Putin abandona la cautela sobre Corea del Norte en busca de la victoria en Ucrania

(Nicole Tung/The New York Times)
(Nicole Tung/The New York Times)

La guerra en Ucrania ha llevado al líder ruso a alejarse de la cooperación internacional respecto al arsenal nuclear de Corea del Norte y a fortalecer su alianza militar con Pionyang.

Miles de hombres norcoreanos convergieron en la costa rusa del Pacífico hace seis años. El presidente Vladimir Putin había decidido castigar a Corea del Norte por desarrollar armas nucleares, y los hombres —trabajadores norcoreanos empleados por empresas rusas— eran enviados a casa.

Ahora los norcoreanos vuelven a ser acogidos en la misma región rusa, esta vez como soldados. Las agencias de inteligencia estadounidenses, ucranianas y surcoreanas han dicho que miles de ellos han llegado en las últimas semanas para ayudar al esfuerzo bélico ruso en Ucrania, profundizando una alianza militar resucitada por Putin y el líder norcoreano, Kim Jong-un, a principios de este año.

La llegada de soldados norcoreanos es una prueba de la drástica transformación de las relaciones de Rusia con sus vecinos, y con el resto del mundo, tras la invasión de Ucrania hace más de dos años.

Los complejos intereses económicos y políticos de Rusia en la escena mundial han sido absorbidos por el estrecho cálculo de la guerra, que el Kremlin ha retratado como una lucha existencial por la supervivencia nacional.

La repentina acogida de Putin a Corea del Norte, un paria para gran parte del mundo, muestra también cómo la guerra de Ucrania ha borrado las últimas áreas de cooperación de Rusia con Occidente, lo que hace que temas de importancia mundial como el control de armamentos y la no proliferación nuclear entren en un territorio peligroso e incierto. Los días en que Rusia cooperaba con una amplia coalición, que incluía a China y Estados Unidos, para intentar frenar las ambiciones nucleares de Corea del Norte han terminado.

“Se trata de un gran giro radical de la política rusa”, dijo Alexander Gabuev, experto en las relaciones de Rusia con Asia en el Carnegie Russia Eurasia Center, un grupo de investigación con sede en Berlín.

“Si antes Rusia se posicionaba como un socio útil para Occidente a la hora de tratar con naciones problemáticas, ahora se ha convertido en un problema gigantesco”, añadió.

Es probable que la ruptura definitiva de Rusia con el orden mundial liderado por Estados Unidos persista mucho después de que amainen los combates en Ucrania, contribuyendo a dar forma a choques geopolíticos como el enfrentamiento de Estados Unidos con China, añadió Gabuev.

La guerra en Ucrania ha cambiado las relaciones de Rusia con otros vecinos más allá de Ucrania. Finlandia y Suecia se han unido a la OTAN, poniendo fin a décadas de neutralidad para protegerse de la amenaza de la agresión rusa. El aliado político más cercano de Rusia, Bielorrusia, se ha acercado aún más a la órbita de Moscú, convirtiéndose en un centro logístico para la invasión rusa.

Y China se ha convertido en el principal socio económico de Rusia, sustituyendo a Occidente como principal comprador de las exportaciones energéticas rusas, así como una fuente crucial de bienes de consumo y tecnologías de doble uso utilizadas por Rusia en la guerra, como los drones.

Sin embargo, es posible que la relación de Rusia con Corea del Norte haya sufrido la transformación más drástica.

La alianza militar que ambos países mantuvieron durante la Guerra Fría terminó oficialmente con la caída de la Unión Soviética. Empobrecida y tecnológicamente atrasada, Corea del Norte tenía poco que ofrecer a Rusia mientras el Kremlin construía una economía de mercado en las décadas siguientes.

La llegada de Putin al poder en 1999 coincidió con un aumento de los precios del petróleo y el gas, lo que impulsó el auge económico de Rusia, que apenas necesitaba importaciones norcoreanas, más allá de las personas que podía suministrar para mano de obra.

Las apremiantes necesidades económicas de Corea del Norte permitieron a Putin impulsar una negociación diplomática más dura con el antiguo aliado. El desarrollo ilícito de armas nucleares por parte de este país preocupaba al Kremlin, que lo veía como una amenaza para la estabilidad regional y su propia influencia en Asia.

Después de que Corea del Norte se autoproclamara potencia nuclear en 2012, contener su arsenal se convirtió en un objetivo común entre Rusia, China y Occidente, algo poco usual mientras se engarzaban en un enfrentamiento más amplio.

En 2017, Rusia se unió al resto del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas para imponer amplias sanciones económicas a Corea del Norte, aislando con eficacia a Pionyang de la economía mundial. Rusia nunca cumplió plenamente esas restricciones, pero una importante reducción del comercio privó a Corea del Norte de uno de los pocos mercados para sus limitadas exportaciones.

Rusia redujo gradualmente el empleo de trabajadores norcoreanos, una importante fuente de divisas para Pionyang, a pesar de las protestas de las empresas rusas. El número de trabajadores norcoreanos registrados en Rusia cayó de un máximo de 34.000 en 2017 a 11.000 a finales del año siguiente, según las últimas estadísticas oficiales disponibles.

Aunque limitados en número, esos trabajadores eran muy apreciados por los empresarios rusos, que a veces los comparaban con soldados debido a su disciplina.

La represión económica fue más allá de la mano de obra. Los bancos rusos dejaron de tratar con empresas asociadas a Corea del Norte y los organismos reguladores dejaron de renovar sus licencias.

Estas medidas, y el cierre de fronteras provocado por la pandemia, paralizaron los lazos económicos. El comercio bilateral cayó del máximo de 220 millones de dólares en 2005 a 3,8 millones en 2022, según la agencia estadística rusa y los medios de comunicación estatales.

La invasión rusa de Ucrania ese año invirtió drásticamente la tendencia.

Cuando se convirtió en una guerra de desgaste, Rusia empezó a quedarse sin municiones ni soldados. En Corea del Norte, Putin encontró una de las pocas naciones dispuestas y capaces de ayudar.

En el verano del año pasado, los soldados ucranianos empezaron a encontrar proyectiles con marcas norcoreanas en los campos de batalla. Funcionarios de defensa surcoreanos han dicho que, desde agosto de 2023, Corea del Norte ha enviado a Rusia más de 13.000 contenedores marítimos con proyectiles de artillería, cohetes antitanque y misiles balísticos de corto alcance KN-23. También ha enviado técnicos y oficiales para ayudar a manejar esas armas.

Se desconoce cómo compensa Rusia a Pionyang por esos suministros. Gabuev especuló que Rusia podría estar pagando a Corea del Norte con productos básicos que escasean en el Estado comunista, como alimentos y combustible. También podría estar compartiendo tecnología valiosa con Pionyang, dijo.

El uso de armas norcoreanas en Ucrania también tiene un valor práctico para Pionyang, según dijeron analistas militares occidentales. Los técnicos norcoreanos pueden observar y recopilar datos sobre el rendimiento de las armas del país en la guerra moderna, especialmente contra los sistemas de defensa aérea occidentales utilizados por su enemigo, Corea del Sur.

El flujo de armas ha provocado una mayor relajación de las restricciones comerciales entre Rusia y Corea del Norte, así como el fin de los esfuerzos del Kremlin por mantener las sanciones de la ONU. El valor de los bienes intercambiados por Corea del Norte y Rusia, que excluye categorías clasificadas como las armas, se multiplicó por nueve el año pasado, hasta casi 35 millones de dólares, según los medios de comunicación estatales rusos.

Esa relación implicó un acercamiento diplomático.

Putin le extendió la alfombra roja a Kim cuando en septiembre pasado visitó Rusia y recorrió las instalaciones militares de aviación, cohetes y navales del lejano oriente del país.

Kim, por su parte, ofreció quizá el mayor respaldo a la invasión rusa por parte de un líder extranjero, brindando por la “sagrada lucha” del Kremlin contra una “banda del mal”: Occidente.

En esa reunión, Putin señaló que las armas nucleares de Corea del Norte suponían un límite para la cooperación militar entre ambos países.

“Hay ciertas restricciones, Rusia las respeta”, dijo Putin. “Pero hay cosas de las que, por supuesto, podemos hablar”.

Los enfrentamientos inconclusos en Ucrania parecen haber hecho que Putin abandone este enfoque.

En junio, el líder ruso realizó su primera visita a Pionyang en casi un cuarto de siglo. Los dos países resucitaron oficialmente su tratado militar de la era de la Guerra Fría en medio de grandiosas celebraciones públicas.

Abandonando sus preocupaciones anteriores, durante el viaje Putin estuvo a punto de entregarle a Kim su premio más codiciado: la aceptación de Corea del Norte como potencia nuclear.

“Pionyang tiene derecho a tomar medidas razonables para reforzar su propia capacidad de defensa, garantizar la seguridad nacional y proteger la soberanía”, dijo Putin.

La llegada de soldados norcoreanos a Rusia marca el siguiente paso lógico en la alianza militar que se está profundizando, dijo Gabuev, experto en Rusia.

Las primeras unidades de soldados norcoreanos llegaron este mes a la región rusa de la costa del Pacífico en buques de la Armada rusa, según la agencia de inteligencia surcoreana. Esta semana había 3000 soldados norcoreanos en suelo ruso, dijo la agencia.

Un video publicado por el medio de noticias independiente ruso Astra esta semana y verificado por The New York Times parece mostrar a soldados norcoreanos en una base militar cerca de la costa rusa del Pacífico.

El gobierno ruso ha negado la presencia de soldados norcoreanos en el país, y sigue sin estar claro qué papel desempeñarían en la guerra con Ucrania.

Sin embargo, su llegada subraya la realidad de un conflicto de casi tres años que se ha cobrado cientos de miles de muertos y heridos rusos, según funcionarios occidentales.

El alto índice de bajas ha dejado a Rusia luchando por atraer suficientes nuevos combatientes sin recurrir a una movilización económicamente dolorosa y políticamente peligrosa.

“Rusia necesita soldados y los busca por todas partes”, dijo Gabuev. “Lo que esto demuestra es que sigue encontrando soluciones”.

Oleg Matsnev y Arijeta Lajka colaboraron con reportería.


Anatoly Kurmanaev
es un corresponsal extranjero que cubre la transformación de Rusia tras la invasión a Ucrania. Más de Anatoly Kurmanayev


Choe Sang-Hun
es el jefe de la corresponsalía de The New York Times en Seúl. Cubre noticias de Corea del Norte y del Sur. Más de Choe Sang-Hun

Oleg Matsnev y Arijeta Lajka colaboraron con reportería.

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