La prohibición de libros aumenta en Florida. Una iglesia y una librería se unieron en protesta
Iris Mogul anhelaba un espacio en el sur de la Florida donde poder disfrutar de debates sobre la palabra escrita con personas de ideas afines. Fue entonces cuando a esta joven de 16 años se le ocurrió una brillante idea: crear un grupo que se reuniera una vez al mes en Books & Books, en Coral Gables.
Sin embargo, los libros que analizan en las reuniones fueron prohibidos.
“Fue una especie de doble golpe, porque es como un acto de resistencia... y es una manera de crear un club de lectura y hablar con la gente”, dijo Mogul, estudiante de un programa de doble matrícula en la Universidad Internacional de la Florida (FIU).
Como parte de la ley ampliada de la Florida sobre los “Derechos de los padres en la educación”, un padre o miembro de la comunidad puede oponerse al material didáctico o a un libro de una biblioteca escolar. La ley, firmada en mayo, exige que el libro o los materiales se retiren en un plazo de cinco días a partir de la objeción y no estén disponibles para los alumnos hasta que se resuelva el problema. El año pasado se retiraron más libros de las estanterías de las escuelas públicas de la Florida que en ningún otro estado.
Mogul fue una de las decenas de personas que se reunieron para protestar contra la censura en la librería el domingo por la tarde. La multitud partió de Coral Gables Congregational United Church of Christ, en donde el mensaje de la pastora Laurie Hafner entrelazó la fe y el impacto de la prohibición de libros en todo el país.
La prohibición de libros, dijo Hafner, es una amenaza para la sociedad, y la espiritualidad, porque limitan la capacidad de la gente para aprender sobre “la diversa naturaleza de Dios a través de otros seres humanos”.
“Con demasiada frecuencia se trata de racismo, misoginia, homofobia y clasismo; se trata de ocultar verdades dolorosas y de blanquear la historia del país”, dijo Hafner durante el servicio. “Se trata de negar a nuestros jóvenes el derecho dado por Dios a pensar críticamente y, a su vez, a desarrollar la empatía”.
En la Florida, la libertad de leer es objeto de ataques, dijo Mitchell Kaplan, propietario de Books & Books. Por eso Kaplan recurrió a la iglesia de Coral Gables, que se autodenomina “un santuario para los libros prohibidos”, para darle el disparo de salida a la Semana del Libro Prohibido.
“La lectura es empatía”, dijo Kaplan. “Se trata de aprender la propia historia y la de los demás. Si se intenta restringir eso, lo que se está haciendo es... blanquear la historia de un modo que no permite a los jóvenes comprender realmente tanto la belleza de esta democracia en la que vivimos como todas las cosas que tenemos que hacer para que sea aún mejor”.
Mayade Ersoff, profesora de Historia en la escuela intermedia Palmetto, dijo que se unió a la marcha para que sus alumnos, y las generaciones futuras, tengan la oportunidad de leer los mismos libros que ella leyó.
“Los nuevos estudiantes van a aprender mentiras sobre nuestra historia y yo me niego a hacerlo”, dijo Ersoff. “Me niego a imponer mentiras a mis alumnos. No me contrataron para eso. Eso no es enseñar y aprender”.
Cuando Hedieh Sepehri se dio cuenta que se atacaba a los libros, decidió actuar, aunque sus hijos ya no estuvieran en la escuela pública. Fundó la coalición Families Against Banning Books para hablar en nombre de quienes no podían hacerlo.
Para Sepehri, la prohibición de libros van más allá de los libros o sus mensajes.
“Se trata de reescribir la historia”, dijo Sepehri. “Es censura; control, misoginia, sexismo y racismo”.