Realidad virtual, espacio político

La realidad es una afectación sensual, quedó demostrado desde la “caverna de Platón”, en ella hay un mundo de “apariencias y sombras”. Empero, en la misma realidad hay cosas que no son percibidas por los sentidos, las ideas, un mundo de verdades que van de la ignorancia a la duda razonada. Ideas y conceptos crean y recrean otra realidad, que por vía sensible no se completa, se presenta la idea, su conceptualización permite explicarlas. La escolástica nos llevó a entender al mundo solo por vía de la realidad física, dejó en segundo término la realidad eidética, el noúmeno, lo pensado, lo que se pretende decir, según Kant.

La realidad del mundo de los sentidos, son el tiempo y el espacio, que padecen movimiento, obsolescencia, cambio… La realidad del mundo de las ideas se somete al tiempo y al espacio de manera diferente, salvo los sueños olvidados que no existen, las ideas al ser manifestadas no tienen cambios, solo evoluciones que justifican nuevas ideas. Recordar, evocar, conmemorar, salen del pasado para mostrar las ideas. Vivimos un mundo virtual, una simulación que crea otras realidades. Quedó explicado por Platón, salir de la cueva para conocer la realidad, sin embargo, pasó de la realidad de las sombras a otro tipo de realidades.

La circunstancia que vivimos, su vivencia combina la realidad física con la realidad eidética, la pedagogía del estagirita nos hace una analogía del mundo real, el que nos provee la sensibilidad y el mundo virtual, las ideas en imágenes, palabras, datos… Aristóteles no estuvo de acuerdo, pues para él la realidad es solo una, materia y forma, solo que en su metafísica la potencia queda atrapada en lo virtual. Descartes convocó a dudar de la realidad, con ello creó su método científico gambusino de la verdad, la existencia del sujeto dubitativo, “cogito, ergo sum”.

La realidad virtual es una cartografía en la que se inventan experiencias de diligencias que sabemos por otros métodos. Pensemos en un mitin de campaña electoral virtual, se organiza en su logística y nichos tecnológicos que posibilitan “en conexión” una concentración de personas que escuchen una propuesta e incluso con posibilidad de deliberar. Se puede contar con una aplicación que apoye esta experiencia por la que se asuma el rol de ciudadanía. Es decir, una realidad virtual no es irreal, tampoco incondicional, es un mundo que contiene una realidad que permite la experiencia sensorial que es real y que transita por los sentidos. El o la candidata emite un mensaje que es escuchado por una multitud en modo virtual que tendrá consecuentes de simpatía o antipatía electoral.

El apoyo dado o negado se hace realidad como voluntad ciudadana mediante el voto, para ello es preciso acreditarse con la credencial para votar con fotografía, que acredita el derecho de votar o ser votado. La credencial es esencialmente virtualidad, contiene, imágenes, información, datos personales, biométricos, claves… que implícitamente acreditan al titular del derecho, con ello queda demostrada la realidad de urnas con boletas de papel transformadas en votos fundamentados por una realidad virtual, la credencial, no solo es pasaporte democrático, también es documento de identificación de las y los mexicanos mayores de 18 años. Tiene una virtud más, que poco se le acredita en los debates por la dignidad de la mujer, fue la credencial para votar con fotografía la que supero siglos de mujeres subsumidas “por ser de alguien”, en antaño una mujer casada fue, por ejemplo, Fulanita X DE MARTÍNEZ, le pertenecía al tal Martínez; en hogaño es Fulanita CON SUS APELLIDOS, le da certeza, virtudes, individualidad, libertad, autonomía…

Sigamos con el mitin, la comunicación política virtual implica una desaparición física de la persona, del espacio en que se encuentra, para acceder a la ilusión de imágenes que engendran una realidad consistente. Suprimir una realidad para acceder a otra, tiene una genuina experiencia, la realidad virtual es tan valiosa como la realidad física. Si a lo virtual le otorgamos realidad, “ergo”, las experiencias vividas son tan reales como las primeras.

En ese mérito no me explico por qué los partidos políticos y sus candidaturas no hacen uso de esta perspectiva, cuál es la razón de insistir en promover la alucinación, que las imágenes, los sonidos, el movimiento, los contenidos no se ajustan a una pedagogía política; no encuentro la razón de no limitar el ejercicio de la ilusión, la adecuación mental afectada por falsas percepciones, por los datos erróneos. Tienen todo para hacer de la realidad virtual un espacio político de campaña que demanda un cambio real, conocer la realidad, la vivencia que nos hace comprender las realidades en la cual estamos inmersos. Es urgente que aprendan a percibir las realidades que el siglo XXI ofrece. La realidad virtual no puede estar en la trastienda, en política es real y no ilusoria.