Roger Federer vs. Rafael Nadal: a 20 años del primer enfrentamiento, una rivalidad que cambió la historia del tenis
Durante quince temporadas, Roger Federer y Rafael Nadal colorearon las obras más atractivas y emocionantes de la historia del tenis. El suizo y el español, ilustres de estilos opuestos unificados por la disciplina, la perfección y la pasión por la competencia, fueron los protagonistas de una rivalidad cinematográfica que alteró el deporte de las raquetas. Ni antes ni después hubo algo similar. Ni Jimmy Connors, Ivan Lendl, Bjorn Borg, Guillermo Vilas y John McEnroe; ni Pete Sampras, Andre Agassi, Novak Djokovic y Andy Murray, por citar un puñado de leyendas. Ningún clásico de tenis generó lo mismo.
Rafa y Roger se enfrentaron 40 veces , en las que el mallorquín se impuso en 24. El último duelo entre ambos fue en las semifinales de Wimbledon 2019: triunfó el jugador nacido en Basilea por 7-6 (7-3), 1-6, 6-3 y 6-4 (luego, en la final, Federer caería con Djokovic, desperdiciando dos match points). Pero... ¿cuándo fue el primer partido entre ambos? Fue, precisamente, hace 20 años. El 28 de marzo de 2004, por la tercera ronda del torneo (Masters Series) de Miami , todavía en la sede del Crandon Park Tennis Center de Key Biscayne. ¿Quién ganó? El español, por un doble 6-3, en 1h10m.
Si bien ya se hablaba de aquel chaval zurdo de España, el resultado sacudió el circuito. Federer, de 22 años, era el número 1 del mundo y llegó a Miami con registros excepcionales en la temporada: había ganado el Abierto de Australia (fue su segundo Grand Slam), Dubai e Indian Wells. Nadal, de 17 años, todavía no había obtenido títulos (el primero fue en Sopot, en agosto de ese año) y era el número 34 del ranking. Sin embargo, aquel adolescente se plantó ante el suizo con voracidad y con una autoridad impactante. El jugador entrenado por su tío (Toni) logró el 81% de los primeros saques, ganando el 71% de puntos con ese primer servicio (31 de 39) y el 56% con el segundo. Roger no le generó ni una chance de quiebre a Rafa; éste, sin embargo, le rompió el gran saque al suizo tres veces. En la ronda siguiente (8vos de final), Nadal perdió con el chileno Fernando Feña González. Mientras que el torneo lo ganó Andy Roddick (EE.UU.) al vencer a Guillermo Coria por 6-7 (2-7), 6-3, 6-1 y retiro.
“Estaba preocupado por si me ganaba 6-1 y 6-1 o 6-1 y 6-2, pero tenía ganas de jugar este partido ante el número uno del mundo, salí a la cancha con actitud positiva, no con la actitud de intentar ganar un game. Estoy contento porque he jugado uno de los mejores partidos de mi carrera”, explicó Nadal tras un duelo que no fue observado masivamente por TV en España, ya que era de madrugada en ese país. En rueda de prensa, Rafa sonrió: “Son las cuatro de la madrugada en España y todo el mundo está durmiendo. Mañana los periódicos no tendrán la noticia, pero sí, quizás esté en Internet y también en el teletexto… Entonces, empezaré a recibir llamadas”.
“He quedado impresionado con lo que he visto. He oído hablar mucho de él y he visto algunos de sus partidos. Creo que no es una gran sorpresa para nadie”, declaró Federer, que aquella noche, seguramente, empezó a ser consciente de la piedra en el zapato que le había germinado.
El primer partido de un clásico inigualable
Es curioso, pero aquel desafío en Miami no fue el primer enfrentamiento oficial entre ambos. Algunos días antes, en Indian Wells, Federer y su compatriota Yves Allegro cayeron en la segunda rueda de la competencia de dobles ante el español Tommy Robredo y... Nadal, por 5-7, 6-4 y 6-3. En aquel duelo, Roger y Rafa cruzaron un puñado de palabras, hubo cordialidad entre ambos y el suizo invitó al español a su partido de cuartos de final de singles frente a Juan Ignacio Chela. Rafa, desde el box de Federer, junto a Mirka Vavrinec, por entonces novia y más tarde esposa de Roger, observó la cómoda victoria del helvético ante el jugador nacido en Ciudad Evita por 6-2 y 6-1. ¿Aquel encuentro le habrá servido a Nadal para empezar a estudiar los movimientos de su gran contrincante?
El partido en Miami, finalmente, fue la piedra basal de una obra de arte inigualable. Fue el comienzo de una pugna frenética, con un sinfín de condimentos estratégicos y emocionales. Durante mucho tiempo, Nadal fue la kryptonita de un superhéroe como Federer. El Matador construyó toda una vida utilizando el mismo plan táctico ante Roger: siendo zurdo, martillarlo con pelotas altas y pesadas con el drive sobre el revés a una mano hasta encontrar la falla. Fue la táctica que marcó el clásico dorado. Nadal triunfó en seis de los primeros siete enfrentamientos entre ambos y se impuso en seis de las nueve finales de Grand Slam que disputaron. Incluso, para los expertos más rigurosos del deporte de las raquetas, la definición de Wimbledon 2008, obtenida por Nadal (entre penumbras ya que el match se retrasó y se interrumpió dos veces por la lluvia), por 6-4, 6-4, 6-7 (5-7), 6-7 (8-10) y 9-7, en 4 horas y 48 minutos, fue el mejor partido de la historia.
La superioridad que exhibió Nadal ante Federer se redujo en los últimos años. Roger, más ofensivo y con una raqueta de aro más grande, que le permitió impactar sin tanto esfuerzo, halló la manera de ganar, reduciendo la diferencia en el historial global. Federer triunfó en siete de los últimos partidos entre ambos, incluida una final espectacular del Abierto de Australia 2017: 6-4, 3-6, 6-1, 3-6 y 6-3. Ambos llevaron el tenis como espectáculo y producto a un nivel superior. La atracción generada por Roger y Rafa alteró todo lo conocido en el tenis a nivel marketing, venta de tickets, transmisiones de TV y patrocinio. Las cualidades tenísticas de los dos los convirtió en leyendas del deporte.
Hoy, con Federer retirado y con Nadal habiendo regresado al tour en enero (en Brisbane) tras un año de inactividad y luchando contra su cuerpo para poder disputar torneos de la gira europea sobre polvo de ladrillo que le permitan -en teoría- tener su despedida profesional, el mundo del tenis sigue teniendo muy presente aquel primer capítulo de una película maravillosa e incomparable.