Un nuevo restaurante levanta ampollas llevando el lujo a niveles innecesarios

Un perro sentando como un comensal más en una mesa de restaurante. Imagen vía Getty.
Un perro sentando como un comensal más en una mesa de restaurante. Imagen vía Getty.

Para Rahmi Massarweh los perros son mucho más que simples mascotas: son los potenciales y selectos clientes de Dogue, el nuevo restaurante que acaba de inaugurar en San Francisco y que ofrece a los peludos comensales un lujoso menú de degustación.

Con un precio de 75 dólares, el menú incluye platos de inspiración francesa elaborados con ingredientes orgánicos de origen local y bajo supervisión veterinaria, tales como filete de ternera con zanahorias y remolachas fermentadas o mejillones de labios verdes con zanahorias y pasto de trigo. El enfoque, afirma Massarweh, es emular un restaurante humano “en el que el invitado estrella sea tu perro”.

Restaurante Dogue, en San Francisco. Imágenes vía Dogue.
Restaurante Dogue, en San Francisco. Imágenes vía Dogue.

El restaurante de Massarweh no es la primera empresa que explota el concepto de calidad aplicado a los animales de compañía. En los últimos años ha proliferado la oferta de artículos y servicios orientados al bienestar animal: prendas de abrigo, camas confortables, piscinas de rehabilitación o piensos de alta gama son ya cosas habituales.

El cambio de estatus del perro, considerado cada vez más un miembro de la familia, trae consigo innumerables mejoras en su calidad de vida y en la importancia que se le da a su salud física y mental. Pero también trae consigo un enorme mercado en el que caben opciones para todos los bolsillos: donde existe un producto, siempre existe una versión de lujo totalmente innecesaria.

Surgen así tiendas como la de Victoria Vielle, en la que se puede encontrar un comedero artesanal valorado en 120 euros o un almohadón para el perro de 165 euros. Marcas como Ralph Lauren, Versace o Prada venden sudaderas, cuencos y collares de lujo a precio de oro. En Sudáfrica, el Superwoof Dog Hotel de seis estrellas ofrece a sus huéspedes caninos sesiones de spa, masajes relajantes, botellas de “champaws” (un agua con hierbas en formato de botella de champán), y hasta celebraciones de bodas entre perros con toda la parafernalia, incluyendo alfombra roja, velo para la novia y corbata para el novio.

Un perro posa junto a todo tipo de artículos de lujo. Imagen vía Getty.
Un perro posa junto a todo tipo de artículos de lujo. Imagen vía Getty.

Ante este despliegue de frivolidad es natural plantearse si tiene sentido desembolsar pequeñas fortunas en artículos y eventos que el animal ni siquiera va a disfrutar: tu perro necesita cariño, buena alimentación, ejercicio, descanso y atención veterinaria, si bien le importa bien poco llevar un collar de perlas o una sudadera de doscientos euros. Pero es que el cliente de estos caprichos no es el perro, es un propietario que puede querer tener “un gesto de amor” con su compañero o que simplemente está acostumbrado a comprarlo todo de marca y a rodearse de lujo en todos los aspectos de su vida.

Poner el foco en si es ético que se agasaje a los perros con lujos mientras hay tantos -perros y humanos- que apenas tienen para comer es perder de vista el verdadero trasfondo del asunto, la vieja y eterna cuestión: los ricos pueden ponerse el lavabo de oro, contaminar con viajes en avión privado o comprar comederos de marfil si se aburren. Sus perros no tienen la culpa.

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