¿Qué le pasa a tu cuerpo cuando retienes una flatulencia?

¿Alguna vez has estado en una situación en la que “soltar lastre aéreo” sería demasiado embarazoso y por tanto has tenido que contener un pedo? Reconozcámoslo, todos hemos pasado por ello.

La profesora de nutrición y dietética en la Universidad de Newcastle Clare Collins, acaba de publicar un interesante artículo sobre lo que le sucede a nuestro cuerpo cada vez que intentamos retener una flatulencia. Seguramente nada bueno, ya que todos somos conscientes de la acumulación de presión y la incomodidad que ello supone.

Contener las flatulencias no es saludable/Getty Images
Contener las flatulencias no es saludable/Getty Images

¿Pero sabíais que al hacerlo se desencadena una acumulación de gas intestinal que puede provocar una distensión abdominal, en la que parte del gas se reabsorbe en la circulación y se exhala través de la respiración?

No obstante, no podemos escapar a nuestro destino. Puede que la educación y la fisionomía estén en guerra constante, pero la primera tiene todas las de perder si no se alía con la intimidad, que nos permite dar rienda suelta a nuestros “subproductos” en lugares que no incomoden a los que nos rodean. Ha de ser así, porque mantener los gases durante demasiado tiempo implica que la acumulación terminará por hacerse incontrolable, lo cual dará lugar a un pedo de proporciones épicas.

Los trabajos de investigación no aclaran si el aumento de la presión en el recto aumenta la probabilidad de desarrollar una afección llamada diverticulitis, en la que se desarrollan pequeñas bolsas en el revestimiento intestinal que se inflaman, o si no tiene importancia alguna.

Las flatulencias, los pedos y las ventosidades (amén de 100 sinónimos más) se refieren a los gases intestinales que ingresan en el recto debido a los procesos gastrointestinales habituales del cuerpo (digestión/metabolización) que luego salen por el ano.

A medida que el cuerpo digiere los alimentos en el intestino delgado, los componentes que ya no se pueden descomponer se a lo largo del tracto gastrointestinal y, finalmente, alcanzan una parte del intestino grueso llamada colon. Allí, las bacterias intestinales descomponen algunos de sus contenidos por fermentación.

Este proceso produce gases y subproductos llamados ácidos grasos que se reabsorben y utilizan en secuencias metabólicas relacionadas con la inmunidad y la prevención del desarrollo de enfermedades.

Los gases pueden reabsorberse hacia el sistema circulatorio a través de las paredes intestinales y finalmente exhalarse a través de los pulmones o excretarse a través del recto, en forma de flatulencia.

¿Cuántas flatulencias pueden considerarse normales?

Para aquellos investigadores deseosos de estudiar el asunto, lograr voluntarios que se apunten a experimentos en los que el objetivo es registrar el número de pedos es todo un desafío. Afortunadamente, en 1991 diez adultos sanos se ofrecieron para cuantificar la cantidad de gas que liberaron durante un día.

En un período de 24 horas, todos los gases que expulsaron se recolectaron a través de un catéter rectal (¡qué grima!). Comieron de forma normal, pero para asegurarse un aumento en la producción de gas también tuvieron que comer 200 gramos (media lata grande) de alubias cocidas.

Los participantes produjeron un volumen total medio de 705 mililitros de gas en 24 horas, pero varió desde 476 mililitros a 1.490 mililitros según qué persona. Durante ese día, el gas que se produjo en mayor volumen fue el hidrógeno (361 mililitros), seguido de dióxido de carbono (68 mililitros).
Solo tres adultos produjeron metano, que varió de 3 mililitros a 120 mililitros según la persona. Los gases restantes, principalmente nitrógeno, contribuyeron con alrededor de 213 mililitros.

Hombres y mujeres produjeron aproximadamente la misma cantidad de gas y promediaron ocho episodios de flatulencia (individuales o en cadena) durante las citadas 24 horas del experimento. El volumen varió entre 33 y 125 mililitros por pedo, con mayores cantidades de gas intestinal liberado en la hora después de las comidas.

El gas también se produjo mientras estaban dormidos, pero en una tasa que correspondía a la mitad en comparación con las horas del día (hablamos de una media de 16 mililitros/hora nocturna frente a 34 mililitros/hora diurna).

¿De dónde vienen los gases?

El gas intestinal proviene de diferentes fuentes. Puede llegar tras tragar aire, tratarse de CO2 producido cuando el ácido estomacal se mezcla con el bicarbonato presente en el intestino delgado. Además, las bacterias del intestino grueso también producen gases.

Si bien se cree que estos gases realizan tareas específicas que tienen un impacto en la salud, producir gases intestinales en exceso puede causar hinchazón, dolor, borborigmos (ruidos retumbantes), eructos y muchas flatulencias.

Los pedos más olorosos se deben a gases que contienen azufre. Se confirmó este dato en un estudio de 1998 con 16 adultos sanos a los que se alimentó con alubias pintas y lactulosa, un carbohidrato no absorbible que se fermenta en el colon.

Luego dirán que la ciencia es un camino de rosas, pero debéis saber que durante ese experimento hubo dos jueces encargados de medir la intensidad del olor de las muestras de flatulencias (¡seguramente les pagaron poco!).

La buena noticia vino a raíz de un experimento de seguimiento, durante el cual los investigadores averiguaron que sentarse sobre un cojín forrado de carbono ayuda a sofocar el olor de los gases de azufre (los más pestilentes).

Finalmente, hay algunas malas noticias para los que padecen jet-set: las cabinas presurizadas en los aviones implican una mayor probabilidad de liberación de flatulencias debido a que el volumen de gas se expande debido a la presión más baja del casco del avión, en comparación con la normal si estuvieras en tierra.

¿Entonces qué debo hacer la próxima vez que me entren ganas?

Si sientes que un gran volumen de gas intestinal se prepara para “unirse a la atmósfera”, intenta alejarte del bullicio y trasladarte a un lugar menos concurrido. Y recuerda que bien sea allí o en otra parte, lo mejor para tu salud digestiva es simplemente que lo dejes ir.

Me enteré leyendo Science Alert.