Los privilegios y dificultades de hacer películas sobre gente real
Hace más de una década, cuando un grupo de productores se puso en contacto con Walter Naegle para rodar un largometraje sobre su difunta pareja, Bayard Rustin, líder en materia de derechos civiles, tuvieron que convencerlo.
Rustin, que había sido el principal organizador de la Marcha en Washington de 1963 —y una figura pública abiertamente gay en una época en la que pocos lo eran— ya había sido protagonista de la película de no ficción “Brother Outsider” (2003). Naegle recuerda que les dijo a los productores: “¿Para qué los necesito? Ya tenemos un documental muy bueno”.
Pero Naegle se dejó convencer, en parte por el hecho de que se podría llegar a un público muy amplio con un largometraje de ficción, y dio su bendición; se inició un proceso de consultas con cineastas que duró un año y culminó en “Rustin”, dirigida por George C. Wolfe y protagonizada por Colman Domingo, nominado al Oscar por su interpretación.
Cuando Naegle vio la película por primera vez, sintió un alivio abrumador. “La interpretación de Colman había captado realmente a esta persona que yo estimaba”, aseguró.
En los premios Oscar del domingo, Rustin es una de las muchas figuras históricas en las que se centran las películas nominadas. Otros personajes de la vida real son el padre de la bomba atómica, un elogiado director de orquesta estadounidense, y las víctimas y los autores del “Reinado del terror” en la Nación Osage, en Oklahoma durante la década de 1920.
Los argumentos históricos o biográficos han sido durante mucho tiempo materia prima para los premios Oscar, pues dan un aire de importancia y solemnidad a los proyectos cinematográficos, y también son un tentador reto para los actores. Sin embargo, adaptar historias reales conlleva tratar con personas reales, lo que plantea a los cineastas una delicada disyuntiva: ¿hasta qué punto deben implicar a sus protagonistas —o a las familias de sus protagonistas— en las producciones?
“Nyad”, la película biográfica sobre la nadadora de larga distancia Diana Nyad, se realizó en estrecha colaboración con la nadadora, y su amiga y entrenadora, Bonnie Stoll. (Annette Bening, que interpreta a Nyad, y Jodie Foster, que encarna a Stoll, optan ambas al Oscar).
Siguiendo los intentos de Nyad para nadar de Cuba a Florida a sus más de 60 años, la película se adaptó de las memorias de Nyad, y ella leyó todos los borradores del guion, según aseguró Elizabeth Chai Vasarhelyi, que dirigió la película con su marido, Jimmy Chin.
“Mi objetivo principal al momento de hacer películas sobre personas reales es que su vida en la película se convierta en algo real”, comentó Vasarhelyi. “Siempre soy muy consciente de que esto de verdad le importa a la persona real”.
Vasarhelyi recordó que Nyad, retratada como una atleta testaruda con tendencia a la exageración, en un momento dado les dijo a los cineastas: “Soy más simpática que esto”.
A pesar del afán de los cineastas por trabajar estrechamente con Nyad y Stoll, vieron la importancia de establecer límites. En cierto momento, dijo Vasarhelyi, ya no recibieron más comentarios sobre el guion, y dispusieron que Nyad y Stoll solo visitaran el plató el último día de rodaje en el tanque de agua. Cuando Nyad sugirió que ella podía realizar sus propias acrobacias de natación, la respuesta fue: “Gracias, pero no, gracias”.
“Hay que proteger la historia y al escritor, y proteger nuestra película, pero también se trata de respetar el proceso de tus actores”, señaló Vasarhelyi.
Pero una clara ventaja de la colaboración es que tiende a mantener a raya las críticas del público, que pueden ensombrecer una película después de su estreno, como ocurrió con “Secretos de un escándalo”, el drama dirigido por Todd Haynes que está nominado en la categoría de mejor guion original.
La película se inspira libremente en el caso de Mary Kay Letourneau, una profesora que se declaró culpable de violación de menores en segundo grado en 1997 por sostener una relación sexual con uno de sus alumnos de sexto curso, Vili Fualaau, y luego se casó con él tras salir de la cárcel, cuando él tenía 22 años.
Hay numerosas diferencias entre “Secretos de un escándalo” y la historia real de Letourneau —incluidas las circunstancias de su encuentro—, pero las ficcionalizaciones no fueron suficientes para evitar las objeciones de Fualaau, que en una entrevista con The Hollywood Reporter criticó a los cineastas por no ponerse en contacto con él. (Letourneau murió en 2020).
En el caso de “Maestro”, la película biográfica sobre la carrera y el matrimonio de Leonard Bernstein que recibió siete nominaciones a los premios Oscar, había algo tangible en juego cuando el protagonista y director de la película, Bradley Cooper, se acercó a los tres hijos de Bernstein: los derechos de la música de Bernstein.
“Una vez que obtuvo nuestro permiso para hacer esta película, tenía la opción de no volver a hablar con nosotros: era su película”, dijo Jamie Bernstein, la hija mayor del compositor.
Pero Cooper fue en la dirección contraria, relató, e hizo preguntas frecuentes sobre sus padres y su educación, envió mensajes de texto a los hermanos en un grupo de WhatsApp, compartió versiones del guion y les mostró imágenes editadas en una sala de proyección en su casa. Una limitación, dijo Bernstein, fue que la familia nunca visitó la producción durante el rodaje, pues lo describió como un “plató cerrado”.
La bendición de los hijos de Bernstein también proporcionó una capa de protección cuando Cooper, que no es judío, fue criticado por utilizar una nariz prostética para representar a Bernstein, que era judío. “Bradley optó por utilizar maquillaje para amplificar su parecido, y estamos perfectamente de acuerdo con ello”, comentaron los Bernstein en un comunicado antes del estreno de la película, que pareció poner fin a gran parte de las críticas.
No todos vieron ese nivel de protección como una ventaja: en su reseña de “Maestro” para The New Yorker, Richard Brody criticó la película por lo que calificó de “escrupulosa evasión de la controversia”, señalando la cooperación de los herederos como uno de los posibles factores.
El cálculo de los cineastas tiende a verse afectado por el hecho de que estén en juego sucesos traumáticos y de que la película pueda considerarse explotadora.
Antes de empezar a rodar “Los asesinos de la luna”, la epopeya sobre la conspiración asesina entre hombres blancos para robar los derechos sobre el petróleo de los osage, los descendientes de las víctimas le pidieron al director, Martin Scorsese, que los visitara en Oklahoma. Ese encuentro lo llevó a implicar más a los osage en la producción y a centrar más la historia en las experiencias de sus familiares.
Y para rodar “La sociedad de la nieve”, que narra el accidente aéreo ocurrido en Uruguay en 1972 en el que murieron 29 personas, y que dejó a 16 quedaron atrapadas en los Andes durante más de dos meses, el director J.A. Bayona entrevistó a todos los sobrevivientes, y puso a los actores en contacto con ellos y con las familias de los fallecidos.
El proceso de consulta en detalle para la película —nominada en la categoría de mejor película internacional— duró años, pero Bayona decidió no compartir el guion con los sobrevivientes y sus familiares, reconociendo que ello abriría la puerta a las opiniones de cientos de personas sobre las minucias de la película.
“Queríamos tener libertad para contar la historia”, dijo Bayona.
Gustavo Zerbino, uno de los sobrevivientes, colaboró de manera estrecha con Bayona, e incluso fue con él a pedir la bendición de una de las madres de los fallecidos para hacer la película. Pero después de pasar tanto tiempo juntos, llegó un momento en el que Zerbino dijo que pudo soltarse y dejar trabajar al director. “Creímos en ti”, afirmó.
c.2024 The New York Times Company