Praga, la ciudad dorada de las cien torres

Praga conserva un patrimonio que el tiempo ha transformado en una belleza idílica. La capital es conocida como “La Ciudad dorada”, porque al caer los rayos del sol sobre el perfil de los edificios, resplandecen sus fachadas. También se la distingue popularmente como la “Ciudad de las Cien Torres”. La más regia se alza en la Catedral de San Vito, ubicada en el conjunto monumental del Castillo de Praga. En 1344 comenzó a edificarse su perfil gótico, y casi cuatrocientos años más tarde, se terminó su pináculo durante el periodo barroco.

La Catedral de San Vito, ubicada en el conjunto monumental del Castillo de Praga. Fotos cortesía/Ana Lucía Ortega
La Catedral de San Vito, ubicada en el conjunto monumental del Castillo de Praga. Fotos cortesía/Ana Lucía Ortega

Esta torre tan espectacular, que roza los cien metros de altura, promete una de las panorámicas más deliciosas de Praga. Soporta la mayor campana de la República Checa, bautizada como Segismundo (Zikmund). Tradicionalmente, en algunas circunstancias, a esta campana se le ha conferido la capacidad de predecir malos augurios, pero es que, en general, este vetusto campanario está rodeado de innumerables leyendas.

Lo que no debió ser un mito, (según nos confirmó nuestra guía praguense), es que durante la Segunda Guerra Mundial, Hitler impidió que esta metrópoli fuera bombardeada, porque pretendía instalarse en ella. Pese a esta prohibición, Praga sufrió un durísimo ataque con más de 700 víctimas debido a un error de los aliados, que volaban rumbo a la ciudad alemana de Dresde y confundieron el objetivo debido al mal tiempo. No obstante este nefasto perjuicio, la urbe no sufrió los innumerables destrozos que causaron los bombardeos en otras ciudades europeas.

La plaza de Wenceslao es otra visita ineludible en Praga, y aunque se localiza en la zona nueva de esta ciudad, se enlaza en el conjunto urbano declarado como Patrimonio de la Humanidad. Fotos cortesía/Ana Lucía Ortega
La plaza de Wenceslao es otra visita ineludible en Praga, y aunque se localiza en la zona nueva de esta ciudad, se enlaza en el conjunto urbano declarado como Patrimonio de la Humanidad. Fotos cortesía/Ana Lucía Ortega

La capitalidad de Praga nació con solera. De ser la región más importante de Bohemia, pasó a ser parte del Sacro Imperio Romano. Wenceslao I (príncipe de Bohemia y mártir) le otorgó el derecho de ciudad a la actual metrópoli vieja (Staré Město), y tras “las guerras husitas”, fue anexada al imperio austrohúngaro. A los siguientes años bajo el protectorado nazi, le siguieron los del comunismo, conocido por el eufemismo del “telón de acero”. La actual República Checa surgió de la disolución de Chequia y Eslovaquia, evento conocido como el “Divorcio de Terciopelo”, un pacífico tránsito hacia la democracia, que actualmente disfrutan los checos.

El famoso reloj astronómico Orloj, el más antiguo de toda Europa. Fotos cortesía/Ana Lucía Ortega
El famoso reloj astronómico Orloj, el más antiguo de toda Europa. Fotos cortesía/Ana Lucía Ortega

El reloj astronómico

Uno de los lugares más concurridos de Praga es la plaza del Ayuntamiento de la Ciudad Vieja, pues en su fachada sur, se encuentra el famoso reloj astronómico Orloj, el más antiguo de toda Europa. Una muchedumbre de turistas elige sitio en la explanada a partir de las 9 de la mañana, para presenciar a cada hora en punto, el desfile de las figuras medievales construidas en 1410. Cada una de las estatuas representa alguno de los pecados capitales, y un esqueleto con risa sardónica es el que anuncia el juicio final, haciendo sonar las campanas que preceden a la salida de los apóstoles.

Skyline de Praga desde el río Moldava. Fotos cortesía/Ana Lucía Ortega
Skyline de Praga desde el río Moldava. Fotos cortesía/Ana Lucía Ortega

La danza de las figuras animadas tarda solo un par de minutos, al compás del sonido de una campanilla. A pesar de su brevedad, capta la atención de un público incondicional, que graba “el show” y fotografía la escenificación con sus smarphones.

El reloj Orloj fue creado por un relojero que trabajaba para el imperio, y ochenta años después, perfeccionado por otro colega. Es capaz de mostrar el tiempo hasta en tres formas distintas. Se vale de una esfera astronómica con las fases lunares y el zodiaco, el auxilio de un disco estático y dos rotatorios, además de tres agujas: la del sol, la de la luna y una tercera que es la estrella. Esta parte del reloj, realizada en el medioevo, es la más antigua. La circunferencia inferior con sus doce medallones, representa escenas costumbristas en un reluciente círculo dorado.

El trágico final de su último maestro relojero, Jan Růže (conocido como Hanuš), cegado según la leyenda para que no replicase este reloj fuera de Praga, es uno de los mitos de esta ciudad rodeada de magia.

Paseos imperdibles

Esculturas de David Cerny, polémico escultor checo ha estampado su sello en la ciudad y con sus controvertidas obras se ha ganado un hueco en la Praga más underground. Fotos cortesía/Ana Lucía Ortega
Esculturas de David Cerny, polémico escultor checo ha estampado su sello en la ciudad y con sus controvertidas obras se ha ganado un hueco en la Praga más underground. Fotos cortesía/Ana Lucía Ortega

La plaza donde se encuentra el reloj astronómico está colmada de antiguos y hermosísimos edificios singulares, mientras el río Moldava se desliza a través de la ciudad medieval creando una preciosa postal. En este punto se recomienda atravesar el puente de Carlos de más de 600 años, para descubrir la serie de monumentales esculturas apostadas en sus laterales, y admirar la impresionante puerta y torre gótica que da acceso al barrio Malá Strana. Del otro lado del puente está la otra increíble torre de Judith, que guarda ciertos misterios.

El puente de Carlos de más de 600 años. Fotos cortesía/Ana Lucía Ortega
El puente de Carlos de más de 600 años. Fotos cortesía/Ana Lucía Ortega

Los turistas suelen detenerse frente a la estatua del personaje histórico que fue arrojado al rio por el rey Wenceslao IV, San Juan Nepomuceno, para acariciar la base, e incluso al perro que aparece en la escultura, pues se especula que favorece el regreso a Praga.

El Muro de John Lennon consta de una pared colmada de grafitis con alegorías pacifistas. Fotos cortesía/Ana Lucía Ortega
El Muro de John Lennon consta de una pared colmada de grafitis con alegorías pacifistas. Fotos cortesía/Ana Lucía Ortega

Abandonando el área monumental e histórica, es muy visitado el Muro de John Lennon. Se trata de una pared colmada de grafitis con alegorías pacifistas. Surgió tras el asesinato del ex beatle, cuando jóvenes checos empezaron a oponerse al régimen comunista. La pared blanca se llenaba de forma recurrente de mensajes incendiarios a pesar de las limpiezas que hacían las autoridades. En 1989 tras la caída del muro de Berlín, y la autorización de la embajada de la Orden de Malta, propietaria del edificio, se consagró este espacio para proclamar la libertad y los derechos humanos. Hoy es un lugar de peregrinaje y zona predilecta de instagramers de todo el mundo.

También es muy frecuentado el barrio judío Josefov, donde las lápidas cubiertas de piedras, como suele honrar a sus muertos esa cultura, trasmiten un recuerdo sepulcral que a nadie dejará indiferente. La frondosa vegetación que rodea y cubre las sepulturas, es la antítesis del olvido, y las viviendas modernas han transformado el poblado, atrayendo a los turistas.

La plaza de Wenceslao es otra visita ineludible en Praga, y aunque se localiza en la zona nueva de esta ciudad, se enlaza en el conjunto urbano declarado como Patrimonio de la Humanidad. Esta curiosa plazoleta rectangular, está poblada por prestigiosos restaurantes y tiendas, edificios renacentistas y una de las perlas del Art Noveau: el mítico Gran Hotel Europa. Testigo absoluto de trascendentales hechos históricos del pasado y de la historia más reciente, merece una visita obligada, porque ha latido al compás de los hechos cruciales de este país.

Turistas esperando la hora en punto para la función del reloj astronómico plaza Ayuntamiento. Fotos cortesía/Ana Lucía Ortega
Turistas esperando la hora en punto para la función del reloj astronómico plaza Ayuntamiento. Fotos cortesía/Ana Lucía Ortega

Más sobre Praga y su gente

Se dice que los mayores bebedores de cerveza del mundo son los checos, y los últimos rankings mundiales sitúan el consumo per cápita en 143 litros por persona al año. No hay más que visitar una tienda o supermercado para comprobar la extraordinaria variedad de marcas existentes, desde las negras de delicado sabor hasta las rubias y artesanas. Quien visite Praga, tiene la ocasión de acudir a la cervecería U Fleku, la más antigua de Praga, fundada en 1499, con un ambiente gregario que cualquier turista animado va a agradecer.

Indudablemente uno de los autores checos más conocidos es Franz Kafka, y frente a su museo, podemos encontrar una de las esculturas más controvertidas de su creador, el escultor David Černý, donde dos hombres verdes orinan encima del mapa de la República Checa. Sus obras irreverentes están diseminadas por toda Praga y no dejan ni una sombra de indiferencia, todo lo contrario. Se le ha tachado de “incomprendido” pero su trabajo es un grito o un puñetazo encima de la mesa. ¡Recomendable!

Muy cerca del río Moldaba se encuentra la casa danzante de Praga, terminada en 1996. Su estilo deconstructivista y su figura levemente torcida en medio de edificios tradicionales, se ha convertido en icono de la capital de la República Checa. Los arquitectos Vlado Milunić (checo-croata) y Frank Gehry (canadiense) trabajaron juntos en esta asombrosa edificación también conocida como Ginger y Fred, por la legendaria pareja de baile Ginger Rogers y Fred Astaire.