Tres preguntas para Mayra Santos-Febres, la otra Julia
Esta breve entrevista es el colmo de lo meta: una escritora puertorriqueña que admira a otra escritora puertorriqueña la entrevista sobre su nueva novela, La otra Julia (Vintage Español, 2024). En la novela, la escritora entrevistada escribe sobre otra gran escritora puertorriqueña Julia de Burgos —revelándose a sí misma y a Puerto Rico, su país.
Así es la nueva novela de Mayra Santos-Febres: una deliciosa matrioshka rusa de muñecas puertorriqueñas dentro de otras que vivieron para contarlo, haciendo contribuciones inmensas a las letras mundiales, a pesar de la vida misma.
Delgado: Lo que más me impactó al leer tu novela fue el dolor y el sufrimiento de ambas Julias por no poder disfrutar plenamente del placer de ser mujeres, de ser mujeres negras actuando en consonancia con sus raíces y contextos sin ser malinterpretadas o rechazadas. En lugar de eso, tuvieron que ser algo distinto, luchadoras, ya no para demostrar la grandeza que tenían como mujeres y artistas, sino simplemente para ser reconocidas, tomadas en cuenta. Me parece una lucha imposible, y te pregunto si escribiendo esta novela-memoria-biografía, lograste reconciliarte con esas batallas. ¿Volvió el placer a florecer? Y, si lo hizo, ¿regresó intacto o como veterano de guerra larga, demasiado adolorido para la esperanza?
Santos-Febres: Al escribir La otra Julia, no me fije en el dolor sino en el silenciamiento de las experiencias de vida de las mujeres racializadas y letradas. Me guiaba una pregunta: ¿Por qué hay tan pocas biografías, novelas, relatos, ensayos que examinen los procesos mediante los cuales mujeres empobrecidas, afrodescendientes de nuestros territorios y países acceden a la tradición letrada y se atreven a producir conocimiento de manera pública? ¿Qué tensiones instauran los sistemas de tradición literaria en la historia intelectual de las mujeres en América Latina, el Caribe y sus diásporas? ¿Cómo se viven y se sobreviven estas tensiones?
De Julia de Burgos conocemos datos biográficos, pero no el proceso, aun cuando ella dejó muchísimas cartas en las cuales lo reflexionaba. Basándome en ellas, creé un contrapunteo literario, o lo que Saidiya Hartman llama “fabulación crítica”, de la vida de Julia de Burgos mediante la cual me inventé un personaje que llamo “la escritora” y que sirve de continuación y espejo de la vida de Julia. Esa escritora es un avatar mío que me permite utilizar mis experiencias de vida para discutir la vida y la obra de Julia de Burgos, no solo como poeta, sino como la primera mujer letrada afrodescendiente e intelectual pública en el Caribe, Hispanoamérica y sus diásporas. Mi tesis es que es más fácil presentar a Julia como poeta neo-romántica, víctima de una relación fallida con el intelectual dominicano Jiménez Grullón, que como la giganta que es. Intento ir más allá de ese discurso que sigue definiéndonos a nosotras, las mujeres intelectuales del siglo XX y XXI, como personas que batallan con la soledad, con el desamor, nuestra condición de “mujeres víctimas del patriarcado” y que, por eso, escribimos. Esta es una visión reduccionista de quienes somos y de cómo nos enfrentamos al sistema patriarcal-racista-neoliberal desde nuestros múltiples posicionamientos políticos y de género.
Julia fue una intelectual, activista, organizadora política, periodista del periódico La Nación y de la revista Pueblos Hispanos. Fue mucho más que una poeta enamorada del amor. Era hija de Paula Ortiz, hermana mayor, lectora crítica de sus tiempos. Su obra fue producida con casi ningún apoyo institucional y, aun así, Julia fue la primera mujer puertorriqueña en ganar dos veces el Premio de Literatura de nuestro país. Quise fijarme en su capacidad de resistencia, de trabajo arduo y de triunfo, pese a sus circunstancias de vida. Eso me llena de gozo.
El dolor es natural. No lo veo como un sentimiento que antagonice con la felicidad ni con la grandeza. Julia es nuestra escritora más grande, de mayor renombre internacional. Insistí por cuatro años en escribir esta novela para reconocer, celebrar y pagar de alguna manera la deuda que le debemos a Julia como precursora de nuestra historia como mujeres letradas en nuestros diversos territorios de América Latina.
Delgado: Ahora veo por qué esta Julia de Burgos que nos brindas es una de las Julias más honestas que he leído. No le tapas nada, ni lo bueno ni lo que otros considerarían malo. ¿Cómo llegaste a la decisión de retratar a Julia tal y como era, siendo ella una figura tan importante en el mundo y, ciertamente, en Latinoamérica? ¿Tuviste momentos de pausa antes de decir lo que tenías que decir, esas cosas que pocos conocen como tú —que, con motivo de su centenario, investigaste, escribiste y publicaste la excelente biografía sobre su vida, “Yo misma fui mi ruta”: la maravillosa vida de Julia de Burgos?
Santos-Febres: No te niego que hubo momentos de duda al abordar a la Julia más íntima, la que muchos conocemos, pero que protegemos desde el silencio para no manchar su imagen, sobre todo ante un mundo que piensa la puertorriqueñidad, la afrodescendencia y el género desde el prejuicio. Dicho prejuicio nos identifica como vulgares, faltos de moral, débiles, enfermos, en fin, como basura. Creo que este clima social ha creado una reacción que no nos ha dejado conocer la verdadera grandeza de Julia de Burgos, ni la de tantas otras mujeres de nuestro hemisferio que ensayaron otra manera de ser y de existir desde este cuerpo, origen y colores de piel.
Por eso cogí valor y decidí escribirle a esa “otra” Julia, no para criticarla ni para desvalorizar su imagen o “revelar sus fallas”, sino para engrandecerla. También decidí correrme el riesgo con ella y escribir desde la honestidad compartida. En La otra Julia revelo intimidades de ella y mías, las que Julia contó con lujo de detalles en sus cartas a su hermana Consuelo, las que yo también he revelado en ensayos publicados en periódicos, tales como “Memorias del Alzheimer”. Me deshago del miedo moral para revelar la riqueza de nuestras vidas como escritoras, mujeres con posicionamientos feministas que rompen con los estereotipos impuestos por nuestras sociedades. Todavía andamos tapando el lesbianismo de Gabriela Mistral, primera mujer latinoamericana en ganarse el Premio Nobel, mirando la obra de María Luisa Bombal con recelo porque intentó asesinar a su joven amante, o leyendo a Alfonsina Storni y a Alejandra Pizarnik como “mujeres enfermas, suicidas” y no como excelentes escritoras. La pregunta es ¿por qué la entrada a la Modernidad de estas pensadoras está marcada por el suicidio, la locura, la inmolación social, la negación de la vida? Una y otra y otra vez se nos presentan estos “ejemplos” de lo que son las mujeres que se atreven a producir conocimiento para que desistamos en nuestro empeño o nos circunscribamos a cantarle a la vida doméstica y al amor de pareja hetero, monogámico y total, a la abnegada maternidad, no a la real. Hay que cambiar a conciencia ese discurso, novela tras novela, poema tras poema. Hay que insistir.
Delgado: En qué momento dijiste, “Es que somos la misma persona, Julia y yo. Somos Puerto Rico y no puedo contar mi historia sin la de ella”. ¿Cómo procesaste esa verdad antes de decidir que sí, que ibas a escribir esta novela, revelando más de lo que jamás habías revelado de ti misma y de Julia, una de tus ancestras más importantes?
Santos-Febres: Después de mucho leer, di con un concepto que redefine la literatura que escribimos las negras letradas. El concepto de “escrivivencias” que emplea la profesora de literatura comparada y escritora brasileña Conceição Evaristo me dio la clave. Según Conceição, nosotras llevamos dentro las historias de nuestros ancestros y ancestras, de nuestras mayoras y mayores. Las llevamos encuerpadas y vivimos desde ellas. Muchas son historias que componen una manera de ver el mundo que entra en conflicto con la Modernidad y sus ideas de lo que es escribir, de lo que es autoría literaria según el mundo euro centrado de las editoriales, los circuitos culturales y los reconocimientos literarios. La nuestra es una concepción muy fina y articulada, con una historia de más de cuatro mil años de epistemologías que han sobrevivido, de manera milagrosa, la esclavización, el genocidio, la violencia de estado, el empobrecimiento y el racismo sistémico. Según esas concepciones, el yo como punto de origen, de genialidad, no existe. Tampoco existe la Razón como principio único de expresión que configura el ejercicio de la escritura.
Parto de ese otro concepto que define lo que es literatura propuesto por Conceição Evaristo, pero también por el filósofo martiniqués Édouard Glissant, por el sociólogo boricua Chuco Quintero, por el filósofo Nelson Maldonado Torres, por los ensayos de bell hooks, Yuderkys Espinosa y Ochy Curiel acerca de la genealogía de la experiencia y por una larga tradición de pensadores y pensadoras que insisten que se escribe desde la relación con la vida y sus fuerzas naturales, con nuestros muertos, nuestra comunidad y nuestra historia personal que alimenta el desarrollo de nuestra conciencia. Somos una variación única e irrepetible en un continuo de donde nace la magia y la riqueza de estar vivos y poder contarlo. Soy porque somos. Yo, Mayra Santos-Febres, me considero una posibilidad materializada dentro del continuo que es Julia, una variación en la retícula intelectual, política, afectuosa y pensante de mujeres que han rendido su energía y dedicado su vida a mejorar la mía, aun sin conocerme. Julia apostó a mí, a todas nosotras y nosotros. ¿Cómo no iba a escribirle esta novela? De hecho, creo que me tardé demasiado en hacerlo, porque solo ahora estoy lo suficientemente madura para hacerle esta ofrenda. Me tomó todo este tiempo entender su inmensidad.