Rocío Molina: "Es importante que haya de todo en flamenco para que siga vivo"

París, 20 nov (EFE).- La malagueña Rocío Molina presenta en París las dos primeras partes de su Trilogía para Guitarras, días antes de estrenar en Madrid la tercera y última entrega, y reflexiona en una entrevista con EFE sobre el abandono institucional del flamenco.

La bailaora (Torre del Mar, 1984) acaba de volver de Utrecht y actuará a final de mes en Cannes mientras ultima los detalles de "Vuelta a uno", el ciclo con el que cierra la trilogía “Uno” y “Al fondo riela”, un homenaje a la guitarra en el que ha contado con el guitarrista Rafael Riqueni.

En este estreno en el Teatro Nacional de la Danza Chaillot, con sus impresionantes vistas a la Torre Eiffel, los parisinos rompieron el asombro con el que acabó la obra con un sonado aplauso a Molina, artista asociada de centro, y vítores que mantuvieron al público en pie durante diez minutos.

“La acogida de los parisinos siempre es muy buena, cariñosa y con respeto”, comenta Molina en una entrevista con EFE, horas después del estreno y tres días más tarde del Día Mundial del Flamenco.

Una reacción muy diferente, comenta, a la del público español, y que puede pillar a los novatos de imprevisto.

“El público español es muy ardiente, responde y participa mucho, a veces hasta resulta un poco incómodo porque interrumpe la obra con aplausos. A mí me gusta mucho la escucha y ese respeto y entendimiento que hay hacia la danza y las artes escénicas en Francia, donde está claro que el público está educado y acostumbrado porque ha visto muchas cosas”, comenta la artista.

Molina se define como danzaora, un término particular que ha asumido para describir su trabajo iconoclasta, con el que ha llevado el flamenco a otra dimensión más contemporánea, muy influida por otras danzas -e incluso el arte japonés- y tremendamente personal.

Pero su absoluto dominio de la técnica la ha situado en el podio de la vanguardia flamenca.

REFERENTE Y VANGUARDISTA

Reconocida con el Premio Nacional de la Danza con tan solo 26 años y miembro de una generación de jóvenes que ha logrado superar las fronteras y discusiones sobre la pureza del flamenco, Molina dice con cierta modestia no ser “la más indicada para hablar o bendecir” el momento por el que pasa este arte.

“Es importante que en el flamenco haya de todo. Me parece interesante que esté evolucionando y que estén ocurriendo cosas muy diferentes. Hay algunas que plantea más discusión pero yo creo que es necesario que haya un poco de todo, quien intente mantener la raíz, quien se la salte totalmente. Hay de todo y está bien que sea así”, aduce.

Sin embargo, lamenta que pese a las festividades internacionales que ensalzan el flamenco, en España siga reinando la falta de ayudas y la ausencia de reconocimiento institucional.

“Hace falta incorporar el flamenco en la cultura y cuidarlo. En nuestro país eso nunca ha estado, no se le trata con cariño. Hay que educar en la cultura , entre los pequeños y los que no lo son, porque eso te da una conciencia y te hace más libre y te hace vivir mucho mejor. Pero no siempre interesa que la gente tenga conciencia”, lamenta.

Molina agradece al público francés su fidelidad (su primera actuación en el Chaillot se remonta a 2008 y es una invitada frecuente de festivales como el de teatro de Aviñón o el de flamenco de Nîmes), aunque asume que no siempre se entiende su trabajo.

“Me gusta que el público vea obras de todo tipo en mi trayectoria, he hecho cosas muy distintas y me gusta que no todas gusten, algunas no las entienden, pero que tengan la fidelidad de seguir viniendo a verme me resulta muy bonito”, señala.

Uno de sus últimos pasos por Francia fue para las representaciones de “Grito pelao”, en la que se subió al escenario junto a la cantante Sílvia Pérez Cruz y su propia madre, Lola Cruz, que había recibido en su infancia una formación de baile clásico.

Embarazada, Molina hablaba allí sobre el deseo de ser madre desde su experiencia personal: soltera y lesbiana, recurrió a la fecundación in vitro para colmar su anhelo maternal.

La obra resultó polémica, pero Molina, considerada desde su juventud como una niña prodigio, no se paró en las críticas, pues su trayectoria y el reconocimiento general de los maestros le han dado ya mucha libertad.

Ahora, vive la maternidad de otra forma: “Comparto con más mujeres la dureza de la crianza, el día a día, para mí es el mayor trabajo de fuerza que estoy haciendo en mi vida. Compaginarlo con mi otro amor, el baile, es muy difícil. La conciliación no existe, y más siendo mamá soltera. Hay mucha frustración, un trabajo muy grande que sólo haces por amor”.

El 10 de diciembre estrenará "Vuelta a uno" en Matadero, en Madrid, junto al joven guitarrista Yerai Cortés, que la acompaña ya en "Al fondo riela", y de momento quiere centrarse en la llegada de esas nueve funciones.

Con ellas cierra el ciclo de la trilogía, "parte de una transición creativa muy dura." "Ahora empieza la ebullición. Hay una parte de mí que me llama más a la 'performance'. Ahora tengo más ganas de riesgo", advierte.

María D. Valderrama

(c) Agencia EFE