Estas plantas recogen residuos tóxicos de Florida. ¿Pueden resistir las tormentas?

Walter Smith II se sorprendió al ver que el agua le llegaba a los tobillos en una calle de Progress Village donde vivía su padre, así que tomó una foto.

Hace unos cinco o seis años, Smith pasaba por la comunidad de East Tampa durante una lluvia ligera y rutinaria. La infraestructura destinada a desviar las aguas pluviales no se había modernizado desde que se creó la localidad en 1960 como el primer suburbio de Tampa con viviendas para personas de bajos ingresos, dijo. Y los dirigentes siguen esperando.

“Pensé: ‘Dios mío’”, dijo Smith, ingeniero medioambiental. “Eso es mucha agua”.

La región de la Bahía de Tampa no ha sido azotada por un huracán fuerte desde 1921, cuando una marejada de 11 pies la arrasó. Smith no puede imaginar la magnitud de las inundaciones que se producirían si Progress Village recibiera un golpe semejante en la actualidad.

Progress Village, una comunidad no incorporada habitada históricamente por negros, se ubica a la sombra de una montaña de fosfoyesos, una montaña de residuos coronada por un estanque de retención abierto que contiene millones de galones de agua tóxica procedente de la producción de fertilizantes. Otra pila está una milla al oeste, junto a la Bahía de Hillsborough, un poco más alejada de la vida cotidiana de la gente.

Frente a los paisajes naturalmente llanos de la Florida, el imponente montón es imposible de pasar por alto desde algunas casas de la cercana Riverview, el Village y dos complejos de nueva construcción en la línea de la cerca separadora.

Con 367 acres, la montaña es mayor que el parque zoológico y de atracciones Busch Gardens, que se extiende al otro lado de Tampa.

Ahora, unos 40 años después que la comunidad protestó infructuosamente por la construcción de lo que se convirtió en el segundo montón de la zona, Smith se ha propuesto educar a los más vulnerables sobre cómo la industria puede afectar la salud y la seguridad de los habitantes del Village.

El padre de Smith, Walter Smith I, acabó abandonando la localidad; posteriormente fue presidente de la Florida Agricultural & Mechanical University (FAMU). Ahora, Smith se preocupa por quienes deben enfrentar los riesgos de vivir junto a una planta de fosfatos, dos montañas de yeso y una central eléctrica de carbón.

“¿Sabe que la gente habla de lugares olvidados, de pueblos olvidados?”, dijo Smith afuera de la pintoresca Victory African Methodist Episcopal Church, donde suele organizar actos de divulgación comunitaria centrados en la salud. “Este es uno”.

Walter Smith II (derecha) escucha a los presentadores de la comunidad en la Feria de Salud Ambiental de Progress Village en la Victory African Methodist Episcopal Church, el sábado 22 de abril de 2023.
Walter Smith II (derecha) escucha a los presentadores de la comunidad en la Feria de Salud Ambiental de Progress Village en la Victory African Methodist Episcopal Church, el sábado 22 de abril de 2023.

Las empresas de fosfatos apilan fosfoyesos —residuos radiactivos que contienen uranio, torio y radio y emiten el cancerígeno radón— en montañas de residuos industriales. Ya se trate de esas “pilas de yeso”, de las minas de fosfato que dejan al descubierto las entrañas de la tierra en el centro de la Florida o de las plantas de procesamiento de fertilizantes en el llamado Callejón del Cáncer de Louisiana, la vida a la sombra de la industria de los fertilizantes ha sido durante mucho tiempo una realidad para las comunidades más pequeñas y con menos ingresos.

Tres códigos postales del centro de la Florida en las localidades de Mulberry, Bartow y Fort Meade soportan la mayor parte de la carga de residuos de la minería de fosfatos, con la mayor concentración de pilas de yeso, según un análisis de WUFT News.

El cambio climático podría complicar aún más el riesgo. La Florida tiene el mayor número de operaciones de fabricación de fertilizantes de cualquier estado de la nación, según el informe de la industria IBISWorld 2022. También está entre los estados que enfrentan un mayor peligro de huracanes y lluvias extremas que, según los científicos, son cada vez más graves a medida que la Tierra se calienta.

Veinticinco montañas de fosfoyesos se levantan en todo el estado, según datos del Departamento de Protección Ambiental de la Florida, con una superficie que oscila entre los 51 y los 744 acres. La mayoría se concentran en el centro de la Florida.

En otras partes del sureste, dos pilas están bajo la supervisión de la Agencia de Protección Ambiental federal (EPA) en la costa de Mississippi, en Pascagoula. Otras montañas, incluidas las que contienen residuos de tres instalaciones de procesamiento de fosfatos, se levantan en Louisiana.

Hace 40 años, los habitantes de Progress Village abarrotaron la cámara en una reunión de la Comisión del Condado Hillsborough en 1983 para protestar por un permiso para crear un segundo montón. Esa pila es ahora fácilmente visible desde los patios de recreo de las escuelas primaria y secundaria locales.

Cuando se aprobó, algunos pensaron que la preocupación de la comunidad caía en saco roto debido al racismo. “No creo que si este sitio estuviera cerca de una comunidad establecida mayoritariamente blanca... esta empresa hubiera propuesto colocar el motón en ese lugar”, dijo Warren Dawson, el abogado de la localidad en aquel momento, en un artículo del Miami Herald de 1984.

A medida que disminuía la voluntad local de luchar contra la montaña, no dejaba de crecer. Más tarde, la Comisión concedió discretamente ampliaciones de altura de 200 y 50 pies sin apenas contar con la opinión de los miembros de la comunidad, según una tesis de 2017 de Laura Baum, de la Universidad del Sur de la Florida, que pasó tres años en la comunidad documentando la historia de la localidad.

Varios habitantes del Village y de la cercana localidad de Riverview entrevistados para este proyecto dijeron que nunca habían pensado en lo que pudiera ser la montaña junto a la que vivían.

En 1984, los dirigentes del Village llegaron a un acuerdo con la empres Gardinier, que pronto pasó a llamarse Cargill. En 2004, la División de Nutrición de Cultivos de Cargill e IMC Global se fusionaron para convertirse en The Mosaic Co., una empresa incluida en la lista Fortune 500 con ingresos de casi $20,000 millones en 2022. Con sede en Tampa e importantes operaciones de fosfatos en la Florida y Louisiana, Mosaic es hoy uno de los tres grandes fabricantes de fertilizantes de Norteamérica, detras de CF Industries y Nutrien.

A cambio de soportar la nueva montaña de yeso, el acuerdo otorgaba a los habitantes de Progress Village terrenos para un huerto comunitario, contratación preferente para los lugareños en las operaciones de fosfato cercanas y un programa de becas en curso que sigue beneficiando activamente a los estudiantes locales. Cargill también reembolsó los honorarios de los abogados que lucharon contra la montaña.

El acuerdo estableció premios de honor de $25 para los estudiantes locales y un regalo de $100 al graduarse.

“Progress Village era fuerte y organizada”, dijo Baum. “Realmente trabajaron duro para tener su organización comunitaria y ser poderosos dentro de ella. Solo así pudieron forzar el acuerdo”.

El agua y el tiempo

Un historial de amenazas a las montañas de yeso en todo el sureste ha legitimado los temores iniciales de los habitantes del Village.

El FDEP mantiene una base de datos pública de las comunicaciones entre la dependencia y los gerentes de las instalaciones sobre posibles vertidos o amenazas a la infraestructura de la industria. Los activistas siguen de cerca la lista, especialmente durante los huracanes.

Es posible que algunos floridanos nunca hayan oído hablar de una pila de yeso hasta la primavera de 2021. Más de 300 viviendas fueron evacuadas cuando, a finales de marzo, las autoridades descubrieron una rotura en el revestimiento de una montaña de la extinta planta de fosfato de Piney Point, en el Condado Manatee. Las autoridades vertieron más de 200 millones de galones de agua contaminada en Port Manatee y Tampa Bay para evitar un desastre mayor.

Dos años después, los contribuyentes de la Florida han gastado $85 millones en limpiar el lugar. Un ingeniero designado por un tribunal supervisa su cierre. Los trabajadores inyectan cada día un millón de galones de sus aguas contaminadas a más de 800 metros bajo tierra, en un acuífero confinado de agua salada.

El verano siguiente al vertido, la Bahía de Tampa sufrió la peor marea roja en medio siglo; aunque algunos estudios científicos apuntan a Piney Point como la causa, hay otras investigaciones en curso.

Mientras tanto, el vertido de millones de galones en las cuencas hidrográficas del sureste ocurren desde hace décadas.

La mayoría de los montones son ahora gestionados por empresas de fertilizantes más grandes, como Nutrien y Mosaic. Esto no incluye las dos en el suroeste de Mississippi, que se convirtieron en lugares objeto de costosas limpiezas cuando intervino la EPA en 2018.

Comparación del proyecto de cierre de la montaña de yeso de Mississippi tomada de una presentación de marzo de 2023. Se espera que el cierre finalice en 2025. U.S. Environmental Protection Agency.
Comparación del proyecto de cierre de la montaña de yeso de Mississippi tomada de una presentación de marzo de 2023. Se espera que el cierre finalice en 2025. U.S. Environmental Protection Agency.

El costo de limpiar las montañas de residuos de Mississippi se han disparado a $198.6 millones: $95 millones para el cierre de los sitios y $103 millones para el tratamiento del agua, dijo Craig Zeller, gerente de proyectos de remediación de la EPA. El proyecto, añadió, concluirá probablemente en 2025.

La dependencia enumera las fuertes lluvias de huracanes como la razón de la descarga del Mississippi de 400 millones de galones de residuos parcialmente tratados en 2017. Hasta marzo, se habían vertido 5,400 millones de galones de agua en el Bayou Cossette en cinco años, según documentos de la EPA.

Los motones de de fosfoyesos también suponen una amenaza para el acuífero floridano, la principal fuente de agua potable del estado.

A Smith le preocupa que un desastre como el de Piney Point pueda ocurrir en el futuro del Village, a pesar de que la pila está ahora bajo la vigilancia de la bien financiada Mosaic. Muchos habitantes han sido durante mucho tiempo cautelosos con el agua, llegando a un consenso que no es segura para beber o cocinar. Twanda Bradley, presidenta del Consejo Cívico de Progress Village, dijo que su familia usaba un purificador de agua por precaución.

“Era amarillenta”, dijo Bradley del agua del grifo de la comunidad en su infancia.

La urbanización en la superficie puede aumentar la vulnerabilidad del acuífero a los socavones. Hace seis años se abrió un sumidero bajo una montaña de yeso activa en las instalaciones de New Wales de Mosaic en Mulberry. Se calcula que unos 215 millones de galones de aguas residuales tóxicas se filtraron al acuífero.

Y no era la primera vez. Los socavones provocaron un vertido de 80 millones de galones en la montaña de yeso de New Wales en 1994, y un vertido de 84 millones de galones en 2009 en una montaña de yeso en White Springs, según un informe de E&E News.

En el futuro, estas catástrofes pudieran verse amplificadas por dos factores: el envejecimiento de la infraestructura y la realidad del cambio climático, que según los científicos está provocando precipitaciones fuertes y fortaleciendo a algunos huracanes.

Se prevé que la intensidad de los vientos huracanados aumente hasta 10% este siglo, según las proyecciones de modelo de la NOAA. Las precipitaciones podrían aumentar entre 10% y 15%; las temperaturas más cálidas hacen que la atmósfera retenga más agua, lo que provoca más lluvias.

Los meteorólogos también han empezado a prepararse para lo que podrían ser tormentas de categoría 6 sin precedentes en la escala de vientos huracanados de Saffir-Simpson: vientos sostenidos de más de 200 millas por hora.

Todo esto plantea la pregunta: ¿Está aumentando el riesgo el cambio climático?

Al límite; preparándose para la próxima tormenta

Otra comunidad no incorporada predominantemente negra que conoce demasiado bien el impacto de la industria del fosfato es Convent, en Louisiana: un barrio tranquilo y sin pretensiones en St. James Parish con 483 habitantes, según el Censo federal de 2020.

Una montaña yeso de una milla cuadrada se cierne sobre la planta Uncle Sam de Mosaic en Convent. El complejo de fertilizantes de fosfato conservó el nombre de la plantación de azúcar donde había más de 150 esclavos a mediados del siglo XIX, según el historiador Christopher Morris, quien descubrió que las ricas tierras del fondo del Mississippi, antaño consideradas infinitamente fértiles, estaban tan desprovistas de nutrientes en la década de 1870 que los campos tuvieron que complementarse con fertilizantes como un carbón vegetal hecho de huesos de animales rico en fosfato.

En el siglo XX, las plantaciones se transformaron en plantas industriales a lo largo de una franja de 85 millas del río Mississippi entre Nueva Orleans y Baton Rouge. No solo la industria de fertilizantes emite toxinas al aire y al agua a lo largo de la franja, apodada “Callejón del Cáncer” debido al alto índice de cáncer y otros padecimientos entre los habitantes.

Convent está a tiro de piedra de casi una docena de plantas que fabrican una amplia variedad de productos para ExxonMobil, Occidental Chemical, Nucor Steel y Ergon.

Barbara Washington habla de su experiencia viviendo en la comunidad de Convent, Louisiana, el martes 14 de marzo de 2023.
Barbara Washington habla de su experiencia viviendo en la comunidad de Convent, Louisiana, el martes 14 de marzo de 2023.

La industria ha llevado a Barbara Washington, vecina de Convent y miembro del grupo activista local Rise St. James, a jurar que nunca se quedará en su casa durante un huracán o una tormenta tropical.

Se arrepiente de haber resistido al huracán Ida, de categoría 4 en 2021, que se convirtió en el segundo más intenso en azotar Louisiana desde el huracán Katrina en 2005. Encerrada en casa con la familia, la destrucción estaba a las puertas.

“[Mi esposo] de hecho llamó a su madre y le dijo: ‘Mamá, te quiero. Pero no creo que podamos sobrevivir’”, dijo. “Cuando nos levantamos a la mañana siguiente, todo era devastación”.

Con escasa ayuda de los gobiernos local o estatal, el vecindario aún se tambalea por los efectos de Ida casi dos años después. Las lonas en los tejados y el moho de las inundaciones en el interior siguen marcando docenas de casas del barrio.

La historia de Convent es la misma que ha escuchado una y otra vez Wilma Subra, científica medioambiental de 80 años y ex consultora de la EPA. Lleva décadas luchando contra el apilamiento de yeso en el Callejón del Cáncer.

Al igual que Washington, desconfía de que vivir cerca de la industria sea seguro durante una gran tormenta.

Wilma Subra posa delante de la pila de fosfoyesos de Mosaic en Convent, Louisiana, el lunes 13 de marzo de 2023.
Wilma Subra posa delante de la pila de fosfoyesos de Mosaic en Convent, Louisiana, el lunes 13 de marzo de 2023.

“Esto es un desastre a punto de ocurrir”, dijo Subra en Convent, mirando a montón detrás que los funcionarios estatales de Louisiana pensaron que podría derrumbarse hace cuatro años.

La declaración pública 10-K de Mosaic ante la Comisión de Bolsa y Valores de Estados Unidos (SEC) reconoce que los huracanes aumentan el costo de gestión del agua y que es posible que tenga que actualizar sus procedimientos en caso de exceso de lluvias y huracanes en el futuro.

Además de los retrasos en la producción debidos a Ida, Mosaic reveló retrasos en los envíos y prolongados períodos de inactividad causados por el huracán Ian el pasado otoño. Ian, de categoría 4, diezmó barrios enteros en el suroeste de la Florida después de haber pasado inicialmente por la Bahía de Tampa, donde está gran parte del sector.

Operar en estados propensos a los huracanes significa que los funcionarios de Mosaic evalúan la preparación para las tormentas durante todo el año, dijo la portavoz de la compañía, Jackie Barrón.

Incluso cuando sus instalaciones han estado en trayectorias directas de huracanes, como durante Charley e Irma, las operaciones de la compañía han sobrevivido casi ilesas.

“No quiere decir que la gente no estuviera preocupada y prestando atención”, dijo Barrón. “Pero tenemos una increíble experiencia en esto. Sabemos qué hacer, dónde hacerlo y en qué medida hacerlo”.

Las montañas de yeso se clasifican en tres categorías: cerradas, activas e inactivas. En general, son estructuralmente sólidas, afirma Barrón.

Las cerradas son las que ya no aceptan residuos ni suponen una amenaza para el medio ambiente o la salud humana.

Están cubiertas por un revestimiento impermeable y, a menudo, por una capa de hierba. Las cerradas son menos preocupantes en caso de condiciones meteorológicas extremas porque no tienen estanques activos en los que se siga añadiendo fosfoyeso, dijo Rob Werner, director de Ingeniería que supervisa las 16 montañas de Mosaic en Florida.

Las inactivas ya no aceptan fosfoyeso, pero todavía lo retienen. Las activas son aquellas a las que se añaden residuos continuamente.

En el caso de las montañas con estanques, que están reguladas por el estado, un sistema de diques internos y externos mantiene el agua embalsada, evitando vertidos o desbordamientos, dijo Werner, que restó importancia a cualquier riesgo para las personas que viven cerca de una pila durante una tormenta importante. Lo que más preocupa a los ingenieros durante una tormenta son los posibles vertidos.

Los llamados “informes de activación” se generan diariamente para las montañas activas, dijo Werner, detallando la cantidad de lluvia en pulgadas que una montaña puede tener sin riesgo de derrame.

Si las precipitaciones superan la cuota fijada por el informe, Mosaic puede redirigir el agua a otros estanques. Una capa adicional de protección procede de una zanja que rodea el perímetro del dique exterior. En conjunto, estos sistemas deberían tranquilizar a los vecinos cercanos, dijo Werner.

“Mientras el dique esté ahí, no desaparecerá ni se derrumbará”, dijo Werner. “El nivel del agua se mantiene por debajo de la cresta del dique exterior y la erosión solo afecta al interior del dique interior. La posibilidad de que se desborde o erosione es muy, muy pequeña”.

En el lado de la minería, las aguas pluviales se gestionan mediante un conjunto diverso de bermas o una barrera de montículos que separa dos zonas, dijo Keith Beriswill, director de Ingeniería Geotécnica de Mosaic.

Las instalaciones de la Florida también hacen un simulacro de sus planes para huracanes en junio, dijo.

“Siempre estamos pendientes durante la temporada de huracanes de si una de estas tormentas podría afectar a la Florida o a alguna de nuestras operaciones”, dijo Beriswill. “Este plan de huracanes se activa numerosas veces al año”.

Durante el paso de Ian, algunas instalaciones mineras como la de Fort Meade retuvieron al menos 10 pulgadas de aguas pluviales, lo que, según Beriswill, evitó una mayor destrucción de las comunidades situadas río abajo con un control crítico de las inundaciones.

Lance Kautz, un regulador del Programa de Minería y Mitigación del FDEP, dijo que la instalación en Fort Meade solo excedió su turbidez permitida, o la claridad relativa del agua. El hecho de que la turbidez fuera el único problema fue una hazaña notable, dijo, atribuible a la evolución de la innovación de las aguas residuales.

“Ese tipo de situación con esa instalación concreta era probablemente lo mejor que se podía esperar”, dijo.

Pero para Ragan Whitlock, abogado del Center for Biological Diversity, estos argumentos no son más que una distracción. Las instalaciones de Mosaic no están ayudando a las comunidades cercanas a hacer frente al riesgo de inundaciones en su conjunto, dijo, y la continua extracción de fosfato ciertamente no está aliviando las preocupaciones.

A medida que la infraestructura de fosfato envejece, como en Piney Point —un desastre que se está juzgando actualmente—, amenazas como la rotura de revestimientos se hacen más posibles, dijo Whitlock.

“Tengo muy poca fe en que las instalaciones de fosfato o las pilas de fosfoyeso puedan resistir siquiera un golpe de refilón de un gran huracán”, dijo Whitlock.

Nutrien, con sede en Canadá y el segundo fabricante de fertilizantes más grande en Estados Unidos después de CF Industries, tiene media docena de plantas de fosfato desde el medio oeste hasta el sur, incluida White Springs, en el norte de la Florida. El bombeo excesivo de aguas subterráneas por parte de la industria del fosfato secó la antigua atracción turística a principios de los años 70.

Su planta de Geismar, en Louisiana, inició un proceso de cierre en 2018, provocado por una demanda por mal manejo de residuos. Una reciente revisión quinquenal de sus operaciones en White Springs por parte del Condado Hamilton mostró que las lluvias extremas causaron una acumulación de aguas residuales y otros problemas en su planta química de Swift Creek y su montón de fosfoyeso sin revestimiento en el invierno de 2018. En el verano de 2021, las fuertes lluvias en julio y nuevamente en agosto erosionaron las bermas, causando fallas que condujeron a aguas turbias que corrían hacia Long Branch, que desemboca en el río Suwannee.

Nutrien declinó una entrevista pero proporcionó respuestas por correo electrónico.

“A medida que las predicciones de tormentas han mejorado con el tiempo —intensidad del viento, trayectoria y precipitaciones—, hemos incorporado esas mejoras a nuestra planificación de preparación”, escribió en un correo electrónico Jeff Joyce, gerente general de White Springs Phosphate. En toda Norteamérica, la empresa puso en marcha en 2022 un programa para condiciones meteorológicas severas en respuesta al empeoramiento de los riesgos de fenómenos extremos, desde tormentas de lluvia récord hasta tornados severos cerca de sus operaciones en el medio oeste.

Soluciones: ¿Quién debe cargar con los residuos?

Si los residuos de fosfoyesos no se sitúan mejor en pilas junto a unos pocos injustamente agobiados, queda una pregunta por responder: ¿Deben distribuirse uniformemente los residuos y los riesgos asociados en todo el país? La legislatura de la Florida así lo cree.

Aunque la EPA había denunciado la práctica durante mucho tiempo, el uso de fosfoyesos en la construcción de carreteras ha vuelto a entrar en la conciencia del público. La agencia, bajo la administración de Trump, le dio el visto bueno en 2020, pero luego revocó la aprobación en 2021.

La Legislatura de la Florida aprobó este año un proyecto de ley respaldado por Mosaic para exigir al Departamento de Transporte de la Florida que estudie la práctica, aunque la EPA sigue prohibiéndola. Además de ayudar a la industria con su problema de residuos, pudiera ser otra fuente de ingresos para Mosaic.

Activistas de la industria afirman que el uso de este material es común en todo el mundo, lo que lo hace plausible para James Briscoe, gerente de Operaciones de Mosaic.

“Nuestra esperanza es obviamente que lo vuelvan a aprobar para que podamos usarlo”, dijo Briscoe. “Como hace el resto del mundo”.

Barrón, la portavoz de Mosaic, sostiene que no hay ningún peligro en usar el subproducto del fertilizante en la construcción. Los críticos afirman que supone un riesgo inaceptable para los trabajadores de la construcción, la salud pública y el medio ambiente.

Una pila de fosfoyesos detrás de una valla en Bartow, Florida, el viernes 24 de febrero de 2023.
Una pila de fosfoyesos detrás de una valla en Bartow, Florida, el viernes 24 de febrero de 2023.

Algunos activistas, como Glenn Compton, presidente del grupo activista del centro de la Florida ManaSota-88, se preocupan por el impacto ambiental de la propuesta. Los activistas temen que la dispersión de la carga de fosfoyesos de los montones a las carreteras pueda contaminar el acuífero con escorrentías tóxicas, contaminar el suelo y emitir gas radón al aire.

Compton considera que el interrogante de qué hacer con el fosfoyeso es un problema creado por la propia industria de los fertilizantes.

“No creo que corresponda a nadie más que a la industria encontrar la solución al problema de la eliminación de los residuos de fosfoyeso”, dijo.

Pero comunidades como el Village deben enfrentarse a los peligros desde sus porches todos los días.

Además de no confiar en el agua, Smith cree que el impacto de la industria en la calidad del aire también pasa desapercibido. Recientemente, trabajó con investigadores de la USF para instalar un monitor de calidad del aire en una iglesia local situada a milla y media de una pila abierta.

Los resultados se harán públicos a través de Purple Air, una iniciativa comunitaria para medir las partículas procedentes de las emisiones de vehículos e industrias. Según Smith, la recopilación de sus propios datos permitirá a Progress Village hacerse una idea más precisa de los riesgos, así como influir en cualquier negociación legal o de otro tipo con industrias vecinas como Mosaic o Tampa Electric Co., que sigue operando importantes generadores de carbón en la zona.

“No hay evidencia real” de si los fertilizantes y otras industrias cercanas son seguros para los habitantes de Progress Village, dijo Smith. “Por eso tiene que haber datos, y por eso hice esto: para mostrar a la gente: ‘Podemos hacer algo al respecto’”.

Aunque las comunidades están formando coaliciones de justicia medioambiental para luchar por sus barrios, aún está por ver si la intensificación de las condiciones climáticas obligará al sureste a reconciliarse con las industrias extractivas.

Pero la responsabilidad de mantener a raya a la industria es una tarea que también corresponde a los organismos reguladores con el dinero de los contribuyentes, dijo Brooks Armstrong, director ejecutivo de People For Protecting Peace River.

Según Armstrong, es vital que el gobierno mantenga unos niveles elevados y responsabilice a la industria, sobre todo en períodos vulnerables de condiciones meteorológicas extremas.

“Parece que, poco a poco, el FDEP eleva los estándares, pero normalmente solo lo hace después de un desastre como los de Piney Point o New Wales”, dijo Armstrong. “Pero entonces el experimento continúa”.

Este artículo forma parte de , un proyecto especial de investigación sobre fertilizantes de la Facultad de Periodismo y Comunicación de la Universidad de la Florida y la Facultad de Periodismo de la Universidad de Missouri, apoyado por la.