Los últimos en resistir

Un cliente con cubrebocas en una tienda de golosinas en el popular Christkindle Holiday Market del centro de Chicago, el 19 de diciembre de 2022. (Jamie Kelter Davis/The New York Times).
Un cliente con cubrebocas en una tienda de golosinas en el popular Christkindle Holiday Market del centro de Chicago, el 19 de diciembre de 2022. (Jamie Kelter Davis/The New York Times).

Bitsy Cherry se había estado preparando para la pregunta desde que la mayoría de los miembros de un grupo de juegos de mesa que se había comenzado a reunir en línea durante la pandemia empezó a asistir a encuentros en persona hace unos meses.

Al igual que muchos del grupo cada vez más reducido de estadounidenses que siguen tomando precauciones como usar cubrebocas en espacios cerrados o limitar las interacciones cara a cara, Cherry, quien usa pronombres neutros en cuanto al género, había estado recibiendo presiones para volver a las rutinas previas al COVID-19 desde todos los frentes. Los consultorios médicos que han eliminado los protocolos de uso de cubrebocas le han pedido a Cherry que vaya a hacerse un examen físico. Sus amigos le han sugerido repetidas veces que una reunión en el patio podía ser suficientemente segura. Hasta el presidente Joe Biden, en declaraciones al programa “60 Minutes” de CBS, había declarado que la pandemia había “terminado”.

Pero cuando el organizador del juego de mesa finalmente preguntó este mes si Cherry se sentía en condiciones de volver a reunirse en el campus de la Universidad de Cornell en Ithaca, Nueva York, Cherry no supo qué responder. El grupo de juegos en línea de los sábados por la tarde se había convertido en un escape social clave para Cherry, quien ha permanecido en gran parte en confinamiento en casa junto con su pareja, Nathanael Nerode, desde marzo de 2020 debido a un trastorno autoinmunitario que eleva el riesgo de un desarrollo grave de COVID-19.

“Eso me inquietó”, afirmó Cherry en una entrevista. “Todo este tiempo no he parado de preguntarme: ¿cuándo van a decidir que ya no quieren hacer esto en línea?”.

Para muchos estadounidenses que siguen haciendo esfuerzos por evitar contagiarse de coronavirus, este se ha convertido en el momento más solitario desde el comienzo de la pandemia.

Las clases de entrenamientos físicos han suspendido en gran medida las sesiones remotas. Los familiares y los empleadores esperan que la gente asista a los eventos festivos. Los vulnerables y reacios al riesgo se están convirtiendo en las raras personas que usan cubrebocas en el transporte público, en lugares de culto y en las oficinas y tiendas.

A pesar de que los casos y las hospitalizaciones por COVID-19 se han incrementado en todo el país durante el último mes, las autoridades gubernamentales están eludiendo la obligatoriedad del uso de cubrebocas, aunque los funcionarios de algunas ciudades, como Nueva York y Los Ángeles, han recomendado en días recientes el uso de cubrebocas en lugares públicos, y citan una “tripledemia” que incluye la influenza y el virus sincitial respiratorio, conocido como VSR.

Un cliente con cubrebocas en una tienda de golosinas en el popular Christkindle Holiday Market del centro de Chicago, el 19 de diciembre de 2022. (Jamie Kelter Davis/The New York Times).
Un cliente con cubrebocas en una tienda de golosinas en el popular Christkindle Holiday Market del centro de Chicago, el 19 de diciembre de 2022. (Jamie Kelter Davis/The New York Times).

Algunos afirman que es difícil no sentirse juzgados como dramáticos, incluso cuando la evidencia sugiere que tienen razón al ser cautelosos. Muchos aseguran que enfrentan presiones, internas y externas, para adaptarse a las cambiantes normas sociales en torno a un virus que otros tratan como algo perteneciente al pasado.

“Ahora siento que me observan cuando uso el cubrebocas, y eso que no soy una persona paranoica”, afirmó Andrew Gold, de 66 años, quien hace poco fue el único invitado con cubrebocas en una pequeña fiesta en su vecindario en el distrito de Manhattan de la ciudad de Nueva York. “La vibra que recibo es de: ‘¿De verdad es necesario eso?’”.

Más del 90 por ciento de los estadounidenses afirmaron haber usado cubrebocas al menos parte del tiempo en diciembre de 2020, y el 69 por ciento lo hizo en diciembre de 2021, según encuestas de Ipsos, una firma de investigación. Este mes, ese número se ha reducido al 30 por ciento, y solo el 10 por ciento afirma que utiliza cubrebocas en todo momento fuera de su hogar.

La disminución en el uso de cubrebocas se produjo después de que los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades flexibilizaran la recomendación de su uso esta primavera. El experto en virus Trevor Bedford, del Instituto del Cáncer Fred Hutchinson en Seattle, ha estimado que el riesgo de COVID-19 es similar al de la gripe, con 1 muerte en 20.000 infecciones, es decir, cerca de una décima parte de lo que era originalmente, cuando representaba 1 muerte en cada 200 contagios.

Las hospitalizaciones han comenzado a estabilizarse en fechas recientes, pero los casos están aumentando en algunos estados, y el noreste del país sigue siendo una zona problemática. Los expertos temen que las reuniones navideñas y el declive en las tasas de vacunación puedan provocar un aumento de hospitalizaciones y casos en enero. El COVID-19 sigue siendo la tercera causa principal de muerte en el país: 400 personas mueren al día por el coronavirus.

Pero evitar la infección implica nuevas disyuntivas.

Alice Barton, una médica jubilada de 69 años de Austin, Texas, quien padece asma grave, por ejemplo, se ha acostumbrado a ser la única persona que usa cubrebocas, incluso en los consultorios médicos. Además, se ha resistido a las súplicas de los miembros de su clase de yoga previa a la pandemia para que regrese.

“La gente siempre comenta que seguramente solo estoy asustada, que algo me pasa”, afirmó Barton. “Nunca me había sentido tan aislada”.

En las redes sociales, muchos de quienes siguen reacios al riesgo del COVID-19 reportan recibir súplicas para asistir a reuniones festivas que temen los expongan a riesgos de salud inaceptables. Muchos se negaron a hablar de manera oficial, por temor a represalias o burlas por parte de empleadores o grupos sociales. Otros afirman que el cambio en las actitudes en ocasiones les ha hecho cuestionarse a sí mismos.

“Siento que ha habido un reordenamiento en el universo de los riesgos”, afirmó Tanya Keith, de 51 años, de Des Moines, Iowa, quien forma parte del grupo de Facebook para padres que siguen tomando precauciones contra el COVID-19 llamado “Still COVIDing: Parents Edition”. “Ahora es como si yo fuera uno de los locos”.

Keith evita los restaurantes y siempre utiliza cubrebocas en espacios cerrados. Sus hijos usan cubrebocas en la escuela. No tiene padecimientos de salud que la pongan en mayor riesgo de una enfermedad grave de COVID-19, pero ya contrajo el virus en una oportunidad, sufrió síntomas persistentes y no tiene tiempo para estar enferma, afirmó.

La parte más difícil, aseguró Keith, ha sido sentirse fuera de sintonía con el círculo de amigos de tendencia liberal que solían compartir los protocolos de seguridad contra el COVID-19 de su familia. Ahora, algunas de las personas a las que había compadecido por una ley de Iowa que prohibía a las escuelas exigir el uso de cubrebocas, ya ni siquiera los usan de forma rutinaria.

En una sinagoga donde se solía exigir el uso de cubrebocas, Keith y su familia descubrieron que fueron casi los únicos en usarlos durante la ceremonia de consagración de su hija. Y aunque se dejó convencer por un amigo de ir a un bar a ver un partido de la Copa Mundial, una actividad social que eludió en particular este año, afirmó que se sintió incapaz de disfrutar de la camaradería habitual del fútbol.

“‘¿Qué estamos haciendo aquí?’, fue lo que sentí. Nada ha cambiado. El COVID-19 todavía no es ‘un mero resfriado’”, afirmó Keith.

Para personas como ese amigo, Steve Wilke-Shapiro, transitar la resistencia de las personas con las que solía estar en sintonía también es un nuevo desafío. Wilke-Shapiro, arquitecto, contó que se había resignado a contraer COVID-19 y que con las vacunas y las dosis de refuerzo haría “lo que pueda para evitarlo y, en su mayor parte, seguiré haciendo las cosas que disfruto hacer”.

“Le dije que la pasaríamos bien, que habría gente allí que no había visto en mucho tiempo”, recordó. Pero cuando Keith se negó a asistir al siguiente juego en el bar, no insistió. “Trato de leer entre líneas”, afirmó.

En ocasiones, los familiares y amigos pueden exasperarse un poco por la hiperpreocupación. Rafael Oro, un analista de negocios de 64 años en Union, Nueva Jersey, contó que le irrita la constante cautela de su esposa. Aunque él ya está listo para regresar a las rutinas previas a la pandemia, “todavía no hemos ido a ver ni una obra de teatro”, señaló.

“Si tienes una afección subyacente, por supuesto, ponte el cubrebocas”, afirmó Oro. “Pero si estás vacunado y tienes dosis de refuerzo, ¿en realidad vas a seguir teniendo miedo?”.

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