Así es como las quemas pueden salvar a los bosques

Una quema nocturna en la Estación de Investigación Forestal Blodgett en Georgetown, California, el 13 de mayo de 2022. (Andri Tambunan/The New York Times).
Una quema nocturna en la Estación de Investigación Forestal Blodgett en Georgetown, California, el 13 de mayo de 2022. (Andri Tambunan/The New York Times).

GEORGETOWN, California — Olas de fuego arrasaron con el bosque de Sierra Nevada; levantaban el humo dejando la vegetación carbonizada a su paso, todo esto bajo la atenta mirada de un dron de gran potencia. Los instrumentos situados en el perímetro recogieron muestras de las partículas chamuscadas que se esparcían por el aire.

La quema prescrita, una práctica milenaria que elimina de los bosques los árboles pequeños, la broza y otras materias pequeñas que pueden contribuir a los incendios forestales, se está actualizando para el siglo XXI.

Dado que el cambio climático está secando la tierra y aumentando el peligro de incendios forestales, los científicos han empezado a usar tecnología de punta y modelos computacionales para que las quemas controladas de baja intensidad sean más seguras, eficaces y menos perjudiciales para las comunidades cercanas.

“El fuego nos dio la civilización, pero seguimos sin comprenderlo del todo”, expresó Tirtha Banerjee de la Universidad de California, campus Irvine, al ver cómo ardía en llamas una gran pila de ramas de árboles.

Si bien las quemas prescritas son útiles para cuidar los bosques, también son difíciles de llevar a cabo: son costosas, exigen mucho trabajo y dependen de que las condiciones meteorológicas sean favorables, lo cual sucede cada vez menos. Incluso las quemas bien planificadas pueden resultar desastrosas, como cuando, debido a las ráfagas de viento, una quema iniciada por el Servicio Forestal de Estados Unidos esta primavera devino en el mayor incendio forestal registrado en Nuevo México.

Los científicos creen que se puede hacer algo mejor. Hace poco, varios equipos se congregaron en la Estación de Investigación Forestal Blodgett en el noreste de Sacramento, California, un área arbolada llena de pinos ponderosa, abeto de Douglas y cedro de incienso. Una quema planificada en Blodgett constituyó una valiosa oportunidad para recopilar datos sobre el terreno, y los investigadores llenaron sus autos de equipamiento, incluyendo cámaras GoPro, sensores montados en drones para mapear el terreno con minuciosidad, un anemómetro sónico para medir el viento y una variedad de máquinas que recogían partículas suspendidas en el aire.

Aunque los investigadores llevan mucho tiempo empleando técnicas avanzadas para estudiar el comportamiento de los incendios forestales, son menos los que han estudiado cuestiones específicas de los incendios prescritos, como si los escombros deben retirarse con motosierras y excavadoras desde antes, explicó Robert York, ecologista forestal de la Universidad de California en Berkeley.

Una quema prescrita en la Estación de Investigación Forestal Blodgett, al noreste de Sacramento en Georgetown, California, el 14 de mayo de 2022. (Andri Tambunan/The New York Times).
Una quema prescrita en la Estación de Investigación Forestal Blodgett, al noreste de Sacramento en Georgetown, California, el 14 de mayo de 2022. (Andri Tambunan/The New York Times).

El aclareo preventivo podría hacer que más viento sople durante el incendio, lo que produciría llamas más calientes y dificultaría el control de estas. Pero también podría ayudar a que la quema consuma más el forraje que queda, creando un amortiguador más duradero contra los incendios forestales.

“En la quema prescrita, yo de verdad creo que aún queda todo por explorar”, afirmó Banerjee.

Cuando Prometeo le robó el fuego a los dioses y se lo dio a los humanos, seguramente no se imaginó lo difícil que sería de controlar en un planeta cada vez más caliente por la quema de combustibles fósiles.

El calentamiento global ha traído consigo más calor y sequedad que pueden convertir los incendios forestales en catástrofes mortales. Los incendios tan despiadados como el Dixie Fire del año pasado, que consumió casi 4000 kilómetros cuadrados en el norte de California, no formaban parte del panorama para los científicos hace medio siglo, cuando el Servicio Forestal y otras agencias desarrollaron por primera vez sus modelos matemáticos para predecir la propagación de los incendios forestales.

A los científicos “les tomó completamente por sorpresa lo rápido que están cambiando las cosas”, señaló James T. Randerson, geocientífico de la Universidad de California en Irvine.

Esta semana, equipos en toda California lucharon contra una avalancha de nuevos incendios en medio de una ola de calor que ha batido récords de temperatura en Sacramento y otras ciudades.

El Servicio Forestal ha reconocido que sus métodos no se adaptan al ritmo del calentamiento del planeta. La investigación de la agencia sobre la desafortunada quema de esta primavera en Nuevo México encontró que, aunque se había planificado adecuadamente, el incendio resultante fue más peligroso y volátil de lo previsto.

Para ayudar a enseñar a los gestores de tierras cómo realizar quemas en entornos cada vez más inestables, J. Kevin Hiers, científico especializado en incendios del Servicio Geológico de Estados Unidos y de la Estación de Investigación Tall Timbers de Tallahassee, Florida, lleva años trabajando con otros investigadores en algo parecido a un simulador de vuelo para incendios: un sistema de capacitación similar a un videojuego que sería “una experiencia tipo Minecraft para los jefes de quemas”, como lo llama Hiers.

La mejora de los modelos de incendios es importante, pero también lo es convertir esos conocimientos en herramientas fáciles de usar para los equipos de quema, puntualizó. “Deberíamos ser capaces de representar de una manera muy sofisticada, en un entorno de capacitación, lo que el fuego debería o podría hacer, mucho antes de que encendamos un fósforo”.

Los científicos que viajaron al bosque de Blodgett pasaron los dos primeros días instalando el equipo y examinando cuidadosamente el paisaje antes de que este fuera envuelto en llamas, algo que habría sido imposible si quisieran estudiar un incendio forestal.

Banerjee y su equipo de estudiantes de posgrado e investigadores posdoctorales sobrevolaron varias veces la zona con su dron, cartografiándola con un lidar, una tecnología para captar imágenes tridimensionales detalladas, una cámara térmica y una cámara multiespectral, que les indicaba el grado de sequedad de la broza. Al comparar las imágenes de antes, durante y después de la quema, el equipo de Banerjee pudo determinar exactamente cómo el fuego había transformado el suelo del bosque.

Por la noche, el equipo de Banerjee quemaba pequeñas pilas de madera muerta y grababa videos con la GoPro de las llamas parpadeantes y las brasas que se alzaban sobre el suelo. Las imágenes ayudarán al equipo a estudiar cómo se desplazan las brasas, lo que podría revelar por qué los incendios se descontrolan.

La mañana de la quema era soleada y calurosa. Los investigadores se pusieron camisas y cascos ignífugos, y York, en calidad de jefe de la quema, condujo al grupo a una zona elevada. Bajó su antorcha de goteo y un fino chorro de combustible salió y prendió la llama en la mecha de la antorcha. Una brizna de fuego brotó de la tierra café y muerta. La quema había comenzado.

York y un pequeño y experimentado equipo caminaron en dirección perpendicular hacia la ladera del bosque, utilizando sus antorchas para dibujar líneas de llamas que ardían cuesta arriba. El paisaje se transformó rápidamente. Los altos árboles proyectaban sombras difusas y dramáticas sobre las cortinas de humo gris blanquecino. Una densa neblina dispersó la luz del sol, bañando el bosque en un profundo resplandor anaranjado. El crepitar de los arbustos en llamas se mezclaba con el débil zumbido mecánico del dron.

Durante un breve rato, las llamas tuvieron una calidad mansa, casi delicada; la vegetación estaba demasiado húmeda para arder con mucha fuerza. Pero a medida que el día se fue calentando, los incendios comenzaron a ennegrecer las laderas a gran velocidad. Los científicos observaron la escena con cautela mientras sus aparatos recogían datos.

Al final de la tarde, York y su equipo habían quemado casi 13 hectáreas, y él se sentó a tomar un respiro. Tenía la cara empapada de sudor y suciedad. El bosque ardía a su alrededor.

© 2022 The New York Times Company