Un príncipe en Nueva York: un rodaje tenso, críticas negativas y una demanda judicial
Había una vez un príncipe que decidió dejar atrás una vida de lujo en su reino de África para encontrar al amor verdadero en las calles de Nueva York. Con esta premisa de cuento de hadas moderno, Eddie Murphy incursionó en el terreno de la comedia romántica, descubrió su fascinación por interpretar a varios personajes en una misma película y le dio aún mayor impulso a su reinado como una de las grandes estrellas de los 80.
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Pero antes del final feliz de Un príncipe en Nueva York, que consiguió un enorme éxito de taquilla y se convirtió en una de las comedias más recordadas de aquella época, cuya secuela llegará a Amazon Prime Video el viernes próximo, hubo un rodaje marcado por las peleas entre Murphy y el director John Landis, un estreno con críticas negativas y hasta una demanda contra Paramount por la autoría de la historia original.
Según Murphy, la idea de Un príncipe en Nueva York se le ocurrió a él, por motivos muy personales. Aunque no pertenecía a la realeza, el actor había ganado muchísimo dinero y vivía rodeado de lujos, tenía un séquito propio y no faltaban mujeres interesadas en él. Y al igual que el heredero del ficticio reino de Zamunda, Murphy se preguntaba si podría encontrar a una mujer que lo quisiera por su personalidad y no por su estatus.
El guionista David Sheffield recordó en una entrevista con Good Morning America que Murphy les entregó a él y a su colaborador Barry Blaustein diez páginas arrancadas de un block, en las que había escrito la historia que serviría de base para la película. La dupla de escritores, a los que el actor conoció cuando trabajaron en Saturday Night Live, tuvo listo el guion en cinco semanas.
La película tenía su producción asegurada solo por tratarse de un proyecto de Murphy. El actor estaba en la cresta de la ola y tenía su propia productora bajo un acuerdo con Paramount, en donde lo llamaban “Money” (Dinero), por las impresionantes ganancias que los primeros 7 films protagonizados por él le habían reportado al estudio: 1.5 mil millones de dólares. Tras su debut en Saturday Night Live a los 19 años, Murphy saltó a la fama de manera inmediata y su primer papel en el cine llegó dos años después en 48 horas, dirigida por Walter Hill y coprotagonizada por Nick Nolte. La comedia de acción le sentaba bien al joven que había surgido como comediante de stand up, tal como lo comprobó Un detective suelto en Hollywood, de Martin Brest, cuyo éxito fenomenal inspiró dos secuelas.
Antes de revolucionar las calles de Beverly Hills, Murphy actuó en otra de las comedias más emblemáticas de la década de los 80: De mendigo a millonario. Junto con Dan Aykroyd y Jamie Lee Curtis, el actor protagonizó esta historia inspirada en El príncipe y el mendigo, de Mark Twain, en la que dos hermanos multimillonarios que se dedican a los negocios financieros hacen una apuesta que implica un cruel experimento para probar si lograr el éxito económico depende de una capacidad innata o de la formación adquirida. Para hacerlo, usan a un hombre que vive en la calle ganando lo que puede con pequeños engaños, interpretado por Murphy, y un heredero nacido en cuna de oro que trabaja con ellos, encarnado por Aykroyd. Pero las cartas se dan vuelta cuando los conejillos de Indias se unen para vengarse de los hermanos interpretados por dos veteranos del Hollywood clásico, Don Ameche y Ralph Bellamy, quienes repitieron sus papeles en una divertida escena de Un príncipe en Nueva York.
Cuando Murphy tuvo que elegir un director para su nueva película pensó en John Landis, el hombre detrás de la cámara en De mendigo a millonario. Ambos habían tenido una gran experiencia filmándola y el resultado final fue un gran éxito. Sin embargo, cuando Landis y Murphy volvieron a trabajar juntos en Un príncipe en Nueva York las cosas habían cambiado mucho. Dos cuestiones centrales afectaron la relación del director y el actor. Por un lado, la ascendente carrera de Landis había quedado en pausa tras el accidente en el que murieron el actor Vic Morrow y los niños Renee Shinn Chen y Myca Dinh Le, durante el rodaje de un segmento del film Al filo de la realidad. En distintos reportes sobre la tensión en el set de Un príncipe en Nueva York se afirma que el director le guardaba rencor a Murphy por no haberse presentado para testificar a su favor en el juicio que debió enfrentar por su responsabilidad en el accidente. Pero el conflicto parece haber tenido más que ver con el cambio en el balance de poder entre el director caído en desgracia y el actor convertido en estrella taquillera.
“Él me dirigió en De mendigo a millonario cuando era un chico que estaba empezando pero me seguía tratando igual cinco años después en Un príncipe en Nueva York, ¡y fui yo el que lo contrató para dirigir la película!”, dijo Murphy, en una entrevista con Rolling Stone, en 1989. Según una nota de Vulture, Landis hizo su descargo sobre el tema en 2005: “El tipo de De mendigo a millonario era joven, curioso, fresco, gracioso y genial. El tipo de Un príncipe en Nueva York era el cerdo del mundo, el más desagradable, arrogante, con un séquito (...), un idiota”.
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Las tensiones, alimentadas por detalles varios del rodaje como la irritación del director con el séquito de Murphy y el enojo del actor por un supuesto desaire de Landis a Mike Tyson cuando el boxeador visitó el set, estallaron en medio de la filmación. Según el relato de Murphy, citado en el libro Wild and Crazy Guys, de Nick de Semlyen, el actor se enteró de que el director estaba hablándole a miembros del equipo sobre sus negocios. Entonces el actor se acercó por atrás a Landis y lo agarró del cuello. “¿Qué le pasa a la gente que habla de mis negocios?”, le preguntó Murphy a su fornido amigo Frutie, quien contestó “se los hace mierda”. El director intentó defenderse, medio en broma y medio en serio, pero Murphy le presionó sobre la tráquea, dejándolo sin aire por un momento. De alguna manera, Landis y el comediante lograron terminar la película, que se benefició del talento del director para la puesta en escena de comedias, en especial para lograr un acertado contraste entre la fantasía colorida del reino de Zamunda y la gris realidad de las zonas menos glamorosas de la Nueva York de los 80.
Al menos Murphy tenía un buen amigo en su coprotagonista, Arsenio Hall, a quien conoció durante su época como comediante de stand up. En una entrevista reciente con el New York Times, Murphy cuenta que en el circuito de la comedia de la época había muy pocos afroamericanos y él se hizo amigo de casi todos. Hall, que luego tendría su propio exitoso talk show en los 90, interpreta a Semni, el amigo y secuaz del príncipe Akeem, quien no está tan entusiasmado con dejar la lujosa vida en el palacio de Zamunda para trabajar limpiando un restaurante de comida rápida en Queens.
Los amigos llevaron el espíritu lúdico de sus rutinas cómicas a la película interpretando ellos mismos a otros personajes secundarios del film, comenzando una tradición que Murphy explotaría con distintos niveles de éxito en El profesor chiflado, Norbit y en la genial Bowfinger. La idea surgió porque Landis leyó un libro sobre comediantes judíos que se pintaban de negro la cara (blackface) en la época del vodevil y se le ocurrió que el experto en efectos especiales y maquillaje Rick Baker, con quien había colaborado en Hombre lobo americano en Londres y en el video “Thriller” de Michael Jackson, podía convertir a Murphy en un hombre mayor judío. Según una nota de Vulture, el trabajo de Baker fue tan bueno que cuando unos ejecutivos de Paramount visitaron el set no reconocieron a Murphy que estaba maquillado y vestido como Saul, el único blanco en la barbería de Queens habitada por otros personajes carismáticos interpretados por el propio actor, Hall y Clint Smith (con una breve aparición de Cuba Gooding Jr. como cliente).
Además de los habitués de la barbería, Hall interpretó al excéntrico pastor Brown y Murphy al no menos peculiar Randy Watson, el líder de la banda Sexual Chocolate, encargada de amenizar la reunión vecinal en la que Akeem ve por primera vez a Lisa, encarnada por Shari Headley, una mujer que lo fascina al instante con su belleza y su activismo por la comunidad. Intentando conectarse con la joven, el príncipe y Simni buscan trabajo en el restaurante del padre de ella, un establecimiento que guarda demasiadas similitudes con una famosa cadena de comida rápida.
“Lo compramos por 50 mil dólares para poder usarlo por un mes y lo convertimos en una copia de McDonald´s”, cuenta Blaustein a Good Morning America, sobre el restaurante de otra cadena de comida rápida que estaba por cerrar que utilizaron como locación para McDowell´s. El decorado, ubicado en una avenida de Queens, tenía un aspecto tan real, que el dueño de un McDonald´s cercano fue furioso a sacar fotos para denunciarlos, hasta que lo convencieron de que se trataba solo de una escenografía. Además la producción tenía autorización de la empresa de los arcos dorados para representar aquella copia descarada de Cleo McDowell, el ambicioso padre de Lisa, interpretado por John Amos.
Por el restaurante no solo pasan los protagonistas sino también varios de los personajes secundarios, incluyendo a los reyes de Zamunda y padres de Akeem, interpretados por James Earl Jones (sí, el hombre de la voz de Darth Vader) y Madge Sinclair, quienes volverían a ser una pareja real al prestarles su voz a los personajes de Mufasa y Sarabi en la versión animada de El rey león. Otros actores que tuvieron papeles menores en Un príncipe en Nueva York se harían famosos luego, como Samuel L. Jackson, quien cumple el rol de un asaltante, y Eric LaSalle, reconocido años más tarde por su trabajo en E.R. Emergencias, quien interpreta al novio de Lisa, un muchacho superficial pero apreciado por el señor McDowell por ser el heredero de Soul Glow, un producto capilar ficticio que en el universo del film es muy popular dentro de la comunidad afroamericana.
Aunque Murphy fue criticado en su momento por no usar su poder para lograr una mayor inclusión de afroamericanos en Hollywood, con el tiempo Un príncipe en Nueva York logró ser considerada una película con un gran impacto en términos de representación racial.
“Es un hito en la historia del cine negro”, dijo Monica White Ndounou, profesora de Dartmouth College, al diario The Washington Post. La especialista en el tema agregó que hasta el presente las películas sobre afroamericanos que más se producen y tienen una mayor distribución están encuadradas en la esclavitud, el movimiento por los derechos civiles o las zonas urbanas más peligrosas. “Hay una narrativa en la que la gente negra siempre está asediada y oprimida. Películas como Pantera Negra y Un príncipe en Nueva York cambian eso”.
Cuando el film se estrenó en junio de 1988 en los Estados Unidos, la crítica no se llevó una muy buena impresión pero el público llenó los cines. La taquilla internacional de Un príncipe en Nueva York fue de 288.752.301 dólares, según Box Office Mojo. En medio del éxito, Paramount tuvo que enfrentarse a la demanda del columnista Art Buchwald, quien decía haberle vendido al estudio una idea similar en 1983. La corte falló a favor del escritor y tras la apelación de Paramount llegaron a un arreglo con el pago de alrededor de 800 mil dólares, en 1995.
Más allá de la demanda, las críticas y hasta la enemistad de Murphy y Landis, quienes volvieron a trabajar juntos en Un detective suelto en Hollywood 3, Un príncipe en Nueva York se convirtió en un clásico que siguió cosechando nuevos públicos gracias al video hogareño y la televisión. Un legado tan fuerte que Murphy y Hall decidieron volver a aquellos personajes en una secuela. Sólo queda ver si podrán recrear la magia de la original.