Un poeta argentino en Nueva York

Aunque ya no sea el lugar contracultural donde los artistas del mundo caían en busca de emociones e inspiración, junto con un alquiler barato y unos pocos dólares para afrontar gastos elementales, Nueva York todavía es un diamante que encandila. Como otros poetas a lo largo del tiempo –José Martí, Dylan Thomas, Federico García Lorca– el escritor Claudio Iván Remeseira (Argentina, 1960) le rinde tributo en su nuevo libro de poemas, Ñuórk! (Élitro Editorial del Proyecto Zompopos).

Entre sus páginas sobrevuela una mirada donde la ciudad se refleja nerviosa, egoísta, creativa. Así, el recorrido por las calles y avenidas infinitas es un mapa desnudo de la existencia del autor. Ñuórk! puede leerse como la guía íntima de un transeúnte inteligente y desesperado que no calla, es como la metrópolis: una avalancha de imágenes, emociones, idiomas que se vuelve música de cañerías para una selva de asfalto y esmog.

Claudio Iván Remeseira es periodista y escritor. Su obra literaria ha aparecido en Con la urgencia del instante (Ars Communis Editorial), Don’t Cry for Me, Argentina (Ars Communis Editorial) como en las publicaciones Suburbano.net, Nueva York Poetry Review, Salmagundi, entre otras. Es autor de Hispanic New York (Columbia University Press), que ganó un International Latino Book Award. Además, es fundador y director del Hispanic New York Project, una iniciativa auspiciada por el Centro de Estudios Americanos de la Universidad de Columbia. Ha trabajado en La Nación, Página 12, El Diario y Wall Street Journal Americas, entre otros medios. Reside en Nueva York desde 2001.

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¿Qué lo motivó a escribir Ñuórk!?

En el año 2000 visité Nueva York por primera vez y al año siguiente volví para hacer una maestría de la escuela de periodismo de Columbia, en lo que terminó siendo una estadía que dura hasta hoy. Como para cualquiera que llega a esta ciudad –una ciudad muy transitada en la imaginación antes de haber puesto un pie en ella–, la intensidad de la experiencia fue tal que en mi caso, porque soy escritor, reclamaba ser escrita. Como digo en el prólogo, “el verso era la forma más natural, más propicia a la dactilografía de sensaciones, emociones e ideas que estallaban a cada paso en mi mente ante el estímulo sinestésico” de la ciudad. Esto es válido para cualquiera, pero para los hispanohablantes Nueva York ofrece una segunda capa de extrañeza: el reencuentro con el propio idioma, o más bien el choque de la propia variante del español con otras variantes, incluyendo el español peninsular –Nueva York ha sido históricamente la más latinoamericana de todas las ciudades de EEUU, condición que ahora quizás pueda compartir con Miami– y ese hijo rebelde del bilingüismo anglo-hispano que es el spanglish. Desde el título, Ñuórk! intenta capturar esa doble extrañeza.

Su padre poético en este libro es Walt Whitman.

No sé si padre poético sino más bien máscara. El poema es un largo soliloquio ostensiblemente inspirado en Whitman, que a su vez se inspiró en los Salmos, y que además era periodista, como nosotros. Ponerme la máscara de Whitman era como el gesto más obvio para decir: “Aquí me pongo a cantar”, escúchenme que lo que vengo a decir tiene una pretensión americana, omniabarcativa, cósmica, que es relevante y que tiene que ver con ustedes. El problema es que escribir hoy como Whitman –o como el autor de los Salmos– es inevitablemente un pastiche o una parodia. Mi poema es un pastiche de Whitman, una parodia de su estilo, aunque también hay una valoración positiva en el uso de algunos recursos técnicos, como la enumeración. Pero lo que rescato sobre todo de Whitman es su actitud poética, su voluntad de querer transformar el mundo en palabras, que se corresponde con la desmesura de Nueva York. En ese sentido –y esto también remite a Whitman– Ñuórk! es un poema místico. Borges decía la clave de un cuento está en el comienzo y el final (otro guiño a los Salmos). La primera y la última sección del libro encierran esa clave.

¿Qué hay respecto a Federico García Lorca y José Martí que escribieron sobre New York?

Martí estuvo siempre presente en mí mientras componía el poema, no tanto por alguna obra en particular sino por esa misma actitud whitmanesca, que se manifiesta sobre todo en sus crónicas neoyorquinas, en la que no deja ningún aspecto, grande o chico, de la ciudad sin tocar (y Martí, recordemos, fue el que descubrió a Whitman para el mundo de lengua española). En cuanto a Lorca, vale aclarar que Ñuórk! es parte de una trilogía; en el segundo libro de esta trilogía, que debería aparecer el año que viene, hay más alusiones a Poeta en Nueva York, que evidentemente es un obra con la que cualquiera que escribe poesía sobre esta ciudad conversa en algún momento.

Es un libro de poemas donde lo narrativo es muy importante.

Hay una peripecia del yo lírico, que como una cámara va registrando imágenes y voces en su deambular callejero. Pero ese elemento narrativo es engañoso, porque el verdadero protagonista del poema es el lenguaje. La verdadera acción del poema ocurre al leerlo, tanto auditiva como ocularmente.

¿Qué tan necesario es el silencio en el poema?

Los silencios y el blanco de la página (un silencio visual) son esenciales a la estructura formal del poema, una alusión a los límites del lenguaje y a algunas corrientes poéticas, como la poesía concreta, y sobre todo la poesía mística. Hay una sección dedicada a San Juan de la Cruz, pero el sentido místico, como dije antes, enmarca (y penetra) todo el poema.

¿Qué cosas quedaron afuera de este libro?

Parafraseando otra vez a Borges, creo que todos los libros son un solo libro; un libro logrado es una unidad perfecta, aún con –o por– sus limitaciones.

¿Con más de veinte años en Estados Unidos ha pensado en regresar a vivir en Argentina?

No me imagino envejeciendo en Estados Unidos. Mi esposa tiene más deseos que yo de volver cuando nos retiremos. Veremos.

¿Qué ha aprendido de la sociedad norteamericana durante estos años?

No sé hasta qué punto puedo decir que conozco la sociedad norteamericana, porque en estos años he salido muy poco de Nueva York. Mi conocimiento del resto de los Estados Unidos, como escribió Henry Miller, es literatura. Pero como cualquier persona que trata de estar informada –y mi profesión ha sido fundamental en esto–, he aprendido algunas cosas. Este es un país inmenso, geográfica y socialmente, y la mera experiencia de viajar a través de él es una experiencia transformadora. También me asombra cómo cambiaron las relaciones entre Estados Unidos y América latina. A comienzos de siglo parecía que íbamos hacia una integración económica y geopolítica; después vino Septiembre 11 y Estados Unidos se desentendió de América latina, que con el chavismo y otros populismos de izquierda pareció por un tiempo tomar un camino totalmente divergente. Pero lo que hoy vemos es que, gracias a la revolución digital y de las comunicaciones, y de una manera quizá no muy distinta a lo que hubiera pasado con el ALCA, al menos en el plano cultural se produjo una convergencia, o más bien homogenización. La cultura de masas latinoamericana –especialmente la música–, es casi un subproducto de la cultura de masas de EEUU. Este es por supuesto un fenómeno global, pero no deja de sorprenderme que el spanglish, que cuando yo llegué a este país era todavía una peculiaridad de Nueva York y otras grandes ciudades, hoy ha impregnado no sólo el habla adolescente, sino el lenguaje de la computación, las finanzas y el espectáculo de todo el mundo hispanohablante. Ñuórk! fue un anticipo de esto.

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