vincent, dos estadounidenses de origen haitiano que habían formado parte del convoy que se dirigió a la casa de Moïse, estaban negociando su entrega a la Policía haitiana.

Los dos hombres acabaron entregándose a la Policía, alegando que eran traductores. Una fuente policial dijo que después de que Solages y Vincent se entregaran, la Policía creyó que los colombianos ya no se rendirían y estaban esperando que alguien viniera a sacarlos. La fuente dijo que los miembros de la guardia presidencial querían matar a los colombianos, y que otros policías haitianos montaron un asalto para capturar a los colombianos vivos.

Blanquicet discrepó. Dijo que la policía llegó en vehículos blindados y comenzó un asalto con ametralladoras, francotiradores y granadas para matarlos.

Dijo que durante el asalto, la Policía prendió fuego a una camioneta blanca, haciendo que todo ardiera. Blanquicet dijo que también se quemaron las pruebas en DVD que habrían demostrado que los ex soldados no habían salido de la casa de Jaar hasta después del asesinato del presidente.

“Durante el asalto, algunos de nuestros grupos levantaron las manos para rendirse, pero entonces se produjeron más disparos contra ellos. Fue entonces cuando comprendimos que lo que querían era matarnos y culparnos una vez muertos”, dijo.

La Policía acabó matando a tres de los colombianos durante el asalto, incluido Capador, y detuvo a cinco ex soldados después. Algunos de los colombianos huyeron colina arriba y se refugiaron en la embajada de Taiwán. Once de los sospechosos fueron finalmente detenidos dentro de la embajada, mientras que otros lograron escapar. Blanquicet, que estaba entre estos últimos, fue finalmente capturado dos días después del asesinato. Para entonces ya habían sido encontrados por los enfurecidos haitianos.

“La población se enfureció después de que el jefe de Policía incitara a la gente, diciéndoles que éramos mercenarios y que había que darnos caza, como si fuéramos animales de un safari”, dijo Blanquicet.

Blanquicet dijo que la Policía difundió información falsa para hacer creer que los ex soldados eran los asesinos. Después de ser capturados, dijo, algunos de los colombianos fueron presionados por la Policía para que aportaran pruebas incriminatorias.

“Algunos de nosotros estábamos heridos, especialmente yo, y seguíamos suplicando que nos llevaran a la enfermería”, dijo. “En medio de la noche, hombres con máscaras entraban y se llevaban a algunos de nosotros. Volvían alrededor de las 3 o 4 a.m. Los hombres volvían llorando, golpeados, con las uñas arrancadas. Al día siguiente orinaban sangre. ... Estaban aterrorizados y no querían hablar con nosotros”.

Blanquicet dijo que los hombres del grupo con el que estaba estaban malheridos y que las palizas nocturnas continuaron durante días.

“En ese momento todos deseábamos que el día no terminara nunca”, dijo, “porque sabíamos que volverían por la noche y se llevarían a la gente para torturarla”.

Jay Weaver, redactor del Miami Herald, contribuyó a este reportaje.