¿Qué es la empatía y por qué nos cuesta tanto ponernos en los zapatos de los otros?
Un hombre avanzaba con lentitud, arrastrando sus pies torcidos, mientras mendigaba en un vagón del metro de Madrid. Bajé la mirada cuando extendió su mano hacia mí y enterré mi cabeza en la pantalla del móvil.
Sentí vergüenza por ignorar la súplica del mendigo. Elucubré unos instantes sobre los pesares de su vida. Un par de estaciones más adelante, su recuerdo se había desvanecido entre la multitud de otros rostros y otras historias que llenaban el tren a casa.
El rostro del hombre de los pies deformes regresó a mi mente al día siguiente y cuestioné el motivo de mi desplante. La respuesta la encontré en un artículo publicado en la Revista de Psicología Experimental que asegura que entre los humanos la indiferencia es la norma.
El psicólogo C. Daryl Cameron, jefe de investigación de Penn State University, entrevistó a 1.204 personas en 11 estudios diferentes para llegar a la conclusión de que existe una “sólida preferencia a evadir la empatía”.
La Real Academia Española explica que la empatía es “capacidad de identificarse con alguien y compartir sus sentimientos”. Si Cameron y su equipo están en lo correcto, a las personas no nos interesa ponernos en los zapatos de los demás.
Al explicar sus hallazgos, Cameron dijo que existe la creencia generalizada de que las personas reprimen los sentimientos de empatía para no deprimirse o quedar emocionalmente exhaustos. Pero a su juicio, lo que ocurre es que no deseamos esforzarnos por comprender a los otros. “Encontramos que las personas simplemente no desean hacer el esfuerzo mental de sentir empatía por otros, hasta en los casos que involucra sentir emociones positivas”, indicó el investigador.
Los participantes en los experimentos psicológicos de Cameron debían realizar “una tarea de selección de empatía” y recibían instrucciones de elegir cartas de dos mazos.
Fotografías de niños refugiados eran la pieza clave de los primeros dos experimentos. Los participantes que escogían una carta del “mazo de la empatía” debían compartir sus sentimientos y escribir una oración sobre la experiencia interna de la persona en la imagen. Los que elegían del “mazo de la objetividad” debían permanecer emocionalmente distantes y escribir una oración sobre la edad y el género del niño de la fotografía.
Cameron dijo que los participantes evadían la empatía y mostraban una clara preferencia por el mazo de la objetividad. “Cuando se les daba la oportunidad de sentir empatía por los otros, los participantes espontáneamente preferían no hacerlo”.
Otras mediciones determinaron que los participantes “percibían el mazo de la empatía como más trabajoso”.
¿Innata o aprendida?
Hay otra aproximación a la empatía en la obra Siete Cuentos Morales del escritor sudafricano J. M. Coetzee. Elizabeth Costello, el personaje principal y alter ego del Premio Nobel de Literatura 2003, se pregunta sobre la naturaleza de los animales y qué los diferencia de los humanos.
Costello asegura que la clave está en la capacidad de los humanos de sentir empatía. “Nacemos con esa facultad –que calificaría de facultad del alma, no de la mente– y podemos optar por cultivarla o dejar que se marchite”.“
Seguidamente, Costello menciona a una investigadora de la historia de la ciencia del mundo real: Lorraine Daston, quien desestima la teoría del personaje creado por Coetzee y asegura que “la capacidad de abstraernos de nosotros mismos y proyectarnos empáticamente en la mente de otros” no es innata ni universal. Se trata en realidad de una idea del siglo XVIII que surgió “en un momento histórico en que la subjetividad parecía la esencia del espíritu”.
Breve historia de la empatía
La historiadora de la ciencia, Susan Lanzoni, comparó hace unos años dos posiciones opuestas sobre la empatía. El periodista Nicholas Kristof propone que la empatía es la voluntad de entender la situación de un individuo, en una especie de ejercicio cognitivo y emocional que podría transformarse en compasión. Por otra parte, el psicólogo Paul Bloom piensa que es una emoción enceguecedora capaz de impedir un análisis más racional que podría beneficiar un cambio efectivo sobre una problemática social.
Según Lanzoni, cuando el término empatía comenzó a utilizarse a principios del siglo XX tenía poco que ver con la emocionalidad humana. Estaba relacionado con la idea de dar vida a los objetos o proyectar al mundo fantasías personales sobre las cosas. Por ejemplo, un sujeto que se imaginaba un racimo de uvas podía sentir una sensación fresca y jugosa en todo el cuerpo.
En la década de 1950 la empatía fue objeto de estudio en los experimentos sobre la interacción humana. Los estudios de psicología experimental luego diferenciaron la “verdadera empatía” que definían como la identificación precisa de los pensamientos o sentimientos de otros de la proyección, donde intervenían los sentimientos del observador.
Mientras que en el siglo XXI se ha ampliado aún más el panorama y las investigaciones sobre la empatía se expandieron al terreno de la neurología, el estudio de los primates, la economía y la literatura. Lanzoni aseguró que en estudios recientes “las disparidades en el poder adquisitivo debilitan la respuesta empática y que la lectura de la ficción puede mejorarla”.
Las diferencias en las concepciones de Kirstof y Bloom demuestran que el debate sobre la empatía continúa y que aún falta mucho por comprender y descubrir sobre la capacidad de sentir más allá de nosotros mismos.
Lanzoni resumió ocho ideas del psicólogo social C. Daniel Batson sobre la empatía: conocer los pensamientos y sentimientos de otros; imaginar los pensamientos y sentimientos de otros; adoptar la posición de otro; sentir en realidad lo que siente otro; imaginar cómo nos sentiríamos o pensaríamos en otro lugar; sentir angustia por el sufrimiento de otro; sentir el sufrimiento de otro; o proyectarnos en la situación de otro.
El asunto de la elección
Después de este recorrido por la historia de la empatía humana podemos concluir que los humanos tendemos al egoísmo y la auto preservación.
La situación se complica aún más con un artículo publicado en mayo de 2019 en la revista Fronteras de la Psicología que dijo que un popular analgésico no sólo calma el dolor sino que también interfiere con la conexión de la empatía humana. El acetaminofén anestesia el cuerpo y el alma porque puede aliviar nuestro sufrimiento físico y la capacidad de empatizar con el sufrimiento ajeno.
No dudo de la veracidad de los resultados de las investigaciones. Pero también creo que hay valores que son transmitidos en las culturas de una generación a otra para vivir de una manera armoniosa en la sociedad.
Así que próxima vez que vea a un mendigo en el metro me preguntaré de nuevo por qué me cuesta tanto mirarle a los ojos. Sabré que hundir la cara en mi móvil es una reacción muy común pero no es la única opción. Siempre tendré la posibilidad de elegir la empatía.
La psicología positiva debe ser parte del programa de formación en magisterio. Su influencia sobre la empatía, la escucha activa y la comunicación con el alumnado es indispensable y debe ser un requisito para poder desarrollar la labor docente.https://t.co/AMyZLHsWlM
— Luis Anes (@MaestroLuisAnes) May 4, 2019