Playas, marismas y estuarios de la Costa Vicentina, en Portugal

Dejamos atrás a Lisboa, capital que han escogido para residir, algunos jubilados atraídos por su calidad de vida, arquitectura, gastronomía, historia y precios. Cruzamos el imponente Puente 25 de Abril, sobre el río Tajo, almorzamos en Setúbal, puerto del mejor mercado de pescado de Europa, y salimos a viajar por el Algarve, epicentro de los descubrimientos portugueses de los siglos XV y XVI.

Apenas cincuenta kilómetros de recorrido por la carretera secundaria A26, y ya estábamos en Grândola, entrada del Alentejo, una región del centro-sur y sur de Portugal. —“Grândola, vila morena” fue la canción compuesta por José Alonso—, explicó Antonio Pereira, mi suegro, que nos acompañaba. —Esa fue la segunda señal emitida en el programa “Límite” de Radio Renascença a los veinte minutos del día 25 de abril, para el arranque de las tropas de Lisboa y la confirmación que la revolución ganaba terreno. —Ese día cayó la dictadura salazarista—dijo.

Calle comercial e iglesia en Albufeira, centro turístico de Algarve.
Calle comercial e iglesia en Albufeira, centro turístico de Algarve.

Nos rodeaba el paisaje del Parque Natural del Suroeste Alentejano, a la izquierda, y las playas, marismas y estuarios de la Costa Vicentina, a nuestro lado derecho, sobre el Océano Atlántico.

En la ruta se alternaban zonas despobladas, y olivares y viñedos, de fincas a la orilla de la vía. Sus viejas casonas de paredes desconchadas, delataban el paso de los siglos. Era una auténtica postal de ese Portugal melancólico como su fado, que sorprende y cautiva. Se repetían esas escenas que nos hacen sentir que en su geografía el tiempo se ha detenido, y la tristeza es una manera de ser lusitano. Era un día soleado de cielo limpio y luminoso. Seguíamos avanzando y observando bosques de alcornoque, eucaliptos y pinos elevados. Luego nos detuvimos, a un costado de la carretera, en un pintoresco quiosco que llamaba la atención con una bandera portuguesa amarrada al tronco de un enorme árbol. Su dueño ofrecía en su mercado, productos agrícolas, recién cosechados y frutas de la temporada.

Don Vasco da Gama, escultura en Sines, su pueblo natal, en la costa vicentina, Portugal.
Don Vasco da Gama, escultura en Sines, su pueblo natal, en la costa vicentina, Portugal.

La escala en Sines, fue un acierto. Es un pueblo acogedor ubicado en la Costa Vicentina. Posee la primera zona portuaria industrial del país. El encanto de los pueblos portugueses se descubre recorriendo sus calles. Así llegamos a la escultura a Vasco da Gama, explorador portugués y uno de los principales descubridores de nuevos mundos. Fue el primer europeo en llegar por mar a la India abriendo la ruta del Atlántico y el Índico, bordeando el Cabo de la Buena Esperanza. A su lado está la muralla del castillo de Sines, la iglesia del Salvador y al frente, la playa que lleva su nombre. En “La Adega de Sines”, nos sirvieron un rico menú casero a base de sopa de verduras, sardinas asadas, costillas de puerco, patatas fritas y una garrafa de vino de la casa, por 15 euros por persona.

Rocas y playas de Sagres, sudoeste de Portugal.
Rocas y playas de Sagres, sudoeste de Portugal.

Aljezur, estaba muy cerca. Pertenece al Algarve, la provincia más meridional de Portugal, y la más visitada, con 9 millones de turistas. Es una ciudad islámica entre la montaña y el mar, y sus orígenes se remontan al siglo X. Fue la entrada principal del Océano Atlántico, en algún tiempo. Nos detuvimos a ver su castillo, el más importantes del Algarve, y el último reconquistado por los cristianos. Hoy luce abandonado; es el mismo que está representado en la bandera portuguesa. Por su litoral pasa la ruta peatonal de 350 kilómetros, que sale de Santiago do Cacém, y cubre hasta Cabo Saõ Vicente.

Fortaleza de Sagres, obra del infante Don Henrique de Portugal.
Fortaleza de Sagres, obra del infante Don Henrique de Portugal.

Sagres está localizado en la esquina más occidental del Algarve. Los antiguos creían que allí era el fin del mundo, debido a que más allá sólo había mar. El lugar que guarda las mejores historias es la fortaleza del siglo XV que fue construida para controlar los ataques piratas. El infante Don Henrique le dio apoyo financiero a una escuela que funcionó dentro de esas murallas, donde se formaron navegantes que contribuyeron a descubrir nuevos mundos. El paisaje de la costa lo componen un mar color turquesa, hermosas playas, calas y profundos acantilados de infarto. La brisa es muy fuerte y favorece las condiciones para que estas playas sean un paraíso para surfistas de todo el mundo.

Formaciones rocosas de la costa de Lagos, Portugal.
Formaciones rocosas de la costa de Lagos, Portugal.

Lagos es una parada obligatoria por su importancia económica, pasado histórico y sus playas. La visita comienza por las estrechas callecitas de calçada portuguesa, del casco histórico. Fue declarada la capital del reino del Algarve, en 1573 y se convirtió en la primera ciudad europea que tuvo un mercado de esclavos. Sus habitantes viven orgullosos de su protagonismo en la apertura de nuevas rutas comerciales, como centro de coordinación de los descubrimientos. En sus astilleros se construyeron carabelas para realizar esos viajes.

A Portimão, la llamada joya del Algarve, por la A22, son solo 30 kilómetros de recorrido. Es famosa por tener las playas más bonitas de Portugal, las de Rocha, de arena blanca y aguas cristalinas y por ese motivo recibe millones de vacacionistas todos los años. A pesar de tener una población de 60,000 habitantes, elevada presencia de turistas, numerosos bares y restaurantes, se respira un ambiente sosegado.

Iglesia de Nossa Senhora do Carmo, en Faro, capital del Algarve.
Iglesia de Nossa Senhora do Carmo, en Faro, capital del Algarve.

La buena fama de la sazón y precios moderados, de la cocina portuguesa, también se disfrutan en Portimão, por su riquísimo pescado fresco y el sabroso arroz caldoso de marisco, las exquisitas sardinas y su cataplana de marisco, plato estrella de la zona. Cerca, en Alvor, alquilamos un apartamento como centro de descanso. De Portimão al Puente Internacional del Guadiana, en la frontera con España, hay 116 kilómetros. En la mitad del trayecto encontramos a Faro, la capital de la provincia, donde se destacan las casas con fachadas de azulejos, la pesca, la industria conservera y la exportación de frutas y corcho.

Entrada al casco histórico de Faro.
Entrada al casco histórico de Faro.

La entrada a cualquier pueblo de esta costa es una invitación para compartir con gente hospitalaria y quedarse para ver la puesta del sol. Otros lugares para visitar: Alvor, para pasear en lancha por su río, el barrio medieval de Loulé, o su castillo morisco. Olhao, el mayor puerto pesquero del Algarve, sus edificios de ladrillo rojo y su movido barrio de pescadores.

Jardín del castelo y torre de una de las veintiuna iglesias de Tavira.
Jardín del castelo y torre de una de las veintiuna iglesias de Tavira.

Tavira, sus lagunas, el puente romano sobre la desembocadura del río Gilão y sus calles empedradas. Todo agrada en este viaje por el sur de Portugal. El vino, el menú de bacalao y las almejas. La comida en el Algarve sabe a mar. Mi viaje fue por la aerolínea Air Europa, que tiene vuelos diarios saliendo de Miami y Nueva York a Madrid con conexiones a 40 ciudades. Air Europa tiene aviones de última generación Boeing 787 Dreamliner. www.aireuropa.com

Enrique Córdoba es escritor y cronista de viajes residente en Miami. enriquecordobar@gmail.com