Tres pintorescas y poco conocidas ciudades del centro de Italia
Nuestra aventura comenzó en Roma y resistiendo la tentación de visitar de nuevo el Vaticano, la Capilla Sixtina, la fuente di Trevi y los Pasos de España, nos dirigimos de inmediato a Tívoli, una pequeña ciudad de estilo Renacimiento, situada al tope de una colina, en la región de Lazio, a unos 40 kilómetros al este de Roma.
Tívoli es famosa por sus esplendidos jardines, ondulados campos y regias villas, para mencionar algunas de sus atracciones. Visitamos la Villa d’Este, cuyos espectacularmente diseñados jardines son considerados el pináculo de diseños de jardines de Italia. Otra impresionante joya de jardinería es Villa Adriana, nominada por UNESCO a la lista de Patrimonio de la Humanidad, y que fuera en una época la residencia de retiro del Emperador Hadrian.
De Tívoli continuamos manejando a través de impresionantes paisajes a Santo Stefano di Sessanio, situada en el tope de una pequeña montaña, 115 km al NE de Tívoli, de arquitectura medieval, con serpenteantes empedradas calles y encantadores arcos. De bienvenida nos esperaba una suculenta cena típica Abruzzan, tradicional de esa área.
Desde Santo Stefano visitamos Massa D’Albe, un pequeño pueblito cerca de las ruinas de una antigua ciudad romana. Caminamos por dentro de Alba Fucens, como son conocidas las ruinas, observando de cerca los restos del forum, el distrito comercial y el imponente Anfiteatro Romano, donde obras de teatro y conciertos musicales se presentan todavía todos los veranos.
De regreso a la ciudad tuvimos la oportunidad de probar “pastuccia”, un guiso típico del área hecho de maíz, embutido, huevo y queso de cabra. La cocina de Abruzzo es conocida como “la comida italiana en su mayor pureza”.
Continuamos nuestra gira hacia Rocca Calascio, mejor conocida como la gran roca o fortaleza, que a 4,790 pies de altura, fuese originalmente construida en el siglo X como una torre de vigilancia por la poderosa familia Medici de Florencia y constituye la mas alta fortaleza de los Apeninos y, de hecho, de toda Italia.
En camino hacia Ascoli Piceno, atravesamos por el Campo Imperatore, conocido como el “pequeño Tibet de Italia”, un paraíso para los amantes de la naturaleza, situado en el Gran Sasso National Park, con enormes pastizales rodeados de gigantescas montañas y valles formados por eones de vientos y derretimientos de glaciares antiguos.
Al día siguiente arribamos a Ascoli Piceno, pasando por la villa Medieval de Castelli, un paraíso de cerámicas y lozas mayólicas, Ascoli con su Palazzo del Capitani y la Piazza de Popolo con la Iglesia de San Francesco, tiene miles de años y su historia precede inclusive la fundación de Roma.
Se nos acababa el tiempo y decidimos disfrutar las últimas horas en el Paseo de la Piazza Arringo, que en tiempos medievales sirvió como el lugar de reunión de asambleas públicas y como arena de torneos para ordenes caballerescas. Hoy en día, la plaza esta flanqueada por un número de palazzis ornamentados y su pieza central es una fuente de mármol blanco, adornada por un par de estatuas de caballitos de mar de bronce.
De regreso a Roma, decidimos tomar una pequeña gira a Pisa, para chequear si “la Torre todavía seguía inclinada” y disfrutar de la vista de las otras tres maravillas de arquitectura medieval: la Catedral, el cementerio y el Bautisterio. ¡Arrivederci Italia!
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