Precios bajos y esperanzas grandes en un mercado emergente en Randall’s Island

Un puesto de comida que vende empanadas a 4 dólares y arepas a 5 dólares, en Randall’s Island, en Nueva York, el 31 de octubre de 2023. (Sebastian Sele/The New York Times)
Un puesto de comida que vende empanadas a 4 dólares y arepas a 5 dólares, en Randall’s Island, en Nueva York, el 31 de octubre de 2023. (Sebastian Sele/The New York Times)

NUEVA YORK — Atardecía un frío día de otoño en Randall’s Island y una pequeña multitud de personas de todo el mundo se arremolinaba en torno al mercado emergente más reciente de Nueva York. Sonaba música latina mientras los últimos compradores del día adquirían su cena y los vendedores empezaban a recoger sus mesas.

Acto seguido, todo mundo se fue a casa, que, para la mayoría, de manera provisional era una de las seis tiendas de campaña gigantes que se encontraban en un campo de fútbol cercano.

A fines de noviembre, más de 66.000 inmigrantes se alojaban en los albergues para personas sin hogar de Nueva York, lo que ha elevado la población de los albergues de la ciudad a la cifra récord de más de 120.000 personas. Como el sistema está muy rebasado, el alcalde Eric Adams le pidió al gobierno de Biden que agilice los permisos para que los nuevos inmigrantes puedan trabajar.

Pero en Randall’s Island, los inmigrantes están haciéndose cargo de su destino. Desde octubre, el mercado ha pasado de un par de vendedores a una bulliciosa economía en miniatura frente a uno de los mayores complejos para personas sin hogar de la ciudad.

Los migrantes están tratando de cumplir dos metas: enviar dinero a sus familias en casa y crear vidas estables en este país. Ofrecen sus servicios como barberos, sirven café y alimentos y venden ropa y cualquier cosa para la que pudiera encontrar un comprador.

Café, té y cigarros, un dólar

Una mujer colombiana de 75 años vende paletas Bon Bon Bum, un dulce colombiano a dólar, en Randall’s Island, en Nueva York, el 5 de noviembre de 2023. (Sebastian Sele/The New York Times)
Una mujer colombiana de 75 años vende paletas Bon Bon Bum, un dulce colombiano a dólar, en Randall’s Island, en Nueva York, el 5 de noviembre de 2023. (Sebastian Sele/The New York Times)

Siley Niang comenzó vendiendo café y té (1 dólar), omelets (4 dólares) y sándwiches de res (6 dólares), antes de agregar los cigarros (1 dólar), los guantes (5 dólares) y los gorros (10 dólares) para adaptarse a la demanda cambiante.

Niang, un mauritano que dejó a su esposa e hijo de 5 años, llegó en avión desde Nuakchot, la capital de Mauritania, hasta Nicaragua, y de ahí por tierra hasta la frontera estadounidense. En breve, Niang planea mudarse a Columbus, Ohio, donde tiene un hermano. “No tengo familia aquí, nadie que me cuide si me enfermo”, dijo.

Arepas a 5 dólares

Leonardo Tromboll, un joven venezolano de 19 años, llegó en 2021 y vive en un apartamento de Brooklyn. Gana 550 dólares semanales como asistente de cocina en un puesto de hamburguesas de Manhattan. En sus días libres, Tromboll vende arepas rellenas de huevo, carne o salchicha a 5 dólares.

Su horario laboral le impide tener vida social y muchas veces se siente solo. Pero, agregó, “esto es Nueva York, aquí todo se trata de trabajo”. En un par de años más planea regresar a casa con sus ahorros y abrir su propio negocio.

Miguel Ángel Peralta Castro, quien luchaba por ganarse la vida en su ciudad natal, Bogotá, Colombia, llegó a Nueva York en septiembre. Vende arepas (5 dólares), empanadas (4 dólares) y refrescos (2 dólares). Hace poco, invirtió 27 dólares en una máquina para cortar el pelo y cobra 10 dólares por corte. También acepta cigarrillos como pago. “Aquí no tenemos suficiente dinero, así que hacemos trueques”, explica.

Ropa a 5 dólares

“Vendo ropa a los pobres”, dijo Gustavo Fasquelle, un hondureño que vive en un refugio para indigentes cerca de las carpas de Randall’s Island. Llegó a Estados Unidos en enero de 1993, pero detectó una oportunidad cuando vio llegar a los recién llegados este otoño.

Fasquelle vende cigarros (1 dólar), ropa de invierno de segunda mano (5 dólares) y calcetines nuevos (1 dólar). También hace de intérprete entre compradores y vendedores, como una manera de crear su red de clientes.

10 dólares por el corte de pelo

Joan Villanueba, de 38 años, era barbero profesional en Venezuela y es uno de los varios barberos que se han instalado en el mercado. Después de que no logró atraer a un solo cliente con su precio inicial de 15 dólares, lo redujo a 10 dólares y, en ocasiones, acepta clientes que pagan menos. Atiende a cerca de 12 clientes diarios.

Yahya Well, de 23 años, se dedica a la barbería, aunque es licenciado en Economía de la Universidad de Nuakchot, en la capital mauritana, de donde es originario. Abandonó su país porque uno de sus amigos, con quien participaba en actividades políticas, fue asesinado. Gana unos 20 dólares al día, aunque hay días en los que no tiene ningún cliente.

“Aquí nos dan comida, pero si quieres otras cosas, cigarros o ropa para el frío, tienes que arreglártelas”, comentó Well.

Yorvin Yonaiker, un barbero de Venezuela, dijo que tenía “un montón de clientes”, pero de todos modos planea dejar Nueva York para irse a Detroit: “Quiero estar en una ciudad más barata donde pueda mejorar mi situación paso a paso”, dijo.

Chuletas de cerdo y frijoles a 10 dólares

Todos los días a las 11 de la mañana, Manuel López y Liz Estrella Téllez gritan: “¡Almuerzo, almuerzo!” desde su puesto; el menú de un día incluía chuletas de cerdo, pescado y pollo fritos, servidos con frijoles o papas, por 10 dólares el platillo, que preparan en el apartamento de un amigo en el Bronx.

La pareja, que dejó a su hijo de un año en Perú con la madre de López, llegó en abril. “No debería dejar a mi madre con la carga de criar a un niño, pero tuve que buscar mejores oportunidades”, dijo López.

c.2023 The New York Times Company