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Peso Pluma, corridos tumbados y el clasismo que florece disfrazado de buenos modales

Peso Pluma durante los Latin American Music Awards en la MGM Grand Garden Arena (Denise Truscello/WireImage)
Peso Pluma durante los Latin American Music Awards en la MGM Grand Garden Arena (Denise Truscello/WireImage)

Escuchar Peso Pluma, hasta hace poco, hubiera remitido a una categoría de boxeo. Pero eso cambió en los últimos meses. Haga un poco de memoria: ¿recuerda la primera vez que escuchó hablar de él? Es difícil saberlo, pero un día, de repente, ya estaba en todos lados. Y después, rápidamente, se había colocado en el top mundial de Spotify. Lo nunca imaginado: un mexicano en lo más alto de la industria dominada largamente por la música en inglés y, en los últimos años, por el reggaetón.

Pero hay un pecado imperdonable: Peso Pluma canta corridos. Pertenece, en realidad, a la modalidad más nueva: a los corridos tumbados —porque los corridos como tal existen desde la Revolución—. Y eso implica que Peso Pluma, como todos los nombres estelares del género (Junior H, Natanael Cano, Eslabón Armado), canta letras en las que se habla de narcotráfico de diversos modos. En un principio, a diferencia de sus antecesores, los corridos tumbados narraban experiencias impersonales: no nombraban capos ni carteles, pero sí las experiencias de quienes viven en en ese mundo.

Precisamente, Peso Pluma se ha caracterizo por traer al juego canciones que versan sobre el Cartel de Sinaloa y los descendientes de Joaquín Guzmán Loera —también canta románticas, por algo Ella baila sola, canción que no habla de narcotráfico, llegó a la cima del mundo—. A quienes no les gusta su música tienen una salida fácil: decir que los corridos tumbados son "para nacos" y refugiarse en una superioridad moral e intelectual que, supuestamente, les abriga de caer en lo que consideran aberrante, separarse de la "gatada" que no tiene un paladar refinado y, encima de todo, alaba criminales. Y rematen con su frase favorita: por eso estamos como estamos.

También están quienes gustan del género regional dicen que esos no son corridos, que corridos eran los de antes (siempre se dice lo mismo cuando una tendencia despega). Porque es cierto: aunque hoy sean famosos a nivel mundial (todavía es raro decirlo y asimilarlo), los corridos sin apellido, corridos cualquiera que sea el complemento, siempre han sido escuchados en México y siempre han partido de una base: contar historias del narcotráfico. Con elementos del trap y reggaetón, como los tumbados; extremadamente explícitos y viscerales, como los alterados; con poder narrativo, como los que cantan los Tigres del Norte. Pero los tópicos están claros —y el propio Peso Pluma no ha estado lejano a la polémica, como en octubre pasado, cuando una imagen de Joaquín Guzmán fue proyectada en un concierto suyo en Culiacán; él dijo que no aprobó esa escenografía—.

¿Todas las personas que escuchan corridos se dedican al narcotráfico, a lo mucho, o avalan los crímenes de los carteles, cuando menos? La respuesta es obvia: no. Esa música se ha escuchado siempre en México porque, al igual que pasa con las series de televisión, no es responsable de la violencia y si dejara de existir, la realidad seguiría siendo exactamente la misma. Las expresiones culturales no tienen el poder de cambiar la realidad (no, nadie va a convertirse en jefe de plaza por escuchar un corrido de Peso Pluma); en todo caso, habría que pedirle a la realidad que cambie —a los responsables de esa realidad— para que así tengamos otras canciones —y porque, en todo caso, es mejor que esas expresiones se queden ahí, en las canciones, como modo de liberación de adrenalina, en lugar de que pasen al ámbito de lo tangible—.

Todos los géneros musicales, sin excepción, tienen algo susceptible de ser criticado, cancelado, funado. Como quieran decirle, porque siempre que se busca, se encuentra. Desde el hip-hop hasta el rock, pasando por el pop, el tango y la salsa. ¿Qué hace diferente a los corridos de los demás géneros? ¿Para combatir la apología del narcotráfico el mejor remedio es acudir al clasismo? Porque no podría haber incoherencia más grande: quejarse de la violencia desde el clasismo.

Ya lo dijo Peso Pluma en Twitter cuando vio un chiste en el que se llamaba nacos a sus fans: "No eres naco, eres clasista que es peor". Le respondieron que si acaso no gustar de su música equivalía a ser clasista, y volvió a bajarla de pecho: "No. Si no te gusta un género de música es normal y no pasa nada. Pero si utilizas una palabra tan despectiva simplemente porque no te gusta cierto artista, en automático eres clasista e intolerante". Fue simple, rápido y efectivo; pero nadie de esa fama se había atrevido a decirlo antes. Y si Peso Pluma sigue combatiendo los estigmas musicales, y con ello el clasismo en México, su influencia será mucho más grande alcanzar la gloria en Spotify. Y eso lo dice todo.

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