Un profesor de arte dice que la inteligencia artificial es el futuro, pero son los estudiantes los que tienen que convencerse

Lance Weiler, un converso a la inteligencia artificial que dirige el Laboratorio de Narración Digital de la Escuela de Artes de la Universidad de Columbia, en Nueva York, el 20 de marzo de 2023. (Timothy O
Lance Weiler, un converso a la inteligencia artificial que dirige el Laboratorio de Narración Digital de la Escuela de Artes de la Universidad de Columbia, en Nueva York, el 20 de marzo de 2023. (Timothy O'Connell/The New York Times)

Lance Weiler prepara a sus alumnos de la Universidad de Columbia para lo desconocido. “Lo que voy a mostrarles puede perturbarlos”, le advirtió a la clase en enero, al comienzo de su curso de posgrado sobre narración digital.

Weiler, un cineasta que se dio a conocer en las fronteras de la tecnología del entretenimiento por inventar un popular juego de realidad aumentada en torno a su película “Head Trauma”, aprovechó sus experimentos para encontrar un empleo en la Escuela de Artes, donde muestra cómo las computadoras pueden convertirse en compañeras creativas en lugar de callejones profesionales sin salida. Sus clases han combinado la realidad aumentada con Edgar Allan Poe, la realidad virtual con Sherlock Holmes y el aprendizaje automático con Frankenstein de Mary Shelley.

Ahora, Weiler quiere que sus alumnos estén preparados para un mundo del arte que está aceptando poco a poco las últimas herramientas digitales. La disponibilidad generalizada de los programas de inteligencia artificial que crean imágenes y textos está cambiando drásticamente las reglas de la producción cultural y el modo en el que los estudiantes aprenden lo que significa ser un artista.

El profesor de 53 años sonrió detrás de su barba canosa con el entusiasmo de un científico loco que se reúne con sus sujetos de prueba. Le susurró con dramatismo a la clase: “Les voy a mostrar cómo pueden aprovechar estas tecnologías en sus prácticas artísticas”.

“La clase consiste en retar a los estudiantes a aceptar las máquinas”, explicó más tarde Weiler en una entrevista, en la que abandonó su mística de profeta.

Durante meses ha ensayado con sus alumnos y sus creaciones de inteligencia artificial para un taller a celebrarse esta semana en el Lincoln Center de Nueva York y una presentación en el Music Center de Los Ángeles en otoño, donde habrá representantes de las industrias del arte y el entretenimiento entre el público, que buscarán contratar a jóvenes reclutas. Estas interpretaciones inmersivas, coproducciones entre el hombre y la máquina, emplean programas de inteligencia artificial como ChatGPT y Midjourney, los cuales son capaces de producir guiones y obras de arte con base en algoritmos y de reproducir la creatividad humana devorando miles de millones de unidades de información en todo el internet. Todavía falta ver si los estudiantes de Weiler los consideran herramientas para su propia creatividad.

Lance Weiler, un converso a la inteligencia artificial que dirige el Laboratorio de Narración Digital de la Escuela de Artes de la Universidad de Columbia, habla con sus alumnos en el Elinor Bunin Munroe Film Center del Lincoln Center de Nueva York, el 20 de marzo de 2023. (Timothy O
Lance Weiler, un converso a la inteligencia artificial que dirige el Laboratorio de Narración Digital de la Escuela de Artes de la Universidad de Columbia, habla con sus alumnos en el Elinor Bunin Munroe Film Center del Lincoln Center de Nueva York, el 20 de marzo de 2023. (Timothy O'Connell/The New York Times)

“Siempre tengo los dos programas abiertos en la pantalla”, mencionó Behrang Garakani, un aspirante a artista de 50 años que regresó a la universidad después de una carrera en el desarrollo de videojuegos. En la clase de Weiler, Garakani utiliza la inteligencia artificial para realizar guiones gráficos de ideas que no tenía la habilidad técnica para dibujar. “Ahora es parte de mi caja de herramientas de artista”, afirmó y comparó a ChatGPT y Midjourney con la manera en la que Photoshop se ha vuelto indispensable para los fotógrafos.

Durante los ensayos, Weiler les recordó con frecuencia a los alumnos lo que dijo alguna vez el inventor Buckminster Fuller: “Estamos llamados a ser los arquitectos del futuro, no sus víctimas”. A veces necesitaba recordarse a sí mismo de eso. No era un experto elitista, sino un profesional autodidacta cuya lucha por comprender las tecnologías emergentes ocurría junto a sus alumnos. Había un alto riesgo de fracasar y recibir críticas de sus colegas académicos.

“No todas las clases permiten a los estudiantes usar ChatGPT, porque muchos profesores lo consideran plagio”, comentó Haiyu Zhang, estudiante de la clase de Weiler, para referirse a los debates en curso sobre la verdad de las “imágenes” generadas con inteligencia artificial. “Pero él en verdad enfatiza una perspectiva práctica con estas herramientas”.

Weiler no es el único profesor que experimenta con la inteligencia artificial. Las escuelas de arte de todo el país, desde el Instituto de las Artes de California hasta la Escuela de Diseño de Rhode Island, les ofrecen cursos a jóvenes artistas que los preparan para programar con aprendizaje automático o emplear softwares como Midjourney, Stable Diffusion y DALL-E 2, generadores de imágenes que convierten palabras en imágenes en segundos. Los artistas los utilizan como base de proyectos creativos en los que se pueden seguir utilizando medios tradicionales como la pintura y la ilustración.

En febrero, el Instituto Pratt de Nueva York organizó un seminario para que su profesorado considerara el impacto de las nuevas tecnologías. “Hay muchos precedentes de este tipo de experimentación”, afirmó en una entrevista Jane South, presidenta de bellas artes del instituto, quien hizo referencia a inventos tecnológicos anteriores que los críticos temían que acabaran con la profesión de los artistas, pero que solo la fortalecieron. “Se suponía que la fotografía iba a ser el fin del arte y luego llegó la fotocopiadora y también se suponía que iba a ser el fin del arte”.

En la actualidad, se espera que el artista produzca significado, no solo imágenes, opinó South, y las tecnologías pueden ayudar a desarrollar nuevo significado sobre la vida contemporánea.

“Mientras más fáciles de reproducir sean las cosas, más valiosos son los objetos únicos para los coleccionistas”, afirmó South.

No todo el mundo coincide. Algunos artistas en activo —diseñadores, ilustradores, animadores— han calificado a la inteligencia artificial como una amenaza existencial para sus modelos de negocio.

El año pasado, un artista polaco llamado Greg Rutkowski descubrió que su nombre se utilizaba para generar imágenes fantásticas en Stable Diffusion. Según Rutkowski, las falsificaciones convincentes de su obra, realizadas con inteligencia artificial, confundían a sus compradores. En otro caso, un artista conocido como @ato1004fd emitió en directo, a través de la plataforma Twitch, una sesión de dibujo, pero descubrió que un espectador había utilizado el generador de imágenes de NovelAI para completar la ilustración; el impostor luego acusó en redes sociales al artista de verdad de ser un imitador. Y en enero, tres ilustradores presentaron una demanda colectiva contra varias empresas de inteligencia artificial, bajo el argumento de que sus generadores de imágenes violaban los derechos de autor y las leyes de competencia desleal cuando los ingenieros que diseñaban los algoritmos generaban imágenes al estilo de artistas vivos.

“Estamos recuperando nuestro consentimiento”, le comentó Karla Ortiz, una de las ilustradoras, a The New York Times en febrero. “Esos datos son mi obra, son mi vida. Se sienten como mi identidad”.

A Weiler no le preocupan los desafíos legales contra la inteligencia artificial. Prefiere alimentar a los iconoclastas y rebeldes, quienes, según él, “están desafiando el statu quo de cómo se hace el arte y quién puede hacerlo”.

A finales de marzo, la clase de Weiler se reunió dentro del Lincoln Center para presentar sus obras a un público de profesionales del arte.

La velada comenzó con una provocación. Weiler les pidió a todos que cerraran los ojos e imaginaran qué valores debía heredar el futuro. Luego, los estudiantes se dividieron en grupos y subieron a un podio para presentar sus obras de arte generadas con inteligencia artificial.

Zhang y sus compañeros de equipo adoptaron un tono siniestro en “Dream Apocalypse”, una experiencia inmersiva de una hora de duración que utilizó la inteligencia artificial para imaginar un mundo en el que la sociedad se ha desmoronado. Lo describieron en su presentación como si “‘Tu mayor pesadilla’ se mezclara con ‘El origen’, ‘Muñeca rusa’ y Sísifo”. El público se enfrentó a sus miedos, producto de imágenes apocalípticas de Midjourney, como la de un niño que contemplaba la nube de hongo de una explosión nuclear.

Después, el equipo de Garakani compartió su “moodboard” —un collage de imágenes de inteligencia artificial—, el cual representaba una civilización acuática en ruinas que cuidaban conserjes con aspecto de pez. Los participantes se unían a su objetivo de limpiar el mundo submarino olvidado. Los miembros del grupo describieron el escenario como una mezcla de “‘Guardianes de la Galaxia’, ‘Atlantis’ y ‘Fantasía’”.

Sin embargo, el arte conceptual parecía basarse en clichés de “La guerra de las galaxias” como el bebé Yoda y la Estrella de la Muerte, lo cual generó la pregunta en torno hasta qué punto pueden ser originales los artistas con herramientas que simplemente reciclan memes de la cultura popular.

Estos eran solo prototipos y los estudiantes pasaron las semanas siguientes perfeccionando el texto de las instrucciones hasta que consiguieron sacarle algo de originalidad a la máquina. “Perfeccionar, rehacer, fusionar, separar, contextualizar”, repitió Garakani. “La IA necesita orientación para producir un trabajo utilizable”.

Con base en las reacciones del primer público en el Lincoln Center, el equipo de Garakani cambió de tema y volvió a centrarse en el Voyager Golden Record de Carl Sagan, dos discos fonográficos bañados en oro con los sonidos de la Tierra que la NASA lanzó al espacio en 1977, para que los encontraran los extraterrestres. Midjourney produjo una ilustración para el equipo que parecía una huella dactilar. A Garakani se le ocurrió que tal vez era el producto de un estudiante que dijo la palabra “háptico”, lo cual pudo inspirar al programa de inteligencia artificial a generar una imagen relacionada con el concepto del tacto: el cosmos en forma de una huella dactilar. Esto dejó pensando a los estudiantes del equipo de Garakani sobre cómo los participantes en su representación podrían hablar con los extraterrestres por medio de su propio disco dorado.

“Es posible que hubiéramos llegado a este punto sin la inteligencia artificial, pero la máquina nos ayudó a detonar esta idea en cuestión de segundos”, agregó Garakani.

Desde la perspectiva de Weiler, en realidad no había otra opción más que la de que su clase aceptara la máquina. “¿Cómo se ve frenar un ciclo que avanza tan rápido como la inteligencia artificial?”, cuestionó. “Bueno, nadie está frenando. Abrimos la caja de Pandora. Ya está fuera de la caja”.

c.2023 The New York Times Company