Presentaciones digitales y pantallas en la universidad: ¿aprendemos y enseñamos mejor?
No hace falta irse muy atrás en el tiempo para recordar aulas universitarias en las que el único material de trabajo era una pizarra, tizas, y bolígrafos y papel. Es probable que muchos de los actuales docentes universitarios acudieran a clase en condiciones similares, pues aunque hoy resulten omnipresentes, pantallas y conexiones a internet en cualquier lugar son novedades de hace un par de décadas.
En ese tiempo, la tecnología se ha ido introduciendo paulatinamente en el ámbito educativo, con un impulso decidido por parte de las autoridades públicas, como por ejemplo el Plan de Acción de Educación Digital (2021-2027) de la Unión Europea para adaptar los sistemas educativos a la era digital e impulsar un ecosistema educativo digital.
Las tecnologías digitales se presentaron como herramientas que favorecerían una transformación educativa, como anunciaban leyes educativas como la española. Hoy, no existe todavía evidencia concluyente del efecto positivo del uso de la tecnología en el rendimiento académico y aprendizaje, como sugieren diversos metanálisis recientes.
Enseñanza tecnologizada
Un paseo por las aulas universitarias actuales revela que pantallas y conexiones a la red son ya ubicuos. Son pocos los docentes que no utilizan una presentación de diapositivas, normalmente en PowerPoint, convertido en la herramienta principal en la docencia.
El profesorado ya no tiene que invertir tiempo escribiendo en una pizarra mientras respira tiza, y tampoco tiene que diseñar y transportar acetatos que proyectar. No tiene más que abrir su presentación disponible en un dispositivo USB o su nube para que las diapositivas guíen su instrucción.
¿Es positivo el uso de estas herramientas? Con las diapositivas, el docente lleva su guion preparado y se asegura de que no pierde el hilo argumentativo gracias al formato de viñetas. Pero a menudo, aunque imperceptiblemente, este formato encorseta su discurso y no favorece un diálogo y comunicación con el alumnado. Además, se suele abusar de la cantidad de texto mostrado y de elementos interesantes pero irrelevantes que entorpecen el aprendizaje profundo y comprensivo de los estudiantes.
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Aprendizaje tecnologizado
Una mayoría de estudiantes acuden a clase con su portátil o tableta, además de su dispositivo móvil. Estos alumnos están, presumiblemente, tomando anotaciones y accediendo a los materiales de estudio puestos a disposición por el profesor en las plataformas virtuales de la universidad con el fin de estar perfectamente preparados para la sesión de clase. Al menos, ese es el escenario que ansiamos ver los docentes cuando entramos en clase.
Por desgracia, una vez que se tiene acceso a estos dispositivos y a la conexión a internet, es muy difícil controlar que el uso se limite al educativo, incluso con las buenas intenciones de los propios interesados. Estas herramientas actúan como distractores, pues son una fuente incesante de entretenimiento que apartan la atención del foco de aprendizaje e impide la comprensión, lo que desemboca en el bajo rendimiento académico.
Fuentes de distracción que, por cierto, afectan también a aquellos que tienen cerca a compañeros entretenidos con su portátil aunque ellos mismos no lo usen.
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La cara y la cruz de las presentaciones digitales
Por otro lado, si bien el uso de diapositivas por parte del docente puede ser útil para organizar la información y mejorar el proceso de comprensión por la combinación de texto e imagen, un abuso de presentaciones digitales puede tornar la sesión de clase en una especie de “teatro de entretenimiento pasivo” para el estudiantado.
Esto, unido a la posibilidad de acceder a la misma presentación desde una plataforma en línea, hace que los estudiantes no consideren necesario tomar apuntes. Sin embargo, ya existe evidencia del efecto negativo de proporcionar las presentaciones en PowerPoint en el rendimiento académico y asistencia a clase, mientras que sabemos que tomar apuntes es una buena manera de adquirir conocimientos.
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Lectura digital o en papel
A esta situación compleja de distracciones y desconexión se une la evidencia de que la lectura y la escritura en formato digital pueden tener consecuencias en el aprendizaje. Por un lado, un estudio reciente ha detectado peor comprensión lectora y procesamiento de la información cuando se lee en pantalla en comparación con el papel.
Por otro, diversos estudios destacan la superioridad de escribir en papel frente a hacerlo en un dispositivo digital, ya que la escritura manual mejora la retención de información gracias a la integración sensorial y motora y el control fino de los movimientos, mientras que el uso de cuadernos en papel facilita una mayor precisión y velocidad al registrar tareas, y activa funciones cerebrales complejas (memoria y lenguaje) de manera más profunda que en dispositivos electrónicos.
Es, por tanto, hora de hacer una reflexión profunda sobre las ventajas y, sobre todo, consecuencias negativas que el uso masivo y continuo de la tecnología tiene en los procesos de enseñanza y aprendizaje. Y esta reflexión deben realizarla no solo las autoridades educativas, sino también todas y cada una de las partes implicadas.
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation, un sitio de noticias sin fines de lucro dedicado a compartir ideas de expertos académicos.
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Fuensanta Monroy Hernández no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.