Quién es Rafael Mariano Grossi, el argentino que negocia con Vladimir Putin y Volodimir Zelensky
El argentino Rafael Mariano Grossi tomó un gran protagonismo a nivel mundial como director del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) ya que es quien, en medio de la guerra, lleva adelante las conversaciones con los mandatarios de Rusia y Ucrania, Vladimir Putin y Volodomir Zelensky, para que se establezca una zona de no bombardeos en la provincia de Zaporiyia, donde se encuentra la central nuclear más grande del continente.
Desde su puesto, las tareas de Grossi fueron claves en varios conflictos entre países en los que es imperante un control de su poder nuclear. Ya en marzo se había ofrecido para mediar entre Rusia y Ucrania, ya que la central de Zaporiyia se encuentra en el frente de batalla tras ser tomada por el Ejército del Kremlin. El principal temor de la OIEA es que se corte el suministro eléctrico de la red externa de la planta, algo que sucede en ocasiones debido a los bombardeos de uno y otro país. La falta de energía podría ser fatal ya que con ella se mantiene la refrigeración de los reactores. Un sobrecalentamiento permanente de ellos podría generar una catástrofe nuclear.
“Muchos me preguntan de cero a diez cuál es la posibilidad de un accidente en Zaporiyia y es cero o es diez, o quizás, once. Porque mientras ayer pudo no haber pasado nada, hoy estamos conversando y cae un obús en medio del lugar donde están almacenados los combustibles ya irradiados y tenemos una emergencia radiológica”, advirtió Grossi el mes pasado en una entrevista exclusiva con LA NACION.
Al respecto, el gobierno de Zelensky, que antes de la guerra controlaba la planta ubicada en el sureste de Ucrania, llegó a advertir que si la central estallaba, se produciría un impacto “diez veces más grande que el de Chernobyl” de 1986, hasta ahora el mayor accidente atómico de la historia. Además remarcó que significaría “el fin” de la vida en el Viejo Continente.
Experiencia, conocimientos y diplomacia
Son muchos los que confían en las negociaciones que está llevando a cabo Grossi, quien se reunió con Zelensky hace unos días y esta semana con Putin. Esa confianza se basa en que el año pasado ofició de mediador entre Estados Unidos e Irán y logró un acuerdo in extremis con Teherán, que le permitió al OIEA monitorear el programa nuclear islámico por tres meses, una maniobra inteligente para intentar salvar el Plan de Acción Integral Conjunto (PAIC) firmado en 2015.
El PAIC, firmado en 2015, representó un gran logro para la presidencia de Barack Obama porque garantizaba la no producción de armas nucleares por parte de Irán por un período de 15 años a cambio de que se levantaran las sanciones económicas sobre ese país. En la gestión de Donald Trump, Estados Unidos estuvo fuera del pacto, hasta la asunción de Joe Biden.
Grossi tiene 61 años, nació en el barrio porteño de Almagro, tiene ocho hijos de dos matrimonios y está casado con la diplomática argentina Cinthia Echavarría. Es licenciado en Ciencias Políticas, egresado de la UCA; tiene una maestría en Relaciones Internacionales y un doctorado en Historia y Política Internacional, ambos de la Universidad de Ginebra. Habla inglés, francés, alemán e italiano.
Además de ser un diplomático de carrera con más de 35 años de experiencia profesional, se formó en el Centro Atómico de Ezeiza y en el Invap, por lo que es especialista en tecnologías y aplicaciones nucleares y en ciencia nuclear.
En 1993, participó como negociador de la Argentina en el Tratado de prohibición de Armas Químicas que se firmó ese año.
En 2002, fue nombrado jefe de gabinete de la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas (OPAQ), con sede en La Haya. Allí asumió tareas muy delicadas, en especial las referidas al cumplimiento por parte de los Estados miembros, incluida la verificación de la destrucción de las reservas de armas químicas.
En 2015, presidió la Conferencia Diplomática sobre la Convención de Seguridad Nuclear, cuyo objetivo era llegar a establecer pautas mundiales sobre seguridad relacionada con energía atómica después del accidente en la central nuclear de Fukushima, Japón, en 2011.
Desde esa conferencia, se logró disipar las diferencias entre los Estados contratantes en cuestiones delicadas y muchas veces divisorias sobre seguridad nuclear, y se aprobó de manera unánime una declaración sobre seguridad nuclear.
En noviembre de 2017, cuando desapareció el submarino ARA San Juan, fue uno de los especialistas que sugirió que la “anomalía hidroacústica” registrada en el Océano Pacífico poco después de que se iniciara la búsqueda podía tener una vinculación con el navío. Esa sugerencia la realizó como representante de la Organización del Tratado de Prohibición Completa de los Ensayos Nucleares.
En diciembre de 2019, Grossi asumió como director de la OIEA, lo que marcó un hito ya que es la primera persona que proviene de América Latina en liderar ese organismo. Su mandato es por cuatro años, pero no hay un límite de reelección. Según él mismo subraya, su papel “no tiene ninguna intencionalidad política”, no busca beneficiar a un país u otro, sino que debe “hacer cumplir los acuerdos sobre energía atómica” para regular y controlar las actividades y lograr el objetivo de máxima comprendido en el artículo II de su estatuto: “El organismo procurará acelerar y aumentar la contribución de la energía atómica a la paz, la salud y la prosperidad en el mundo entero”.