Al régimen cubano solo le importa “el cash” | Opinión

Los tres de siempre, los regímenes de Cuba, Venezuela y Nicaragua corrieron a declarar su apoyo a Vladimir Putin durante la breve y extraña “insurrección” de los mercenarios rusos. Solo que en el caso cubano hay que añadir insulto a la injuria.

En su escueta declaración contra la rebelión del grupo mercenario Wagner, Putin demostró —una vez más— su mentalidad retrógrada: comparó la sublevación con la revolución de 1917 que destruyó el Imperio Ruso, “cuando el país estaba librando la Primera Guerra Mundial, pero le robaron la victoria”.

Luego agregó: “No permitiremos que esto se repita. Defenderemos a nuestro pueblo y nuestro Estado contra todas las amenazas, incluida la traición interna.

Y a lo que nos enfrentamos es precisamente a la traición. Las ambiciones desenfrenadas y los intereses personales han provocado la traición a nuestro país y a nuestro pueblo”.

El discurso grabado de cinco minutos demostró de nuevo que el gobernante ruso busca hacer retroceder su país a la época del imperio zarista.

Sin embargo, en este caso, Putin se está fundamentando en el peor ejemplo y lo está analizando erróneamente: la revolución de octubre no fue causa para la derrota rusa en la Primera Guerra Mundial. Todo lo contrario, la revolución bolchevique triunfa precisamente porque la causa bélica estaba perdida.

La Rusia zarista no pierde la guerra por una “traición interna”, sino por su incapacidad bélica, los múltiples errores estratégicos y el desastre del matrimonio monárquico en el poder, que sacrificó inútilmente miles de vidas rusas.

Y ahora Putin está repitiendo lo mismo en su guerra estúpida con Ucrania. Pero en lo que respecta al régimen cubano —dejo para los nacionales respectivos los comentarios sobre los tiranuelos de los otros dos países—, resulta un insulto y un bochorno desde una perspectiva histórica pasar por alto dicha referencia a la en otros tiempos considerada “Gloriosa Revolución de Octubre”. Que los funcionarios, ideólogos y simpatizantes del Gobierno de La Habana lo omitan, sin al menos un comentario, es una vergüenza. Ellos, tan dados a meter las narices en donde no los mandan.

Así, mientras en Europa y Estados Unidos, gobernantes, políticos, opositores y votantes se encierran en batallas culturales —malgastan su tiempo en muchas ocasiones— de todo tipo, que trascienden la economía y los beneficios laborales y sociales, en Cuba los debates ideológicos desaparecen, sustituidos por el hambre y la represión —¿no lo han estado siempre?—, y donde lo único que importa es buscar quien les regale un mendrugo de pan. No es por madurez política ni por dedicarse a lo concreto que lo hacen, es porque son unos “miserientos”.

Siempre ha sido así, pero ahora lo es con más desparpajo que antes. Cualquier estudioso del marxismo que trate de analizar el proceso revolucionario cubano descubre que se enfrenta a una cronología de vaivenes, donde los conceptos de ortodoxia, revisionismo, fidelidad a los principios del internacionalismo proletario, centralismo democrático, desarrollo económico y otros se mezclan en un ajiaco condimentado según la astucia, primero de Fidel Castro y luego de su hermano.

Hoy día todo es más triste para los cubanos, patético para los más viejos que conocieron otros tiempos, malos y peores pero menos crudos de miseria ideológica. Aunque fuera una mentira dosificada o la fuerza.

Ahora Miguel Díaz-Canel o al que le toque estar al frente, repite los vaivenes mientras estira la mano para otra limosnita, al son que le pongan por delante.