Los republicanos latinos consideran el debate una oportunidad desperdiciada para llegar a los votantes

El Partido Republicano ha emprendido una misión para abrirse camino entre los votantes hispanos, y el segundo debate presidencial se diseñó para transmitir ese mensaje: el escenario fue California, donde en la actualidad los latinos representan el mayor grupo demográfico racial o étnico. La cadena en español Univisión transmitió el evento en español e Ilia Calderón, la primera presentadora afrolatina de un noticiero en horario estelar en una de las principales cadenas de Estados Unidos, actuó como moderadora.

Sin embargo, las riñas y los ataques entre candidatos respecto a temas no relacionados con las comunidades latina e inmigrante tendieron a opacar las preguntas directas sobre el tema. Tan solo tres candidatos —el exgobernador Chris Christie de Nueva Jersey, el exvicepresidente Mike Pence y el senador Tim Scott de Carolina del Sur— se refirieron de manera directa a los latinos o a los hispanos. Y solo Pence dirigió su mensaje económico en específico a los votantes hispanos.

Dio la impresión de que el gobernador de Florida, Ron DeSantis, cuyo estado tiene la tercera población más grande de latinos, sugirió que no tenía necesidad de hacer propuestas específicas para los hispanos o independientes cuando había ganado por márgenes tan amplios en su estado de origen, incluido el condado de Miami-Dade, otrora bastión demócrata.

“Soy el único aquí que se ha metido en las grandes peleas y ha logrado grandes victorias para la gente de Florida”, destacó DeSantis. “Y eso es lo único importante”.

En entrevistas, votantes y estrategas latinos consideraron que el debate fue una oportunidad perdida para los republicanos: pocos candidatos hablaron directamente a los latinos o sobre ellos o afirmaron tener alguna afiliación cultural o familiaridad con ellos. Los aspirantes republicanos ofrecieron pocas propuestas de planes económicos para ayudar a los trabajadores o soluciones para mejorar los canales legales de inmigración. Los candidatos insistieron en describir la frontera sur del país como caótica y sin ley.

Mike Madrid, un experimentado asesor republicano de origen latino en California, mencionó que el lenguaje agresivo podría atraer el apoyo de los obreros republicanos de origen latino que no tienen un título universitario y que en los últimos años han seguido la tendencia de votar más por las opciones promovidas por los votantes blancos. Sin embargo, el debate tan solo fue una prueba más de que el partido ha abandonado sus intentos de ampliar su alcance más allá de los republicanos latinos que ya están en su base. Los republicanos están “consiguiendo más votantes latinos no gracias a sus notables esfuerzos, sino a pesar de ellos”, afirmó.

Según un análisis de 2022 del Centro de Investigaciones Pew, se calcula que en la actualidad los latinos representan unos 34,5 millones de votantes, es decir, el 14,3 por ciento del electorado estadounidense.

Aunque en general los votantes latinos mantienen su inclinación hacia los demócratas, el expresidente Donald Trump mejoró su desempeño con este grupo demográfico en 2020 a nivel nacional y en algunas zonas como el sur de Florida y el sur de Texas incluso logró avances considerables. El debate respecto a qué impulsó exactamente su atractivo todavía continúa.

Algunos análisis de resultados revelaron que su oposición a las restricciones por la pandemia de la COVID-19 promulgadas por las ciudades, que provocaron el cierre de lugares de trabajo, la promoción de su gobierno de las bajas tasas de desempleo latino y el apoyo a las empresas latinas ayudaron a persuadir a los votantes latinos para que se pusieran de su lado, aunque no estuvieran de acuerdo con su estrategia violenta y divisiva para el control de la inmigración.

Históricamente, alrededor de una tercera parte de los votantes latinos ha tendido a votar por candidatos presidenciales republicanos. Sin embargo, los republicanos latinos difieren de los no hispanos cuando se trata de las armas y la inmigración: menos republicanos hispanos creen que proteger el derecho a poseer armas es más importante que regular quién puede poseer armas y los republicanos hispanos son menos propensos a reclamar más medidas de seguridad fronteriza, según el Centro de Investigaciones Pew.

En el debate del miércoles, Calderón, quien es colombiana y ha ganado prominencia en Latinoamérica debido a sus reportajes incisivos sobre raza e inmigración, y los demás moderadores a menudo destacaron temas centrales para los latinos en Estados Unidos, como la desigualdad de ingresos, la violencia con armas y las bajas calificaciones de los estudiantes negros y latinos en matemáticas y lectura.

No obstante, en el escenario, la atención de los candidatos se centró con rapidez en otra cosa. DeSantis —el único candidato que ofrece una traducción al español de su sitio web— acusó a Washington de “acabar con el sueño americano”, una idea popular entre los trabajadores latinos, pero sobre todo se presentó como un guerrero cultural.

En respuesta a una pregunta sobre si apoyaría una vía hacia la ciudadanía para los 11 millones de personas que viven en Estados Unidos sin permiso legal, Christie habló de la necesidad de que los trabajadores inmigrantes cubran vacantes. Sin embargo, en su punto central, se comprometió a aumentar la presencia de soldados y agentes en la frontera con México y pidió que el asunto se trate como “lo que es, un problema de seguridad”.

Pence eludió a Calderón cuando insistió en preguntarle si trabajaría con el Congreso para conservar el programa de Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA, por su sigla en inglés). La iniciativa, la cual sigue en un limbo en los tribunales, protege de la deportación de manera temporal a unos 580.000 inmigrantes que viven en el país sin permiso legal y quienes han podido demostrar que los trajeron al país cuando eran niños, no tienen antecedentes penales graves y trabajan o van a la escuela, entre otros criterios. Alrededor del 91 por ciento de los demócratas e independientes de tendencia demócrata y el 54 por ciento de los republicanos y gente de tendencia republicana están a favor de una ley que les proporcione un estatus legal permanente a los beneficiarios del DACA.

Aunque Pence se describió como el único candidato que había emprendido antes la reforma del Congreso, no respondió de manera directa a la pregunta sobre el DACA.

Cuando se le preguntó cómo se acercaría a los votantes latinos, Scott destacó a su jefa de personal, de quien mencionó que era la única mujer hispana con ese puesto en el Senado y alguien a quien había contratado “porque era la persona más apta y cualificada que tenemos”. No obstante, en poco tiempo él también prefirió atacar a la rival de su estado natal, la exgobernadora Nikki Haley.

Los intercambios fueron una marcada diferencia respecto del debate presidencial de 2016, cuando el senador Marco Rubio y Jeb Bush, exgobernador de Florida, defendieron el acto de hablar en español y personalizaron sus experiencias con la inmigración y la comunidad latina.

Chuck Rocha, un estratega demócrata que ayudó a dirigir la campaña presidencial del senador Bernie Sanders durante el ciclo electoral pasado, comentó que también fueron distintos —y menos eficaces— que los de Trump. Faltaron las promesas de “regresar los empleos a Estados Unidos, comprar productos estadounidenses y drenar el pantano”, agregó Rocha, mensajes que, según él, tendían a resonar entre los latinos y los hombres latinos en particular.

“Sus campañas se han convertido en política del agravio a tal grado que nadie proyecta un mensaje positivo”, opinó Rocha.

c.2023 The New York Times Company