Los niños de Uvalde vuelven a jugar en una ciudad paralizada por el dolor
Vestidos con impecables uniformes y con vertiginosa anticipación, los jóvenes de las Pequeñas Ligas de Uvalde corrían de un lado a otro del campo mientras la cálida brisa de la noche de verano extendió por las gradas el olor a nachos con queso y fajitas de pollo calientes.
Ha sido un mes de luto en Uvalde, Texas: 21 funerales en 17 días a raíz de un tiroteo masivo en la Escuela Primaria Robb. El Campeonato de las Estrellas de las Pequeñas Ligas del pasado fin de semana, un evento que Uvalde había planeado celebrar con orgullo, parecía la próxima víctima; de los 19 niños asesinados, seis estaban en el equipo. Nadie tenía ganas de competir y mucho menos de echar porras.
Pero luego lo pensaron otra vez. Quizás el béisbol era exactamente lo que necesitaban.
“No quieres usar la palabra ‘diversión’, pero quieres ver a los niños felices otra vez”, dijo Cody Gardner, cuyo hijo de 9 años, Jage, estaba ansioso por jugar a la pelota. “El béisbol siempre nos ha unido. Todavía hay una abrumadora sensación de tristeza y un poquito de normalidad”.
El jueves, hicieron una pausa para honrar a los muertos en una ceremonia de inauguración en el Complejo Deportivo de la ciudad de Uvalde, al entregar una camiseta y una pelota de béisbol a cada una de las seis familias que perdieron un jugador. El presidente de las Pequeñas Ligas de Uvalde, J. J. Suárez, recorrió una fila de dos decenas de parientes, abrazando a cada uno de ellos.
Primero, hubo 21 segundos de silencio. Luego, la voz profunda del locutor, Wade Carpenter, resonó por todo el campo.
“Somos Uvalde fuerte. ¡Juguemos a la pelota!”, dijo.
Y con eso, los jugadores se desplegaron en cuatro campos de béisbol, lanzaron pelotas, corrieron las bases y, por algunas horas, dejaron de lado su dolor en los brazos del pasatiempo favorito de Estados Unidos.
Leticia Rodríguez, de 61 años, esbozó una sonrisa agridulce al ver a los niños y sus padres formar una larga fila para saborear las fajitas que estaba cocinando junto al puesto de comida.
“En un pueblo pequeño como este, no hay mucho que hacer. El béisbol es todo lo que tenemos”, dijo Rodríguez, cuyos 18 nietos han jugado en la Liga Pequeña de Uvalde. “Tuvimos que volver por los niños. Tuvimos que hacerlo”.
El torneo de verano por poco no ocurre. Aunque Uvalde había sido elegido para albergar el torneo regional esta primavera, el tiroteo del 24 de mayo llevó a la Pequeña Liga de Uvalde, que patrocina a más de 620 niños de 4 a 15 años, a considerar ceder la organización del evento a otra ciudad.
Pero Matthew Hughes, un miembro de la junta de la liga donde juega su hija, dijo que casi todas las personas con las que hablaron, incluidos los padres de los jugadores que murieron en el tiroteo, aceptaron seguir adelante.
“Llamé a un par de consejeros en la ciudad y les pregunté: ‘¿Qué opinan?’. Estos dijeron que parte del proceso de curación es hacer que las personas vuelvan al nivel de continuidad, un nivel de regularidad lo más rápido posible”, dijo Hughes. “En mi opinión, estamos organizando este torneo para todos ellos”.
La semana pasada, Suárez, quien ha sido parte de la liga durante dos décadas, ayudó a colocar los retratos de los seis jugadores asesinados en la pared de la cueva, retratos en los que cada uno tendrá 10 años para siempre, posando con un bate y vestidos con un uniforme de las Pequeñas Ligas: Xavier Lopez, Tess Mata, Eliahna Torres, Alexandria Rubio, José Flores Jr. y Makenna Elrod. Cuando Suárez llegó al último retrato, las lágrimas corrían por su rostro.
“Es difícil de procesar”, dijo.
Algunos padres se preguntaban si seguir adelante era la decisión correcta. “Se siente como si estuvieras siendo egoísta, ¿sabes?”, dijo Erica Bueno, cuyo hijo de 9 años, Joaquín, logró quedar en el equipo de las estrellas. “Volver a la normalidad cuando hay tanto dolor en este pueblo”. Hizo una pausa y luego agregó: “Te sientes mal por tratar de ser feliz”.
Dos días antes del torneo, Bueno observó con una mezcla de alegría y preocupación cómo Joaquín intentaba atrapar una pelota durante un juego de práctica. El niño, que jugaba en el mismo equipo que Xavier, parecía estar de buen humor, pero era difícil saber qué pensaban los niños de su edad, dijo Bueno.
Unos días antes, cuando asistieron al funeral de Xavier, Joaquín tuvo dificultades con sus emociones; especialmente, después de ver a su amigo inmóvil en un ataúd abierto, rodeado de flores y recuerdos de las Pequeñas Ligas, recordó Bueno.
“Él preguntó: ‘Mamá, ¿por qué alguien haría algo así?’”, dijo. “Traté de explicar que hay maldad en este mundo y que algunas personas toman malas decisiones. A los niños les cuesta entender lo que significa la muerte”.
Suárez perdió a un amigo: Joe Garcia, a quien conocía desde el bachillerato, sufrió un infarto fatal dos días después de que su esposa, Irma Garcia, y otra maestra, Eva Mireles, murieran en la masacre. Joe había conocido a Irma en el bachillerato y desde entonces habían sido inseparables, recordó Suárez. Las amistades del bachillerato han pasado a la siguiente generación: los dos hijos de Suárez son amigos de los cuatro hijos de los García, ahora huérfanos.
“Murió con el corazón roto”, dijo Suárez sobre su amigo. “Él también es víctima de esta tragedia”.
Durante la ceremonia de inauguración del jueves, la organización Little League International otorgó el Premio Comunitario de Pequeñas Ligas Carl E. Stotz 2022 y una subvención de 5000 dólares a la Pequeña Liga de Uvalde, como un reconocimiento a las extensas contribuciones comunitarias del grupo.
Luego, la Uvalde Junior League, para edades de 12 a 14 años, salió al campo para enfrentarse al equipo de Jourdanton, Texas. En una intensa contienda que se prolongó hasta pasada la medianoche, Uvalde ganó 10-5.
El domingo, en uno de los juegos más esperados del torneo, el equipo de sóftbol de 10 a 12 años de Suárez se enfrentó a sus rivales de Devine, Texas.
El ambiente al principio fue solemne, con otro periodo de silencio por los fallecidos. Pero luego las jugadoras de Uvalde estallaron en un canto familiar: “Donde quiera que vayamos, la gente quiere saber quiénes somos”, gritaron. “¡Somos Uvalde, poderoso, poderoso Uvalde!”.
El equipo demostró ser imparable, al anotar 23 carreras contra las 3 de Devine en la parte alta de la tercera entrada. El juego terminó con el marcador final de 25-6, a favor del equipo de Uvalde que celebró la victoria. “Excelente esfuerzo de todas ustedes”, dijo Suárez a las chicas. “Todas ustedes dieron el 100 por ciento”.
A lo largo de los juegos y las sesiones de práctica de la semana, gran parte del tiempo se dedicó a recordar. Willa Suarez, de 13 años, hija de Suarez, recordó a su amiga Eliahna, quien fue nombrada estrella honoraria durante el partido del domingo. Willa dijo que Eliahna siempre tenía una sonrisa en el rostro: “Ella siempre fue una colaboradora. Después de cada juego, ganáramos o perdiéramos, decía: ‘Buen juego’”.