¿Las redes sociales perpetúan la desigualdad?

Para algunas personas, las redes sociales son intrascendentes: una foto de un gato por aquí, un tropezón con una cáscara de plátano en TikTok por allá. Para otros, las redes sociales lo dominan todo: una catapulta sin barreras hacia la ansiedad, la autolesión y la depresión.

Cada quien con su internet.

Aun así, podemos hacer algunas generalizaciones sobre su impacto. Sabemos que el uso de las redes sociales puede dañar la salud mental. Sabemos que afecta de manera desproporcionada a los jóvenes. Tanto el director general de sanidad como la Asociación Estadounidense de Psicología han publicado este año advertencias sanitarias al respecto. Y sabemos que las chicas, que utilizan las redes sociales más que los chicos, se ven afectadas de un modo desproporcionado.

Sin embargo, el uso de las redes sociales también varía en función de la raza y la etnia, y se habla mucho menos de ello. Según un nuevo estudio del Centro de Investigaciones Pew, los adolescentes negros e hispanos de 13 a 17 años pasan mucho más tiempo en la mayoría de las aplicaciones de las redes sociales que sus compañeros blancos. Por ejemplo, un tercio de los adolescentes hispanos dicen que están “casi constantemente” en TikTok, en comparación con una quinta parte de los adolescentes negros y una décima parte de los adolescentes blancos. Los porcentajes más altos de adolescentes hispanos (el 27 por ciento) y negros (el 23 por ciento) están casi constantemente en YouTube en comparación con los adolescentes blancos (el 9 por ciento); la misma tendencia es exacta para Instagram.

En general, el 55 por ciento de los adolescentes hispanos y el 54 por ciento de los adolescentes negros afirman estar conectados a internet casi constantemente, frente al 38 por ciento de los adolescentes blancos; según otro estudio, los niños negros e hispanos de entre 8 y 12 años también utilizan las redes sociales más que sus homólogos blancos.

Lo que aún no entendemos del todo es por qué.

Pero es importante discernir las razones de estas diferencias y explorar sus implicaciones, sobre todo teniendo en cuenta que las primeras investigaciones sobre el uso de las redes sociales, según algunos investigadores, se centraron casi exclusivamente en los adolescentes blancos.

“Que estos niños estén pegados a una computadora es preocupante”, me dijo Amanda Calhoun, investigadora clínica del Centro de Estudios Infantiles de Yale que estudia la raza y los medios digitales.

“Pero también tenemos que preguntarnos por qué se sienten tan atraídos por las redes sociales. ¿Son los mensajes de las redes sociales los que exacerban la depresión y la ansiedad o la depresión y la ansiedad ya existían de antemano y las redes sociales son una manera de automedicarse?”.

Linda Charmaraman, directora del Laboratorio de Investigación sobre Juventud, Medios de Comunicación y Bienestar del Wellesley Centers for Women, me dijo que los niños negros y latinos utilizan las redes sociales de un modo diferente a los niños blancos. “En los hogares donde viven jóvenes de color es culturalmente más aceptable usar la tecnología por razones sociales y académicas en comparación con los hogares blancos”, aseguró Charmaraman. “Los padres no se preocupan tanto por ello. No hay tanta vergüenza al respecto”.

WhatsApp, muy popular en América Latina, es más utilizado por los adolescentes hispanos que por otros grupos demográficos de las mismas edades. Los adolescentes hispanos también actúan a menudo como “intermediarios digitales” para sus padres, que pueden tener menos conocimientos de inglés y de informática.

No es sorprendente que las disparidades en el uso de las redes sociales reflejen desigualdades en el mundo real. Sobre todo, porque con sus bajos niveles de ingresos, los adolescentes negros e hispanos tienen menos probabilidades de tener acceso a banda ancha o computadoras en casa. Esto hace que utilicen de manera desproporcionada sus celulares, donde las aplicaciones de las redes sociales emiten sonidos, alertas y notificaciones. Lucia Magis-Weinberg, profesora adjunta de Psicología de la Universidad de Washington que estudia a los adolescentes y la tecnología, comparó el uso de internet en el celular con el buceo superficial, mientras que las computadoras permiten más bien hacer submarinismo.

Los teléfonos, al menos, siempre están ahí. “Sabemos que los jóvenes de comunidades minoritarias tienen que trasladarse en distancias más largas, menos oportunidades de realizar actividades extraescolares y menos recursos”, me dijo Magis-Weinberg. Es posible que no dispongan de espacios seguros para pasar el rato con amigos cerca; las redes sociales son una opción más accesible. “Pero tenemos que preguntarnos”, añadió Magis-Weinberg, “¿qué elemento está desplazando el uso de las redes sociales?”.

La respuesta, según los expertos, incluye la participación en deportes, la socialización en persona, los clubes y actividades extraescolares, la exploración al aire libre, la lectura y mucho más.

En particular, pensemos en la lectura, que está relacionada con el bienestar mental y el rendimiento escolar. Según el último informe de Scholastic Kids and Family Reading Report, el porcentaje de niños de 6 a 17 años que leen con frecuencia por placer descendió al 28 por ciento en 2022, frente al 37 por ciento en 2010. Estas cifras caen en picada a medida que los niños crecen: el 46 por ciento de los niños de 6 a 8 años leerán con frecuencia en 2022, frente a solo el 18 por ciento de los niños de 12 a 17 años. Y estos descensos están ligados al uso de internet. Todo esto plantea la posibilidad de que las disparidades en el uso de internet intensifiquen a su vez los descensos generales y las diferencias existentes en la lectura entre grupos raciales entre los adultos. El tiempo medio diario de lectura per cápita por etnia en 2022 fue de 0,29 horas para los adultos blancos, 0,12 para los adultos negros y 0,10 para los hispanos.

En otras palabras, uno de los peligros es que las redes sociales no solo reflejen las disparidades del mundo real, sino que también podrían exacerbarlas.

Un mayor uso de las redes sociales por parte de los jóvenes negros e hispanos “puede contribuir a perpetuar la desigualdad en la sociedad, ya que se ha demostrado que los mayores niveles de uso de las redes sociales entre los niños están relacionados con efectos adversos como la depresión y la ansiedad, el sueño inadecuado, los trastornos alimentarios, la baja autoestima y una mayor exposición al acoso en línea”, me dijo Jim Steyer, fundador de Common Sense Media.

Como suele ocurrir, es probable que los niños más afectados sean los menos preparados para afrontar las consecuencias. Akeem Marsh, director médico de la Home of Integrated Behavioral Health de The New York Foundling, una agencia de servicios sociales, dijo que entre los cientos de niños, en su mayoría negros e hispanos, que atiende procedentes de comunidades con menos recursos, el uso de las redes sociales suele ser una de las principales preocupaciones o surge en el tratamiento. Los niños que las usan con frecuencia suelen responder con traumas y ansiedad constante.

“La manera en que el uso de las redes sociales se presenta es como algo activamente perjudicial”, me dijo Marsh. Los niños de estas comunidades ya tienen pocas ventajas, explicó. Puede que no tengan acceso a programas extraescolares. A menudo viven en hogares monoparentales. Carecen de sistemas de apoyo. “Creo que a largo plazo”, dijo, “vamos a ver diferencias reales en el impacto”.

Para comprender mejor cómo podría ser ese largo plazo, debemos ir más allá de la investigación adicional. Necesitamos también una mayor concientización sobre las disparidades y, muy probablemente, acción inmediata. Lo que no necesitamos es otra “repentina” toma de conciencia, pero, por desgracia tardía, de que algo ha salido muy muy mal con los niños de Estados Unidos, pero estábamos demasiado ocupados mirando hacia otro lado.

c.2023 The New York Times Company