Policía de Perú demandará a caricaturista si en 48 horas no pide disculpas y rectifica viñeta
LIMA (AP) — La polémica por una caricatura que ironiza sobre la reputación de la policía peruana amenaza con llegar a los tribunales si el autor y el periódico donde se publicó no se disculpan públicamente y rectifican la viñeta.
La policía envió el viernes una carta notarial al artista y al medio de comunicación advirtiendo que presentarán una demanda por difamación.
La viñeta de la controversia fue publicada el martes por el diario La República y mostraba a tres policías idénticos con un logo cada uno: “Delincuente con traje de policía”, “policía delincuente” y “policía que cumple su deber”.
El autor es el caricaturista Carlos Tovar, quien firma como Carlín. La policía emitió el martes un comunicado de rechazo contra la caricatura, que hasta ese momento había pasado inadvertida, y donde aseguraba que había ridiculizado a los más de 140.000 agentes peruanos.
El dibujo satírico fue publicado luego de la difusión en los últimos meses de diversas noticias que muestran la participación de algunos policías en asaltos a mano armada, secuestros, alquilando sus armas a delincuentes, como soplones del narcotráfico o como ladrones de cocaína. Varios de esos policías han sido capturados por sus propios compañeros en operativos sorpresivos difundidos por la prensa.
“Se le conmina para que en el plazo de 48 horas de recibida la presente carta, se sirva a brindar las disculpas correspondientes a la Policía Nacional del Perú y rectificar la caricatura... Caso contrario, me veré obligado a iniciar las acciones legales correspondientes”, indica la carta firmada por el jefe de la policía peruana, Víctor Zanabria, que fue publicada anticipadamente el miércoles por el diario La República en su sitio de internet.
La carta también recuerda que el delito de difamación a través de la prensa u otro medio de comunicación se castiga con entre uno y tres años de cárcel, según el código penal de Perú.
Tovar confirmó a The Associated Press que recibieron el viernes la comunicación notarial y la calificó “no solamente como una amenaza, sino que es un atentado flagrante contra la libertad de expresión”.
El caricaturista, de 76 años, indicó que no iba a rectificar porque, aunque la caricatura por lo general “suele ser una exageración de la realidad, en este caso, curiosamente, casi no hay exageración”.
Y añadió: “En la actualidad en el Perú los ciudadanos podemos salir a la calle y de repente nos interviene un policía con su uniforme, y puede ser uno de tres: puede ser un policía de verdad, puede ser un policía delincuente que quiere secuestrarnos o puede ser un delincuente disfrazado de policía”.
Tovar citó noticias de los últimos meses como el caso de un médico que fue secuestrado el 23 de noviembre en Lima por dos policías que vestían sus chalecos de trabajo o el de tres delincuentes que, fingiendo ser policías y vistiendo chalecos policiales, secuestraron el 23 de octubre a un empresario en la ciudad de Trujillo.
El mismo viernes dos hombres que vestían chalecos policiales robaron en una oficina del Banco de Crédito de Perú en Lima. Y un día antes, dos policías fueron condenados a 18 años de cárcel por robar en una oficina del banco estatal en 2021, donde murió un tercer agente policial que los enfrentó.
“Este es un problema real que estamos viviendo los ciudadanos peruanos. La policía no ofrece ninguna solución más que enterrar la cabeza. No quieren que se hable del asunto”, dijo Tovar, quien publica sus caricaturas desde hace casi medio siglo.
El artista recordó que nunca había recibido una carta notarial, ni siquiera durante la dictadura militar que gobernó Perú entre 1968 y 1980.
El anuncio policial del martes provocó rechazo en diversos gremios periodísticos, viñetas de solidaridad de otros caricaturistas y la reacción de Pedro Vaca, relator especial para la libertad de expresión de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, quien dijo en su cuenta de X, antes Twitter, que “una caricatura no afecta la ‘imagen institucional’ de una entidad”.
Vaca mencionó que “erosionar el espacio para el humor sobre la autoridad sí que lastima severamente la libertad de expresión” y concluyó que “cuando el humor preocupa a la autoridad es porque la reflexión que se quiere provocar es relevante”.