¿Por qué nos aburrimos tanto?

Tengo muy pocas virtudes, pero una de ellas es la de no aburrirme jamás. Me ha sucedido desde niño; siempre había un juego, un libro, un programa de tv, un amigo con el que pasar un rato divertido. Sin embargo mis hijos, que han nacido en una era tecnológica plagada de oportunidades: internet, videoconsolas, múltiples canales de televisión, cine en 3D, etc., me dicen muy a menudo “me aburro”. ¿Cómo es posible?

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Hoy, leyendo The Guardian, he llegado a un curioso artículo de la psicóloga Sandi Mann sobre este mismo tema. La autora del mismo, que acaba de publicar un libro sobre el aburrimiento, al que en parte considera positivo, desgrana algunas claves interesantes sobre este asunto, y con vuestro permiso me gustaría comentarlas en este post.

Primero algunas cifras. Según la doctora Mann (que no cita sus fuentes) casi una de cada dos personas se aburren en el colegio o en su casa. Y si hablamos del trabajo las cifras superan los dos tercios de los consultados. Así que como veis, no estamos ante un problema de pequeña dimensión precisamente. ¿Cuál es la explicación para tanto hastío? Bien, una de ellas es la sobreestimulación a la que nos vemos sometidos. Cuanto más entretenidos estamos, más entretenimiento necesitamos para saciar nuestra ansia. Cuantas más experiencias de estimulacón rápida, intensa, y novedosa, más nos acostumbramos a ellas y menos tolerantes nos volvemos a los bajos niveles de actividad.

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¿Cómo detener esa sobreestimulación? Fácil, volviendo a actividades de ritmo más bajo, como la lectura, los deportes, las reuniones entre amigos, asistir a conferencias, etc. El problema es que nuestra ventana de atención es muy reducida (ocho segundos) ya que nuestro cerebro está cableado para la búsqueda constante de novedades. Todo lo nuevo nos produce un chute de dopamina (un neurotransmisor asociado con la sensación de placer), y a nuestro cerebro le encantan los nuevos estímulos.

Otro de los causantes de nuestro aburrimiento crónico es nuestra creciente dependencia de las pantallas: tablets, móviles táctiles, televisiones, monitores de ordenador. Nos pasamos el día pegado a ellas, nuestros dedos hacen buena parte del trabajo a la hora de obtener divertimento. Según la autora pasamos de media entre seis y siete horas en frente de una pantalla cada día, y como era de prever, la rutina de su uso intensivo comienza a aburrirnos. La solución pasaría de nuevo por estimular nuestras redes neuronales de forma diferente (deporte, costura, pintura, cocina, etc).

Pero bueno, a lo mejor te da por pensar que aburrirse no es tan malo. Bien, pues te equivocas, el aburrimiento crónico es responsable de un buen número de resultados negativos tales como la sobrealimentación, el juego, el absentismo escolar, el comportamiento antisocial, el uso de drogas, los accidentes, la toma de riesgos innecesarios, etc. Así que como veis lo que necesitamos no es ni más estimulación, ni más novedades. Por paradójico que resulte, según Sandi Mann, aburrirnos más a corto plazo es lo único que hará que dejemos de aburrirnos a largo plazo. Píensalo. Tiene todo el sentido del mundo.

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La doctora en psicología Sandi Mann (Universidad Central de Lancashire, Reino Unido) es autora de un libro llamado: “El lado positivo de la inactividad: por qué el aburrimiento es bueno”, que podéis encontrar en inglés en este enlace.

Me enteré leyendo The Guardian.