Putin sería el ganador de una cumbre en la que Trump vilipendió la inteligencia estadoundiense

Nuevamente, como sucedió en la pasada cumbre de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), parece que el ganador en el reciente encuentro en Helsinki entre los mandatarios Donald Trump y Vladimir Putin fue el presidente de Rusia.

En la reunión de la OTAN porque, aunque no estuvo presente, los desencuentros y equívocos de Trump ante naciones históricamente aliadas crearon malestar y confusión y elevaron interrogantes sobre la visión y compromiso de la Casa Blanca hacia una organización, creada y mantenida específicamente para contener en Europa a la Unión Soviética y hoy a Rusia, que ha sido puntal en la geopolítica y la hegemonía estadounidense por casi siete décadas. Desde el punto de vista ruso, una OTAN en la que el principal aliado difiere y se encara con el resto es un escenario favorable.

Y en la de Helsinki porque Trump mostró ante Putin una sintonía y un entendimiento que, al menos en lo público, no concedió a sus aliados europeos históricos y porque en cuestiones especialmente punzantes, como la injerencia electoral rusa en los comicios de 2016, dio más crédito al presidente ruso que a las agencias de inteligencia estadounidenses.

Muchos han criticado que el presidente de EEUU, Donald Trump, mostrara tolerancia hacia Rusia mientras vilipendiaba a agencias del gobierno estadounidense. (Getty Images)
Muchos han criticado que el presidente de EEUU, Donald Trump, mostrara tolerancia hacia Rusia mientras vilipendiaba a agencias del gobierno estadounidense. (Getty Images)

Es decir, para Trump vale más la palabra del mandatario ruso (que negó que el estado ruso haya interferido) que la del Departamento de Justicia, la CIA, el FBI y otras entidades estadounidenses. Desde luego, vale más que la de los congresistas demócratas, a quienes por sus reproches en la conferencia conjunta que tuvo con Putin, Trump haya especialmente problemáticos.

Eso en buena medida rompe con lo que los presidentes estadounidenses han hecho en materia de relaciones diplomáticas cuando se encuentran fuera del país, como se comentó en The New York Times, y estaría a contracorriente de preceptos de gran calado: no mostrar ni catalizar divisiones internas ante un gobernante extranjero y no desacreditar ni vilipendiar al propio gobierno en presencia del líder de otro país.

Todo ello, acciones y dichos de Trump, es muy punzante porque sugiere que la defensa de sus posiciones e intereses personales, y la reacción ante sus animadversiones, pesan más que la necesidad de mostrar unidad ante la potencia rival más grande de Estados Unidos y de presentar ante ella una posición pública enérgica ante sus acciones hostiles.

Trump estigmatizó la investigación de la injerencia rusa llevada a cabo por Robert Mueller (un republicano) y la consideró un “desastre” para Estados Unidos justo en el contexto en que en ese proceso se imponían acusaciones formales contra personas rusas. Acusó a los demócratas de solo querer dividir y obstruir, cuando los grandes fracasos legislativos de Trump se han debido a su incapacidad de lograr consenso en las mayorías republicanas.

Y pareció que los intereses nacionales y las cuestiones de estrategia a escala mundial resultan secundarios para Trump en comparación a la exaltación de sus relaciones interpersonales (como sucedió con Putin o el líder norcoreano Kim Jong-Un) y a la denostación de personas y procesos que se le oponen o indagan en cuestiones que le resultan incómodas.

Por añadidura, Trump consideró que ha sido la “tontería” estadounidense lo que ha llevado a un grave deterioro la relación entre Estados Unidos y Rusia. La invasión de Crimea, el apoyo al brutal régimen de Siria y la injerencia en asuntos estadounidenses (ratificada por las agencias de inteligencia del país), por citar algunos casos, quedan en ese sentido comparativamente soslayadas por Trump. Al menos en sus declaraciones públicas al respecto.

Los presidentes de EEUU, Donald Trump (izq.), y de Rusia, Vladímir Putin, se estrechan la mano durante su primera cumbre formal celebrada en el Palacio Presidencial de Helsinki, Finlandia. (EFE)
Los presidentes de EEUU, Donald Trump (izq.), y de Rusia, Vladímir Putin, se estrechan la mano durante su primera cumbre formal celebrada en el Palacio Presidencial de Helsinki, Finlandia. (EFE)

Mejorar y enriquecer la relación entre Estados Unidos y Rusia, para promover un entendimiento más amplio y propiciar la paz y el desarrollo son objetivos ampliamente compartidos, y hacerlo desde un entorno de cooperación y confianza es definitivamente propicio.

Pero muchos han criticado que, pese a su retórica, la actitud de Trump ante Putin no necesariamente propiciará tal distensión y, en cambio, deja de lado el ominoso factor de que Rusia es un adversario que activamente ha actuado para impulsar sus intereses a contrapelo de los de Estados Unidos y otros aliados.

Y esa percepción no proviene meramente de los demócratas, sino que la han expresado destacados republicanos, entre ellos los senadores Jeff Flake y Bob Corker y el presidente de la Cámara de Representantes, Paul Ryan.

Flake, por ejemplo, deploró la situación al indicar que nunca pensó “que vería el día en que nuestro presidente estadounidense se colocaría en el escenario junto al presidente ruso y culpara a Estados Unidos de la agresión rusa. Es vergonzoso”.

Ryan, por su parte, alertó que “no hay una equivalencia moral entre Estados Unidos y Rusia, que persiste hostil hacia nuestros valores e ideales básicos” y Corker comentó al respecto a la cumbre de Trump y Putin que “no creo que fue un buen momento para el país”, como se comentó en Politico.

Otro senador republicano, Lindsey Graham, consideró que ls posición de Trump hacia la injerencia rusa y lo que al respecto dijo ante Putin “será visto por Rusia como un signo de debilidad y creará muchos más problemas de los que resuelve”-

Y quizá la más punzante crítica, y ha habido muchas, hacia la actitud de Trump ante Putin fue la del senador republicano John McCain: “el daño infligido por la ingenuidad, el egoísmo, la falsa equivalencia y la simpatía hacia los autócratas del presidente Trump es difícil de calcular. Pero es claro que la cumbre de Helsinki fue un error trágico… Ningún presidente se había rebajado jamás tan abyectamente ante un tirano”.

En ese sentido, la noción de que el presidente estadounidense se habría sometido a una degradación ha potenciado las sospechas de que, en efecto, Putin posee algo comprometedor para Trump, de tal magnitud que lo habría impelido a plegarse de ese modo ante el presidente ruso, como comentaron los líderes demócratas en el Congreso, Nancy Pelosi y Chuck Schumer, según The Washington Post.

No es claro si tal situación es cierta, y posiblemente no lo sea al grado extremo que los críticos más punzantes podrían imaginar. Pero la especulación está abierta sobre todo entre quienes se preguntan qué es lo que teme la Casa Blanca que ha impulsado a Trump a abrirse de tal modo ante Putin.

Trump dirá que sus acciones se deben a la necesidad de tener buenas relaciones con Rusia para promover con ello el bienestar general. Otros que es una huida hacia adelante para tratar de mitigar debacles inminentes para Trump o su entorno.

Así, más allá de la retórica de Trump, queda en duda cuál será el apoyo que recibirá de los estamentos republicanos (su relación con los demócratas luce severamente dañada) en su acercamiento hacia Putin sin que, previamente, se den acciones de distensión efectivas de parte de Rusia. Aunque Trump quiera creerlo (y él mismo dijo que la pésima relación entre Rusia y Estados Unidos se corrigió tras hablar cuatro horas con Putin), será limitado lo que podrá hacer sin suficiente apoyo legislativo.

Y aunque el deseo de benevolencia y entendimiento internacional es el escenario deseado y preferido en sí, la situación presente en realidad luce aún contracorriente de una cabal apertura y distensión entre Estados Unidos y Rusia.

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