Sin renovación pese al malestar, Brasil se mete de lleno en la campaña electoral

RÍO DE JANEIRO.- Ahora sí, la campaña electoral en Brasil comienza de verdad. Hasta ayer, los partidos definieron las fórmulas presidenciales que, pese al reclamo social por una renovación política tras el huracán anticorrupción de la operación Lava Jato, están dominadas por figuras ya muy conocidas por los votantes.

La gran incógnita que persiste es cómo afectará la contienda para los comicios del 7 de octubre la eventual salida del candidato favorito, el encarcelado exmandatario Luiz Inacio Lula da Silva, cuyo nombre se espera sea impugnado por la Justicia Electoral en las próximas semanas.

"Existe una fragmentación muy grande, con 13 candidatos de identidades públicas muy fuertes que ya disputaron varias elecciones antes, y puede haber grandes sorpresas una vez que se determine la suerte de Lula", comentó a LA NACION el analista político Sergio Praça, profesor de la Fundación Getulio Vargas en Río de Janeiro.

Dispuesto a aprovechar al máximo la imagen del popular expresidente (2003-2010), quien desde hace cuatro meses cumple una condena a 12 años de cárcel por corrupción vinculada al Lava Jato, el Partido de los Trabajadores (PT) lanzó en las redes sociales una vigorosa campaña que muestra a Lula junto a pobres, ancianos y jóvenes militantes.

El PT sabe que son exiguas las chances de que el Tribunal Superior Electoral (TSE) apruebe la candidatura del detenido expresidente una vez que venza el plazo para el registro de las fórmulas, el próximo 15; es que según la legislación electoral (ley de ficha limpia), ninguna persona condenada en segunda instancia por un órgano colegiado puede competir por un cargo electivo.

Ante el inevitable rechazo del nombre de Lula, el PT eligió al exalcalde de la ciudad de San Pablo (2013-2017) Fernando Haddad, de 55 años, exministro de Educación durante las administraciones petistas (2005-2012), como candidato a vice y eventual sucesor de la titularidad de la fórmula. Haddad sería entonces acompañado en la boleta por la joven diputada Manuela D'Avila (36 años), del Partido Comunista Brasileño (PCdoB), que retiró a último momento su candidatura presidencial propia para apoyar al PT.

La defensa de Lula había indicado que pediría al Supremo Tribunal Federal (STF) que se autorizara al expresidente a competir mientras apelaba su condena ante las instancias superiores, y la Corte pensaba debatir el recurso el jueves, pero al final, ayer, los abogados del expresidente desistieron del intento. En cambio, la cúpula petista sí solicitó a la justicia que se permita a Lula participar del primer debate televisivo entre los candidatos presidenciales, el jueves por la noche en la cadena Band. La solicitud no tiene perspectivas de prosperar, pero serviría para alimentar el relato petista de que Lula es "víctima de una proscripción política".

Segundo colocado en las encuestas de preferencia de voto, el ultraderechista Jair Bolsonaro, del Partido Social Liberal (PSL) y diputado desde 1991, empezó su campaña junto a su candidato a vice, el polémico general de reserva Hamilton Mourão, y prometió que "habrá un montón de ministros militares" en su gobierno. Si su nombre ya era políticamente tóxico por sus controvertidas posturas a favor de la dictadura y en contra de mujeres, negros y gays, su elección de compañero de fórmula lo arrinconó aún más.

"Aunque Bolsonaro tiene un significativo número de seguidores derechistas (19% de las intenciones de voto), no consigue ampliar su base y la designación del general Mourão es un paso en la dirección contraria", apuntó el académico Praça. "La fórmula del PT también sigue anclada en el terreno de la izquierda, pero la incorporación de D'Avila puede atraer a muchos jóvenes", advirtió.

Otra candidata que decidió mantenerse sobre su eje fue la ecologista Marina Silva, de la Red Sustentabilidad (Red), exsenadora y exministra de Medio Ambiente de Lula (2003-2008), que irá acompañada del líder del Partido Verde, Eduardo Jorge. Pese a las simpatías que recoge en el público, Silva, que ya fue candidata presidencial en 2010 y 2014, no logró sellar alianzas políticas que le podrían dar el impulso necesario para pasar a un ballottage, el 28 de octubre.

Lo mismo le ocurrió al exgobernador de Ceará (1991-1994) Ciro Gomes, del Partido Democrático Laborista (PDT). No obstante haber sido ministro de Integración Nacional de Lula (2003-2006), entró en conflicto con el PT y quedó aislado a la hora de formar coaliciones. Finalmente eligió como candidata a vice a la senadora Katia Abreu (también del PDT), exministra de Agricultura de Dilma Rousseff.

Muy diferente ha sido la estrategia del exgobernador de San Pablo (2011-2018) Geraldo Alckmin, del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), que hizo grandes esfuerzos por asociarse a todas las fuerzas del llamado "centrão", aunque muchos de sus miembros han sido salpicados por las denuncias de corrupción del Lava Jato.

Con una alianza amplia que le garantiza el mayor tiempo en el horario de propaganda gratuita en radio y televisión así como una sólida estructura a nivel municipal y estatal en todo el país, Alckmin se perfila ahora con empuje suficiente para alcanzar la delantera desde el fondo, junto a su compañera de fórmula, la senadora Ana Amelia Lemos (Partido Progresista).

En el cuartel general socialdemócrata ya se piensa en focalizar todos los ataques ahora en contra de Bolsonaro y se apuesta en un duelo con algún candidato de izquierda para el ballottage. Pero las elecciones brasileñas suelen estar repletas de sobresaltos y el escenario puede cambiar mucho en los próximos dos meses.