Ella no quería que le hicieran un examen pélvico, pero se lo hicieron de todas formas

Sarah Wright, profesora de Ciencias, en su casa en Madison, Wisconsin, el 8 de febrero de 2020. (Taylor Glascock/para The New York Times)
Sarah Wright, profesora de Ciencias, en su casa en Madison, Wisconsin, el 8 de febrero de 2020. (Taylor Glascock/para The New York Times)

Janine, una enfermera de Arizona, fue ingresada al hospital para que le realizaran una operación estomacal en 2017. Antes del procedimiento, le dijo a su médico que no quería que los estudiantes de medicina participaran directamente en su caso. Sin embargo, tras la operación, Janine dijo que, cuando se desvanecieron los efectos de la anestesia, un residente la visitó para informarle que le había venido la menstruación; lo había notado mientras le realizaba un examen pélvico.

“¿Qué examen pélvico?”, preguntó Janine, de 33 años. Angustiada, intentó averiguar qué había ocurrido mientras estuvo inconsciente. ¿Por qué habían inspeccionado sus órganos sexuales durante una operación abdominal y por qué lo había hecho un estudiante de medicina? Después, según relató Janine, su médico le explicó que el equipo quirúrgico había notado que ya le tocaba hacerse un papanicolaou.

Janine rompió en llanto. “Empecé a tener ataques de pánico tratando de entender qué había pasado”, recordó en una entrevista. “Había sido víctima de abuso sexual en el pasado, y eso me trajo muy malos recuerdos”.

Se sintió aún más desconcertada como profesional de la salud: “Los pacientes depositan mucha confianza en la profesión médica, en particular con respecto a temas delicados como someterse a anestesia general”. (Janine solicitó que se le identificara solo por su segundo nombre. El hospital se rehusó a ofrecer comentarios sobre sus políticas relacionadas con el consentimiento informado para las examinaciones pélvicas).

Los exámenes pélvicos implican una inspección física de las áreas más sensibles del cuerpo de una mujer. Por lo general, estas exploraciones se realizan mientras la paciente está despierta y consciente en un consultorio ginecológico, por voluntad propia, para confirmar que esté libre de ciertos tipos de cáncer, infecciones y otros problemas reproductivos de salud.

No obstante, en muchos estados e instituciones sanitarias, no se requiere que los médicos obtengan la autorización explícita de la paciente para llevar a cabo el procedimiento. En ocasiones, los exámenes se llevan a cabo —por médicos especializados o médicos en periodo de formación— mientras las mujeres están anestesiadas porque les van a realizar operaciones ginecológicas o de otro tipo. A menudo se considera que estas examinaciones son necesarias en términos médicos, pero en algunos casos se hacen solo para el beneficio educativo de los futuros galenos. En algunos hospitales, los doctores informan de antemano a la paciente sobre el procedimiento o describen los particulares al detalle en formularios de consentimiento, pero en otros no se pone al tanto a las mujeres.

No hay cifras que indiquen cuántos exámenes pélvicos se han realizado a nivel nacional sin consentimiento, pero los sondeos regionales sugieren que la práctica no es poco común. Una encuesta de 2005 realizada en la Universidad de Oklahoma reveló que gran parte de los estudiantes de medicina había realizado exámenes pélvicos a pacientes inconscientes, y en casi 3 de 4 ocasiones sospechaban que no se había solicitado una autorización informada.

En 2018, Phoebe Friesen, especialista en ética biomédica de la Universidad McGill, atrajo la atención a este asunto con artículos publicados en las revistas Bioethics y Slate, los cuales dieron pie a que salieran a la luz historias de mujeres con la etiqueta #MeTooPelvic (#YoTambiénPélvico). Friesen se enteró de este asunto mientras impartía un seminario de bioética en el Hospital Monte Sinaí en Nueva York. Escuchó lo que decían algunos estudiantes, que se reducía a: “Puedo poner las manos en la vagina de esta mujer porque contribuye a mi formación”.

Sarah Wright, profesora de Ciencias en Madison, Wisconsin, dijo que recibió un diagnóstico de vulvodinia tras una operación en 2009. Se preguntó cómo una intervención que se realizó mediante incisiones en su abdomen pudo haber involucrado sus órganos sexuales, y llegó a la conclusión de que se había utilizado un manipulador uterino para el procedimiento o le habían hecho un examen pélvico sin que ella lo supiera. Así que cuando programó otra operación en el sistema hospitalario de la Facultad de Medicina y Salud Pública de la Universidad de Wisconsin en 2018, solicitó que la dejaran redactar su propio contrato de consentimiento.

“Estar inconsciente sobre una mesa quirúrgica es el estado de mayor vulnerabilidad para una mujer”, dijo Wright. “Si alguien va a penetrar la vagina de una paciente con sus manos o un instrumento, ella necesita saberlo”.

Wright comentó que los administradores del departamento rechazaron su solicitud. “Me dijeron: ‘¿Este es un factor decisivo para usted? Porque, si es así, debería operarse en otro lugar’”. El mes pasado, Wright testificó ante la legislatura de Wisconsin a favor de un proyecto de ley en torno al consentimiento informado.

La Facultad de Medicina y Salud Pública de la Universidad de Wisconsin se negó a dar comentarios sobre los detalles del caso de Wright. En 2019, la Facultad de Medicina y Salud Pública adoptó una nueva política que requiere que los médicos obtengan el consentimiento informado de los pacientes para que los estudiantes puedan realizarles exámenes delicados mientras están anestesiados, los cuales además deben estar relacionados con la atención rutinaria.

“La formalización de la política de los exámenes delicados establece normas claras, específicas y utilizadas de manera universal para los procesos de consentimiento en exámenes pélvicos, urogenitales, rectales, de senos y de próstata”, dijo Laurel Rice, presidenta del departamento de obstetricia y ginecología de la Facultad de Medicina y Salud Pública de la Universidad de Wisconsin.

El año pasado, una ola de proyectos de ley prohibieron los exámenes pélvicos no autorizados en once estados. Maryland, Utah, Nueva York y Delaware aprobaron leyes que exigen el consentimiento informado, con lo que se sumaron a otros seis estados que ya cuentan con regulaciones similares. Una serie de instituciones médicas tienen sus propias políticas al respecto.

“Sabemos que no debemos tratar los cuerpos de las mujeres como si fueran una posesión, y eso también aplica en el campo de la medicina”, declaró Robin Fretwell Wilson, profesora de Derecho y decana adjunta de la Facultad de Derecho de la Universidad de Illinois, quien desde hace tiempo ha abogado por las leyes de consentimiento informado. “Con el movimiento ‘Me Too’ estamos en un momento en el que nos damos cuenta de eso”.

‘¿Es esto una pesadilla?’

A los estudiantes de medicina, llevar a cabo exámenes sin autorización de los pacientes puede causarles cierta incomodidad que desaparece con el tiempo. Pero para los pacientes, las cicatrices emocionales pueden ser más profundas y a veces pueden fracturar su confianza en todos los profesionales de la salud.

Una noche de 2007, Ashley Weitz condujo hasta una sala de emergencias en Salt Lake City, en el Hospital Intermountain Healthcare LDS, pues tenía vómito incontrolable. Le hicieron un ultrasonido y exámenes de sangre, el procedimiento habitual; su médico tratante le mencionó una lista de posibles enfermedades. Después le preguntó si podían hacerle un análisis para detectar infecciones de transmisión sexual. Weitz se negó; le explicó que era célibe y sobreviviente de abuso infantil, por lo que prefería abstenerse de ese análisis.

El médico le recetó prometazina, un sedante. Después, cuando recobró el conocimiento sus pies estaban sobre estribos metálicos y había un espéculo en su interior, frío y desconocido. Weitz gritó de desasosiego. Recordó que el médico le respondió: “Espera, ya casi termino”.

“Recuerdo que sentí dolor y confusión, pensé: ‘¿Es esto una pesadilla?’”, relató Weitz, de 36 años. “Tenía mucho sueño, estaba sedada. Lo siguiente que recuerdo es verlo guardar los hisopos de las muestras que había obtenido sin mi permiso”.

Weitz dijo que se habría sentido cómoda con el examen si le hubieran explicado mejor el propósito: “Si el doctor hubiera hablado más conmigo, entonces quizá le habría dado autorización para hacerlo. La falta de consentimiento fue lo que lo convirtió en algo traumático”.

Weitz testificó ante la legislatura de Utah a favor de una propuesta de ley en torno al consentimiento informado, que fue aprobada el año pasado. Un vocero del Hospital Intermountain Healthcare LDS dijo que sus “proveedores de salud no realizan exámenes ni procedimientos, entre ellos los exámenes pélvicos, sin el consentimiento informado de los pacientes, conforme a la ley actual de Utah”.

This article originally appeared in The New York Times.

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