El PP moderado ha muerto y Feijóo pierde su gran atractivo electoral

Alberto Núñez Feijóo e Isabel Díaz Ayuso en un acto del PP la pasada semana. (EFE)
Alberto Núñez Feijóo e Isabel Díaz Ayuso en un acto del PP la pasada semana. (EFE)

Alberto Núñez Feijóo se acaba de marcar 'un Gallardón' y ha decidido tirar a la basura la etiqueta de "moderado" que tantos éxitos le había granjeado en los últimos años para enfundarse la camiseta de "ultra". Lo mismo que hiciera en su día el exalcalde de Madrid que, cuando pasó a ser ministro de Justicia, sacó a relucir su ultracatolicismo con la tramitación de la ley del matrimonio entre personas del mismo sexo.

Rebobinemos. El líder nacional del PP que se definió a sí mismo con un "hombre moderado", con "sentido de Estado" y "solvente" decidió el jueves romper de manera unilateral las negociaciones para la renovación del CGPJ. Justo cuando más encauzadas estaban, cuando tanto Félix Bolaños como Esteban González Pons -los negociadores de PSOE y PP, respectivamente- estaban a punto de pasar a limpio el contrato para, simplemente, firmarlo a pie de página, Feijóo decidió que había que parar máquinas y mandar cualquier preacuerdo a la papelera de reciclaje.

Fue un movimiento tan abrupto que el gallego tuvo serias dificultades para explicarlo. De hecho, no le quedó otra que contradecirse a sí mismo como mal menor. Así que usó como excusa el peligro de la reforma del Código Penal para reducir las penas por el delito de sedición. Exactamente lo contrario a lo que el propio Feijóo había pregonado una semana antes

¿Qué ha pasado? se ha preguntado el PSOE, el periodismo y la mitad del PP. Pues la respuesta es sencilla. Aunque solo la comprende la otra mitad del PP. La que anda callada celebrando que España se enrede en las turbulencias políticas pese a que la Unión Europea no ha tardado en criticar duramente lo sucedido.

Es decir, que se prefieren los "cálculos electorales" a la "estabilidad del país". Y se vuelve a minimizar el hecho de que hay un partido que "no está cumpliendo el mandato constitucional" que, guste o no, rige la renovación del máximo órgano judicial. Por lo que "daña la reputación de nuestra democracia" a sabiendas de que "la primera tarea exigible a los partidos democráticos es el normal funcionamiento de las instituciones".

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Todos estos entrecomillados se han podido leer en los editoriales de los principales medios de comunicación del país. Y el sentir general apunta, como ha señalado Lucía Méndez en 'El Mundo', a que Feijóo "tiene dificultades para adaptarse al ecosistema de la capital de España" (...) donde "la libertad convive con todo tipo de contaminaciones". Es decir, que a Feijóo le ha torcido el brazo el ala menos moderada de su partido y sus correspondientes satélites mediáticos. De hecho, al día siguiente no tardaron algunos barones, como Isabel Díaz Ayuso, en apuntarse al tanto.

'¿Para qué reformar la Justicia y perder el control cuando, en un año, igual ganamos las elecciones?'; '¿Para qué aceptar una minoría que nos puede dañar tanto como le está dañando ahora al PSOE?' Esas son las preguntas con las que se ha presionado a Feijóo quien ha mostrado su debilidad como en su día la mostró Pablo Casado. En el PP no manda su presidente nacional.

Feijóo no solo ha dejado de ser el garante de la unidad nacional que tanto le gustaba decir, sino que se ha convertido en el altavoz del elemento más desestabilizador de España. Porque, hoy en día, nadie amenaza más la unidad del país que quien no cumple con la Constitución. Y todo a menos de un año para las elecciones generales y justo cuando las encuestas empezaban a darle la espalda. ¿Casualidad? Ahora ya hay constancia de que Feijóo pugnará con Abascal por el voto de la derecha más conservadora y no por el de la moderada.

Pero, ojo, lo hará sin poder usar el comodín de la moderación, y tras haber quedado dañado su liderazgo al haber cambiado de opinión como ya lo hizo antes en materia de ahorro energético.

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