Pese a los riesgos, un cardenal guatemalteco sigue luchando por los migrantes y los pobres

El cardenal Álvaro Ramazzini y una voluntaria católica caminan junto a una alfombra de aserrín el sábado 23 de marzo de 2024, en Ciudad de Guatemala. (AP Foto/Moisés Castillo)

HUEHUETENANGO, Guatemala (AP) — Cuando más de 100 hombres que cargaban una elaborada “anda” de Jesús Nazareno del Consuelo se detuvieron frente a él, el cardenal Álvaro Ramazzini no tardó en pedir justicia social, el sello distintivo del ministerio de vanguardia que el obispo católico ejerce desde hace décadas.

“Ojalá entonces esta procesión reavive en el corazón esa voluntad de descubrir a Jesús Cristo presente en el que sufre, sea en el alma o que sufra en el cuerpo”, dijo Ramazzini en un discurso improvisado, y señaló a las docenas de ancianos y discapacitados alineados en una calle del barrio más antiguo de Ciudad de Guatemala. “Si no tenemos esa capacidad, no me digan que son cristianos; no se los voy a creer”.

Elevado por el papa Francisco a la máxima jerarquía de la Iglesia católica, Ramazzini ha continuado su inquebrantable enfoque en los pobres, los indígenas y los migrantes. Eso le ha granjeado un gran afecto por parte de los marginados —y muchas amenazas de violencia, incluidos rumores de una orden de arresto— mientras su Guatemala natal se encuentra inmersa en agitación política y sigue siendo un foco de emigración a Estados Unidos.

En la procesión durante la temporada de Pascua no se anduvo con rodeos respecto al gobierno de Guatemala. Denunció la falta de previsión social para los ancianos, que hace que muchos se sientan “como limosneros o como indigentes”, antes de colocar en la anda una placa en honor a los voluntarios que se abocan al cuidado de ancianos por cuya invitación había conducido seis horas desde su diócesis.

Muchos de los ancianos que los voluntarios habían llevado en sus sillas de ruedas y andadoras a la ruta de la procesión apenas podían creer lo que miraban cuando vieron al cardenal de 76 años caminar tranquilamente por la calle para mezclarse con ellos, dijo Teresita Samayoa Bautista, organizadora del grupo.

“Eso es evangelizar con acciones”, explicó. “Para mí, (él) fue la voz de un pueblo que no habla y que sufre. Como Jesús actuaría. Eso se llama tener un compromiso con un pueblo, no importando si es religioso o no”.

En una entrevista reciente con The Associated Press en su modesta oficina en Huehuetenango, Ramazzini refirió que experimentar los desafíos de Guatemala, desde la guerra civil en adelante, cimentó su compromiso de traducir la fe en acción.

“Ahí se presenta sobre qué seremos juzgados al final de la vida, ¿verdad? ‘Tuve hambre, no me diste de comer. Tuve sed, no me diste de beber. Estuve en la cárcel y no me visitaste’”, dijo Ramazzini, citando el Evangelio. “Yo trato de, en la medida de mis debilidades humanas y de mis limitaciones, pues trato de hacerlo como algo que orienta mi vida”.

De los más de 400.000 sacerdotes católicos que hay en el mundo, sólo hay 128 cardenales electores —el papel que asumió Ramazzini en 2019— encargados de servir al papa como sus principales consejeros para gobernar la Iglesia, y elegir al próximo pontífice.

Eso abre puertas en todos los continentes “en niveles a los que muchos guatemaltecos no tienen acceso”, dijo Ramazzini. Intenta aprovechar sus reuniones con líderes políticos y de la Iglesia para “poder entonces trasladar las preocupaciones y las necesidades de la gente con las que yo sirvo cada día”.

Durante la mayor parte de los más de 50 años que han pasado desde su ordenación, Ramazzini ha sido obispo en San Marcos y luego en Huehuetenango. Estas regiones montañosas, predominantemente indígenas, resultaron muy afectadas por la guerra civil de Guatemala, que terminó en 1996, y desde entonces han pasado apuros debido a la pobreza extrema y el narcotráfico, lo que ha empujado a cientos de miles de jóvenes locales a emigrar a Estados Unidos.

Abierto defensor de los grupos indígenas, los recursos naturales y los derechos democráticos, Ramazzini también ha abogado por lo que él llama un enfoque “desde una perspectiva estricta y esencialmente humana” hacia la migración. El otoño pasado se convirtió en presidente de Clamor (Red Eclesial Latinoamericana y Caribeña de Migración, Desplazamiento, Refugio y Trata de Personas), adscrita al Consejo Episcopal Latinoamericano y Caribeño (CELAM).

Ramazzini argumenta que, mientras las personas no puedan encontrar empleos que les paguen lo suficiente para garantizar que ellos y sus familias puedan sobrevivir, seguirán embarcándose en viajes peligrosos, en los que redes criminales bien establecidas se aprovechan de ellos en el camino y sus derechos difícilmente son protegidos una vez que llegan a su destino.

Y aunque Estados Unidos no tiene ningún problema en permitir la entrada de personas como el astro argentino del fútbol Lionel Messi, quien recientemente se mudó a Miami, agregó el cardenal, “a cientos de migrantes que están trabajando día y noche, día y noche para sostener la economía norteamericana (estadounidense) ... pero ellos nada, no les arreglan la situación migratoria”.

Apoyar a los migrantes en ambos lados de la frontera es una prioridad tanto para Ramazzini como para su homólogo en Estados Unidos, el obispo Mark Seitz, de El Paso, Texas, quien literalmente tiene un refugio en el jardín trasero de su sede diocesana y preside el comité de migración de la Conferencia Episcopal de Estados Unidos.

“Te sería difícil encontrar a otro líder, en la Iglesia o en otros lugares de Centroamérica, en quien los pobres confíen más que en él”, manifestó Seitz sobre Ramazzini, con quien ha trabajado durante algunos años con el fin de hallar maneras para que la Iglesia aborde las causas que provocan la migración.

No es que la Iglesia en Huehuetenango tenga los recursos financieros para modificar la terrible situación: no hay suficiente dinero para crear empleos que mantengan a las personas en el país o incluso “que garantice que aquí a la gente no le falte tres tiempos de comida”, dijo Ramazzini.

Las organizaciones sin fines de lucro que trabajan en la región, como Global Refuge (antes conocida como Servicio Luterano de Inmigración y para Refugiados), y la Asociación Pop No’j, que se centra en grupos indígenas, dicen que cada aldea ha enviado migrantes al norte debido a la pobreza y el atractivo de empleos en Estados Unidos. Las impactantes deudas contraídas por el contrabando de personas significan que la mayoría de quienes son deportados lo intentan de nuevo para no perder las pequeñas parcelas de tierra que las familias ofrecen en garantía y que necesitan para cultivar lo poco que comen.

Incluso algunos de los voluntarios del ministerio diocesano católico para migrantes han emigrado recientemente también, dijo el padre Fredirick Gandiny, quien dirige el programa desde su parroquia en Santa Ana Huista, un pueblo a pocos kilómetros de la frontera con México.

La principal misión del ministerio se ha convertido en ayudar a los niños y fortalecer a las mujeres, que tienden a ser excluidas de la toma de decisiones, a pesar de que son la gran mayoría de quienes se quedan en sus comunidades.

Pero la pastoral de los migrantes puede ser peligrosa debido a las redes de contrabandistas de personas que operan a lo largo de la frontera, dijo Gandiny, por lo que dependen de “verse acompañados por la gracia de Dios”.

Durante la guerra civil, Ramazzini recibió amenazas de muerte y requirió de guardaespaldas. A fines del año pasado, durante una serie de intentos de los fiscales guatemaltecos para impedir que el presidente electo progresista Bernardo Arévalo asumiera el cargo, el cardenal escuchó que podrían anunciar cargos en su contra y ser detenido.

La Conferencia Episcopal de Guatemala había instado a respetar el proceso electoral. Ramazzini dijo que escribió una carta personal a la fiscal general Consuelo Porras, en la que le preguntó si actuaba de manera coherente con su fe católica, pero no recibió respuesta.

Tras haber atendido a los prisioneros en la cárcel de Huehuetenango, a Ramazzini le preocupan las condiciones que enfrentaría si terminara tras las rejas como otros que lucharon contra la corrupción.

“Pero, en fin: sí me imaginaba un poco así, ¿verdad? Sin la libertad. Pero bueno, son los riesgos”, agregó Ramazzini. “Uno sabe que la vida está en las manos de Dios”.

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La cobertura religiosa de The Associated Press recibe apoyo a través de la colaboración de la AP con The Conversation US, con financiamiento de Lilly Endowment Inc. La AP es la única responsable de este contenido.