Los puntos en los que coinciden el nuevo Ye y el viejo Kanye
El viejo Kanye, el nuevo Kanye. Kanye antes, Kanye ahora. Pocos músicos populares, si es que hay alguno, le han sacado tanto partido a la tensión entre su yo anterior y su yo actual. Y ningún famoso se desprende de manera perpetua de antiguos admiradores y adquiere otros nuevos como Kanye West, ahora conocido como Ye.
Siempre está poniendo a prueba la lealtad, y eso es una manera educada de decir que a menudo se inclina hacia lo odioso, nunca más que en los últimos 16 meses, que han estado salpicados de comentarios antisemitas y revelaciones sobre comportamientos similares en el pasado.
Durante un tiempo, esas últimas provocaciones parecieron conseguir lo que pocos de sus arrebatos anteriores habían logrado: apartarlo del centro de la conversación.
Y, sin embargo, “Vultures 1”, su nuevo álbum, debutó en el puesto número uno de la lista Billboard, y la mayor parte de las dos últimas semanas han estado cargadas de noticias sobre Ye: sobre su supuesta ganancia de 19 millones de dólares en un día vendiendo artículos de su línea de ropa por solo 20 dólares, sobre el caótico lanzamiento del álbum, que incluyó sesiones de escucha con entradas en estadios y protestas de artistas que fueron sampleados sin su aprobación.
Cientos de miles de fanes, o millones, se han subido al tren, en parte porque la opinión pública puede ser elástica, pero también porque incluso en esta era de Ye, quedan destellos del Kanye más antiguo.
Es lo que hace que escuchar “Vultures 1” resulte a la vez extraño y desconcertante. Aunque no es, estrictamente hablando, un álbum de Ye —está acreditado al dúo formado por Ye y el cantante de R&B Ty Dolla Sign—, está inequívocamente ligado a su legado musical, una extensión de viejos patrones que se ven ligeramente diferentes en retrospectiva.
Líricamente, Ye solo aborda sus problemas recientes de manera breve, respuestas sin apuestas a un juego de altas apuestas: “Mantén a unos cuantos judíos en la plantilla ahora”, se encoge de hombros en “Stars”. En “Vultures”, hace un comentario sexual grosero para asegurar que no puede ser antisemita; la frase, que formaba parte de una de las primeras filtraciones de este álbum, se convirtió en una de las más populares en sus recientes eventos de escucha.
Gran parte de “Vultures 1” es así: lleno de pueriles remates que podrían parecer infantiles si hubieran sucedido en momentos de menor intensidad. Pero en el contexto de los comportamientos recientes de Ye, resultan casi angustiosamente simplistas.
Ye rapea casi exclusivamente en el estilo entrecortado y no lineal que ha utilizado durante la última década: breves estallidos de palabras, versos que tienen muy poca cohesión narrativa. Adereza un tema con su esencia, con un mínimo de compromiso emocional. (”Beg Forgiveness”, en la que prácticamente aúlla, es una notable excepción).
Donde “Vultures 1” tiene más sentido es en su producción, que es escabrosa y tensa, emotiva y urgente. La música dice cosas que las palabras no dicen o no pueden expresar.
También indica cómo es que Ye ve su legado en la actualidad. Dos de las corrientes dominantes del hip-hop contemporáneo se remontan a él: Drake y el rap melódico que surgió a su estela, deudor en muchos aspectos de “808s & Heartbreak” (2008); y el rap “darkwave” centrado en las texturas perfeccionado por Travis Scott y, más recientemente, Playboi Carti, que se remonta a “Yeezus” (2013).
“Vultures 1” es un disco que se lee como una respuesta a los artistas de ese segundo bando, y a veces con ellos. Suena actual, lo que quiere decir que domina la oscuridad electrizante de la claustrofobia a escala de estadio.
En última instancia, “Vultures 1” es un simulacro de un álbum potente de Ye, a veces poco construido, pero engrosado con un sonido áspero y pulido hasta el máximo brillo. Algunos de los discos recientes de West han sido quebradizos por dentro y por fuera, pero esta es música que, para bien y para mal, está a la altura del momento, con canciones combativas, melancólicas, lascivas y un poco exasperadas.
Lo más revelador es que no lo hace solo. En términos generales, sus colaboradores lo están volviendo a aceptar (si es que alguna vez eligieron otra cosa). Freddie Gibbs, Quavo, Lil Durk, Playboi Carti y muchos más colaboran con él. Entre los productores se encuentran veteranos conocidos como Timbaland, No I.D. y Mustard, junto a un sinfín de recién llegados. Ye y Ty Dolla Sign fueron anunciados como cabeza de cartel de Rolling Loud en Los Ángeles, el festival anual de hip-hop.
Por caprichos del destino, parece que “Vultures 1” salió a la venta en el aniversario veinte de “The College Dropout”, el álbum debut de West en un gran sello discográfico, y quizá el lanzamiento de hip-hop más sísmico de la década de 2000.
Escuchar “Dropout” después de oír “Vultures” es como salir a la luz del sol tras un confinamiento forzoso en el sótano. Es exuberante, curioso y lleno de referencias históricas. Y suele ser extravagantemente divertido, no solo como modelo de un hip-hop menos codificado con dureza, sino también como modelo de un rapero que se entendía a sí mismo como el autor de la broma y también, a veces, como el objeto del chiste. Cuando es amargo, lo es con humor, y también con la cruda angustia de alguien que aún no ha triunfado de verdad.
En esa época, las quejas de West eran refrescantes, porque el hip-hop aún era lo bastante joven como para no haber alcanzado una fase de autointerrogación plena. Abrió el camino a la duda, a un tipo de modestia psicológica que aún no se había explorado del todo.
Pero hacerlo requería un profundo nivel de habilidad musical, así como un profundo nivel de ego. El humor de Ye se ha mantenido constante a lo largo de estas dos décadas —incluso el ritmo de su remate en “Vultures 1” resulta familiar al instante— y también lo ha hecho su sentido de sí mismo.
Sin embargo, a diferencia de sus chistes, que siguen pareciendo adolescentes, ha cambiado de forma, cuajando por el camino. La justicia de los ignorados es muy diferente de la justicia propia de los poderosos.
Ahora, su obra está marcada por la incapacidad de distinguir entre una lucha noble y una molestia, y una tendencia a confundir la terquedad con la ética. Kanye ahora, como el Kanye de ese entonces, parece creer que todos los agravios son iguales y que, si te levantan un muro adelante, la única respuesta sensata es derribarlo, en vez de sentir la curiosidad de por qué se construyó.
c.2024 The New York Times Company