Perla era su jefa. Él era el as de ella. Dentro de la operación encubierta detrás de los vuelos de migrantes de DeSantis

El último de los tres pagos en efectivo —$700 en total— se dejó bajo un trozo de concreto roto detrás del local de East Terrell Hills de una cadena de restaurantes de carne asada de San Antonio.

Era el 20 de septiembre. El día en que todo se vino abajo.

Perla Huerta, una ex agente de contrainteligencia del Ejército de Estados Unidos de 43 años que trabajaba para el gobernador de la Florida, Ron DeSantis, sacó su teléfono y abrió la aplicación de mensajería segura Signal.

“El dinero va a estar en el [restaurante] Bill Miller, el que está cerca de tu casa”, escribió Huerta en español a un migrante venezolano de 27 años llamado Emmanuel. “Va a estar atrás del basurero en un sobre blanco”.

Añadió dos fotos de la zona y usó un dedo para marcar el lugar exacto con una línea gruesa.

Reclutado por Huerta en una madriguera de tiendas de campaña detrás de un McDonald’s de San Antonio, Emmanuel había sido un as en la manga para el programa secreto de DeSantis de fletar vuelos para redirigir a los migrantes de Texas a ciudades del norte, un figurado golpe en el ojo a los bastiones demócratas. Un rostro amigable y familiar para el número sin precedentes de migrantes venezolanos que pasaban, legalmente, por Texas, Emmanuel se convirtió rápidamente en el principal reclutador de pasajeros, probablemente solo superado por la propia Huerta.

Emmanuel se sienta en su cama en una habitación de hotel en Texas tras regresar para cooperar con la investigación criminal de la Policía del Condado Bexar sobre los vuelos de migrantes a Martha's Vineyard. Carl Juste cjuste@miamiherald.com
Emmanuel se sienta en su cama en una habitación de hotel en Texas tras regresar para cooperar con la investigación criminal de la Policía del Condado Bexar sobre los vuelos de migrantes a Martha's Vineyard. Carl Juste cjuste@miamiherald.com

No es que el grafitero aficionado de las afueras de Caracas pudiera haber reconocido a DeSantis, al menos no antes que el gobernador de la Florida llegara a los titulares nacionales cuando se atribuyó “gustosamente” el mérito de los dos aviones cargados de migrantes que Emmanuel ayudó a enviar a Martha’s Vineyard, Massachusetts, el 14 de septiembre. Emmanuel dijo que nunca soñó que ofrecer a la gente un vuelo gratis para alejarse del atestado refugio de San Antonio pudiera ser político, y mucho menos posiblemente ilegal.

Peón en manos de una manipuladora profesional que trabajaba en nombre de un gobernador considerado probable aspirante republicano a la presidencia en 2024, Emmanuel dijo que creía que era parte de una misión benévola dirigida por una mujer amable y compasiva. Huerta le dijo que era una veterana militar. Él confió en ella.

Ahora él está cooperando con la unidad de crimen organizado de la Policía del Condado Bexar en su investigación penal en curso sobre la operación. Pidió que se le identificara solo por su nombre de pila debido a la naturaleza del caso.

Los textos de Emmanuel y otras interacciones en redes sociales —algunas de las cuales han sido obtenidas por el Miami Herald— ofrecen una visión íntima de la misteriosa y manipuladora “Perla” en el centro de una operación encubierta, bien organizada y de corta duración, supervisada directamente por los principales asistentes de DeSantis y respaldada por más de $1.5 millones de los contribuyentes de la Florida.

Sin nada más que ganar políticamente y bajo presión legal y política, los operadores de DeSantis suspendieron la actividad —al menos temporalmente— después que se anunciara la investigación penal de la policía el 19 de septiembre. El siguiente vuelo programado para salir al día siguiente hacia Delaware —cerca de donde el presidente Joe Biden tiene una casa— fue cancelado. Los reclutadores se dispersaron con el viento. A los migrantes escondidos en un motel a la espera del siguiente vuelo se les pagaron $100 a cada uno —en billetes de $20— por sus molestias y los enviaron apresuradamente de vuelta al refugio de San Antonio.

Huerta desapareció, con su pensión del Ejército en la mano, su perfil en redes sociales fue borrado y su casa en Tampa ya está en venta. Dejó a Emmanuel con unos cientos de dólares escondidos detrás de un contenedor de basura, un boleto de avión a Miami comprado unos días más tarde para sacarlo de la ciudad y la persistente sensación de que la primera persona en la que había confiado desde que llegó a Estados Unidos lo había usado.

“No sé quién es bueno y quién es malo”, dijo Emmanuel. “Es como algo me está comiendo por dentro”.

Ahora Emmanuel vive solo en un alojamiento temporal y es un acusado no identificado en una demanda federal de derechos civiles presentada contra DeSantis y el estado por los migrantes enviados a Martha’s Vineyard. No tiene claro si su futura solicitud de visado podría verse afectada negativamente. Él espera que no. Es un marcado contraste con la experiencia de las 49 personas atraídas a la isla vacacional con falsas promesas de empleos, así como vivienda y otros recursos, a cuya situación de inmigración el gobernador inadvertidamente ayudó aun cuando dijo que no pertenecían a este país.

La Policía del Condado Bexar emitió certificaciones oficiales que reconocen a los migrantes enviados a Massachusetts como víctimas de un delito —retención ilegal—, lo que allana el camino para que los 49 soliciten visados especiales para permanecer en Estados Unidos.

“Estas certificaciones garantizarán que los migrantes puedan seguir ayudando a nuestros agentes de la ley, y que puedan procesar y sanar las experiencias increíblemente traumáticas que han sufrido como resultado de los actos crueles y despiadados cometidos contra ellos”, dijo en un comunicado Rachel Self, abogada de los migrantes.

Es un delito trasladar a alguien de un lugar a otro sin su consentimiento, dijo Kirsta Melton, ex jefa de la sección de Tráfico de Personas de la Procuraduría General de Texas.

“Podría decirse que, dado que a estas personas se les mintió sobre adónde iban y con qué propósito, su consentimiento no es real. Ese sería el argumento. Creo que es un caso potencialmente viable [de restricción ilegal]”, dijo Melton, que ahora dirige el Institute to Combat Trafficking, una organización sin ánimo de lucro.

La retención ilegal es un delito menor, excepto en los casos en los que la víctima es menor de 17 años, como lo fueron cinco de los migrantes enviados a Massachusetts. El jefe de Policía del Condado Bexar, el demócrata Javier Salazar, dijo que solo los implicados que estaban físicamente en San Antonio en el momento de los hechos son considerados sospechosos en la investigación en curso.

Aunque los medios de comunicación se han centrado en Huerta, una investigación del Miami Herald descubrió que la operación de DeSantis en San Antonio era mucho más grande y estaba mejor organizada de lo que se sabía, con más de media docena de reclutadores y personal de apoyo sobre el terreno, y parte de la logística operativa se manejaba desde la Florida.

Usando los intereses de un fondo federal de asistencia para el COVID-19, el “programa de reubicación” de migrantes de DeSantis fue establecido en San Antonio por Vertol Systems Company, una empresa de defensa y aviación con sede en Destin, Florida, con empleados y contratistas independientes ubicados desde Bulgaria hasta el Pacífico Sur.

La operación de San Antonio fue supervisada por el jefe de gabinete de DeSantis, James Uthmeier, según los mensajes de texto obtenidos por el Herald y otras organizaciones a través de solicitudes de registros públicos. El zar de la seguridad pública de la Florida, Larry Keefe, fue el contacto para el programa en Texas, según muestran los documentos.

Un abogado que anteriormente representó a Vertol en docenas de demandas, Keefe fue fiscal federal del Distrito Norte de la Florida antes de tomar un empleo que implicaba la ejecución de las políticas de inmigración de línea dura de DeSantis. Los mensajes de texto sugieren que Keefe quizás haya estado en el terreno en Texas para ayudar a establecer el programa.

Migrantes cruzan la calle frente al Centro de Recursos para Migrantes de San Antonio para buscar entre las cajas de ropa donadas y escapar momentáneamente de los confines del único refugio para migrantes de la ciudad.
Migrantes cruzan la calle frente al Centro de Recursos para Migrantes de San Antonio para buscar entre las cajas de ropa donadas y escapar momentáneamente de los confines del único refugio para migrantes de la ciudad.

“Estoy de regreso aquí”, escribió Keefe en un mensaje de texto del 5 de septiembre a Uthmeier. “Las condiciones son bastante favorables”.

“Muy bien”, respondió Uthmeier. “Tienes todo mi apoyo. Llámame en cualquier momento”.

La oficina de DeSantis no respondió a preguntas para este artículo, aunque una portavoz dijo que el estado planea continuar con los vuelos de migrantes. No se dieron fechas específicas, aunque los documentos muestran que Vertol solicitó una extensión hasta diciembre.

DeSantis ha dicho que los vuelos de migrantes fueron creados para llamar la atención sobre la crisis fronteriza. La semana pasada, el Departamento de Seguridad Nacional de Estados Unidos anunció la ampliación de una política de la administración de Trump que deportará a los solicitantes de asilo venezolanos que crucen la frontera sin permiso.

Emmanuel regresó a Texas desde la Florida hace unas semanas para cooperar con la investigación de la Policía. Dijo que dejó de comunicarse con Huerta por esa misma época. Nunca había oído hablar de Vertol, dijo.

“Lamento lo que pasó en Massachusetts, pero no sabía lo que estaba pasando”, dijo Emmanuel al Herald, afirmando que Huerta le dijo que las personas que inscribió en los vuelos recibirían empleos y alojamiento en el otro lugar. El investigador de la Policía dijo que le creyó, dijo Emmanuel.

“Estoy tratando de dar la cara para que la gente sepa [lo que realmente ocurrió]”, dijo. No es lo que piensan, añadió.

Copias de sus mensajes de WhatsApp revisadas por el Herald muestran a Emmanuel suplicando a Huerta que respondiera a su teléfono después de que la gente en Martha’s Vineyard le llamara presa del pánico, diciendo que nadie los esperaba, que estaban asustados y que Huerta no respondía a sus llamadas. Tenían niños, le recordó a Huerta en un mensaje.

Cuando ella le contestó más tarde fue para decir que sabía que los migrantes estarían bien; porque, dijo, “ahora son famosos”.

‘Perla Hermosa’

San Antonio se ha convertido en un purgatorio para muchos de los más de 150,000 migrantes venezolanos que han cruzado la frontera sur de Estados Unidos con México desde octubre del año pasado. Esta cifra sin precedentes supone un enorme aumento con respecto a años anteriores, según Aduanas y Protección Fronteriza.

Con documentos que declaran su situación legal y temporal de libertad condicional y que les ordenan comparecer ante los tribunales —a menudo en ciudades lejanas asignadas al azar—, entre 500 y 1,000 personas pasan cada día por el Centro de Recursos para Migrantes de San Antonio, el único refugio para migrantes de la ciudad. En estos días, la mayoría son venezolanos. Después de tres días en el refugio, dijeron al Herald personas que ya están fuera, se les pide que se marchen, sin importar si tienen adónde ir adónde ir.

Es un final anticlimático para el viaje de meses.

“Muchas personas llegan sin orientación”, dijo Emmanuel. “Es como si dijeran: Llegué a Estados Unidos, pero ¿ahora qué?” No saben qué hacer”.

Los migrantes llegan y salen del Centro de Recursos para Migrantes en San Antonio después de cruzar la frontera entre México y Estados Unidos en Eagle Pass, Texas.
Los migrantes llegan y salen del Centro de Recursos para Migrantes en San Antonio después de cruzar la frontera entre México y Estados Unidos en Eagle Pass, Texas.

El conjunto beige y blanco de centros comerciales y estacionamientos bañados por el sol que rodean el refugio para inmigrantes financiado por la ciudad se convirtió en el principal campo de reclutamiento de Huerta.

A cualquier hora del día, docenas de personas se sientan bajo sombras afuera del refugio, fumando cigarrillos y jugando con sus teléfonos para pasar el tiempo.

En las horas de languidez entre las carreras para encontrar trabajos que les paguen en efectivo, los inmigrantes comparan notas sobre sus viajes al norte: ¿Cuánto tiempo les llevó? ¿Un mes? ¿Dos? ¿Cuántos días pasaron en la aterradora selva cubierta de barro entre Colombia y Panamá? ¿Se perdieron alguna vez? ¿Los detuvo la Policía mexicana? ¿Cuántas veces fueron secuestrados y extorsionados por los cárteles a lo largo de la frontera mexicana?

Casi todos los que pasan por el refugio de San Antonio están buscando trabajar, aunque ninguno de los recién liberados tiene todavía permiso de trabajo. Ese proceso lleva meses, o más. Pocos tienen ahorros. La mayoría confía en la caridad de sus familiares o en el mosaico de organizaciones sin ánimo de lucro que ofrecen ayuda, y trabajan por debajo de la mesa a cambio de efectivo para conseguir dinero cuando pueden.

En San Antonio es fácil ser víctima de los depredadores, dijo Irwign Gutiérrez, un migrante venezolano que fue abordado por uno de los reclutadores de Huerta a pocas cuadras del refugio, pero se mostró escéptico de sus intenciones y rechazó la oferta de un vuelo.

“Hay gente que solo quiere llegar a su destino y no se da cuenta del peligro que corremos al dejarnos llevar por cualquier oferta de ayuda”, dijo Gutiérrez, que había estudiado para ser investigador policial en Venezuela antes de emprender el camino hacia el norte. Cuando rechazó la oferta de la reclutadora, la mujer le dio el número de otro venezolano que, según ella, respondería por el programa: Emmanuel.

Gutiérrez interrogó a Emmanuel en una serie de severas notas de voz enviadas por WhatsApp y revisadas por el Herald. Pidió claridad sobre el programa y dijo que podía ayudar a encontrar personas que quisieran inscribirse si las intenciones de todos quedaban claras.

“Yo no necesito que nadie me ayude a hacer mi trabajo”, respondió Emmanuel antes de aparentemente bloquear el número de Gutiérrez. “Yo tengo mi conteo. Lo que necesito gente que quiera volar y ya está, ¿entiendes, mano? Del resto no necesito nada más”.

En ese momento, Emmanuel llevaba poco más de una semana en el trabajo.

El migrante venezolano Irwign Gutiérrez, de 28 años, a la derecha, y su amigo Joryi Pérez, de 28 años, a la izquierda, completaron un día de trabajo. Los dos recogen sus objetos personales mientras esperan a ser transportados de vuelta al Centro de Recursos para Migrantes.
El migrante venezolano Irwign Gutiérrez, de 28 años, a la derecha, y su amigo Joryi Pérez, de 28 años, a la izquierda, completaron un día de trabajo. Los dos recogen sus objetos personales mientras esperan a ser transportados de vuelta al Centro de Recursos para Migrantes.

Con una camisa a rayas rojas y blancas, Huerta se acercó por primera vez a Emmanuel el 9 de septiembre en un campamento de tiendas de campaña detrás del McDonald’s, cerca del refugio de la ciudad, donde vivía con otros 25 inmigrantes, entre ellos varios niños pequeños.

Huerta tenía una disposición amable, dijo Emmanuel. Compró cuatro pallets de agua para el grupo, que ellos se repartieron, usando una parte para beber y el resto para ducharse. Fue el primer encuentro positivo de Emmanuel en Estados Unidos, dijo.

Emmanuel había montado la primera tienda de campaña casi un mes antes, después que el refugio le negara el acceso, dijo, porque no tenía boleto de autobús o de avión que demostrara que abandonaría la ciudad al cabo de tres días.

Otros inmigrantes que hablaron con los reporteros afuera del refugio dijeron que tampoco tenían boletos cuando llegaron, pero que se les permitió entrar. En algunos casos, dijeron que Catholic Charities, que gestiona el refugio, les organizó vuelos a ciudades de todo el país, incluida Miami. Desde el refugio salen diariamente autobuses que llevan a la gente a destinos cercanos y lejanos. Ninguna de las varias docenas de inmigrantes que hablaron con los reporteros afuera del refugio entendía realmente cómo funcionaban las opciones de transporte o quién las pagaba.

Catholic Charities, afiliada a la arquidiócesis de Miami, no respondió a las preguntas del Herald sobre sus políticas. Tampoco lo hizo la ciudad de San Antonio, que financia el albergue.

Emmanuel creció en San Antonio de los Altos, en un hogar con su madre y sus hermanas. Dice que solo vio a su padre dos veces. Emmanuel, de naturaleza emprendedora y con formación de chef, esperaba que Estados Unidos le ofreciera las oportunidades que su país, económicamente devastado, no podía ofrecer. Hizo el viaje a través de Centroamérica más rápido que la mayoría, solo para quedar atrapado en San Antonio con pocas opciones.

Migrantes venezolanos se sientan y atienden sus teléfonos móviles en el estacionamiento cerrado del Centro de Recursos para Migrantes de San Antonio.
Migrantes venezolanos se sientan y atienden sus teléfonos móviles en el estacionamiento cerrado del Centro de Recursos para Migrantes de San Antonio.

Después de vivir en una tienda de campaña durante 28 días con un calor de 90 grados, Emmanuel estaba desilusionado y agotado. Mantener el campamento suponía una batalla constante con la policía, que pretendía cerrarlo, aunque no tenían otro sitio a donde ir.

Huerta era su vía de escape.

“Yo quería conocer gente buena, buenos contactos”, dijo. “Con mi talento, tal vez pudiera lograr cosas buenas”.

Emmanuel no necesitaba tomar el vuelo él mismo –su audiencia de inmigración se había trasladado a Texas–, pero decidió ayudar a Huerta a reclutar a las 50 personas que dijo necesitar para llenar los aviones.

“En este supuesto estado santuario, esta señora me dijo que iban a ayudar con la educación, las casas, los empleos, y obviamente yo quería eso: ayudar a la gente que no tenía a dónde ir, a ir a un lugar donde la gente los acogiera”, dijo Emmanuel.

Guardó el número de Huerta como “Perla Hermosa”. Le pareció maravillosa.

“Se le notaba la felicidad en la cara”, dice.

Una operación encubierta

Después de 20 años en el Ejército, Huerta se retiró en agosto con su pensión y se fue a trabajar con Vertol. Seis ex empleados de Vertol, que pidieron no ser identificados, dijeron al Miami Herald que la empresa era un lugar de trabajo secreto y en silos, con un ambiente intenso y a veces paranoico.

“Vas a escuchar muchos rumores extraños”, dijo George Bilafer, un ex ejecutivo de Vertol que habló abiertamente. Pero, dijo, no todos son ciertos.

La empresa ha obtenido más de $25 millones en contratos del gobierno federal, principalmente proporcionando formación de vuelos al Departamento de Defensa. Antiguos empleados dijeron que Vertol entrenó a pilotos militares estadounidenses en helicópteros rusos para que luego pudieran entrenar a pilotos afganos en esas aeronaves, que son usadas habitualmente por las fuerzas militares de Afganistán.

A los empleados de Vertol —muchos de los cuales habían prestado servicio en las fuerzas armadas— se les animaba a no hablar de su trabajo y a mantenerse reservados mientras estuvieran en la oficina, dijeron los ex empleados. El fundador de Vertol, James Montgomerie, dio instrucciones a sus empleados para que no publicaran información sobre la empresa en redes sociales, según dos personas.

Varios ex empleados describieron a Montgomerie, originario de Nueva Zelanda, como un jefe exigente y particular, que exigía que las cosas se hicieran de una manera determinada, desde la forma en que se preparaban los reportes hasta el tipo de café que hacía llegar desde un tostador de granos en Idaho.

Migrantes venezolanos esperan la llegada de la Patrulla Fronteriza de Estados Unidos tras cruzar el Río Grande el domingo 18 de septiembre de 2022.
Migrantes venezolanos esperan la llegada de la Patrulla Fronteriza de Estados Unidos tras cruzar el Río Grande el domingo 18 de septiembre de 2022.

En julio, los registros muestran que Montgomerie presentó una oferta para un contrato para administrar el “programa de reubicación” de migrantes del Departamento de Transporte de la Florida , financiado con hasta $12 millones del dinero de los contribuyentes y que se suponía que tenía como objetivo a los “extranjeros no autorizados” en la Florida.

Los documentos divulgados a través de solicitudes de registros públicos muestran que los pagos anticipados estaban condicionados a la capacidad de Vertol de proporcionar “gestión de proyectos, aviones, tripulaciones, logística de mantenimiento, combustible, coordinación y planificación, preparación de rutas, servicios de ruta, tarifas de aterrizaje, asistencia en tierra y logística y otros gastos relacionados con el proyecto”. También se exigía el dominio del español.

Cuando DeSantis dijo que estaba resultando demasiado difícil reunir un número suficiente de migrantes en la Florida, el programa se trasladó discretamente a San Antonio, donde el representante del gobernador, Keefe, dijo que las condiciones eran “bastante favorables”. En Texas, la operación de Vertol se centró principalmente en los solicitantes de asilo venezolanos, que estaban en el país de forma legal y nunca habían estado en la Florida, lo que provocó una demanda presentada por el senador estatal Jason Pizzo, demócrata, por el posible mal uso de los fondos de los contribuyentes.

El presupuesto estatal aprobaba la reubicación solo de “extranjeros no autorizados” desde el estado de la Florida, señaló la demanda, y no de inmigrantes que vivían en Texas tras presentarse ante las autoridades fronterizas y recibir la aprobación para permanecer en el país a la espera de sus audiencias de asilo.

Los reclutadores de Vertol en San Antonio, que a menudo trabajaban en pareja, operaban en vehículos SUV alquilados y decían a los inmigrantes que representaban a una organización que los llevaría en avión a “estados santuario”, según media docena de inmigrantes que fueron reclutados por el programa. Los reclutadores se apoyaron en el término “santuario”, describiendo los destinos como lugares con abundancia de recursos y oportunidades para los migrantes, en lugar de lo que realmente son por definición legal: estados que, como política, no entregan a los indocumentados a las autoridades federales de inmigración.

Emmanuel dijo que cuando encontraba personas que querían tomar un vuelo, tomaba fotos de sus documentos de inmigración y las enviaba a Huerta a través de la aplicación codificada Signal, que ella insistió en que él descargara. Huerta respondía entonces con una ubicación para la recogida.

El migrante venezolano Luis Oswaldo, de 39 años, se encuentra en La Quinta, donde se quedó varado tras ser reclutado por la empresa Vertol Systems. Lleva una camiseta donada de Destin, Forida, donde se encuentra la sede de la empresa.
El migrante venezolano Luis Oswaldo, de 39 años, se encuentra en La Quinta, donde se quedó varado tras ser reclutado por la empresa Vertol Systems. Lleva una camiseta donada de Destin, Forida, donde se encuentra la sede de la empresa.

Los reclutadores rara vez daban sus nombres, y si lo hacían, era solo su nombre de pila. Aunque los registros muestran que los coordinadores del programa conocían los destinos de los vuelos con mucha antelación, los inmigrantes solo se enteraron de dónde iban la noche anterior cuando firmaban formularios de consentimiento en los que decían que participaban en el programa de forma voluntaria.

Los conductores de autobús contratados para transportar a los migrantes también recibieron sus destinos en el último momento. Un conductor dijo al Herald que, después de ponerse en camino, recibía una llamada de una de las “señoras” diciéndole a dónde llevar a los migrantes. No identificó a las damas al otro lado de la línea, si es que lo sabía.

“Era gente inteligente”, dijo Jesús Guillén, un migrante venezolano que fue reclutado para un vuelo por alguien que se presentó como “Carolina”. Guillén dijo que empezó a sospechar que se trataba de algún tipo de operación gubernamental porque los teléfonos estaban prohibidos cada vez que uno de los organizadores visitaba a los migrantes en sus habitaciones de hotel. Los que desobedecieron e hicieron grabaciones de todos modos tenían miedo de compartirlas, porque, como dijo Guillén, los reclutadores “andan en todo”.

A pesar de su aversión a ser grabados, los reclutadores grababan videos de los migrantes en sus habitaciones cuando les informaban de los planes de viaje.

“No eran cualquiera”, dijo Guillén. “Eran muy cuidadosos”.

Los registros publicados por el FDOT muestran que la operación de San Antonio fue supervisada directamente por la ejecutiva número dos de Vertol, Candice Wahowski, también veterana militar de la Florida, quien anteriormente fue policía de la Fuerza Aérea.

Emmanuel reconoció a Wahowski por una vieja foto, diciendo que la conoció en uno de los moteles de San Antonio donde se alojaba a los migrantes antes de ser llevados a su vuelo. En un video grabado subrepticiamente por uno de los migrantes, la mujer a la que Emmanuel conocía como “Candi” llevaba una gorra de béisbol sobre los ojos mientras filmaba a los migrantes con una cámara de mano durante una visita a su habitación de hotel.

“Vi a Candi varias veces recogiendo gente, llevándoles comida y todo eso, pero no sabía que era la firma”, dijo Emmanuel, usando el argot español para referirse a un jefe de alto nivel.

“Llegaron a conocerme, pero yo no los conocía así”, dijo sobre los organizadores de la operación.

Wahowski no respondió a las peticiones de declaraciones del Herald.

Jesús Guillén, segundo por la izquierda, levanta el pulgar mientras sube a un autobús frente a un hotel de San Antonio el 20 de septiembre, donde se quedó esperando un vuelo fletado por Vertol que finalmente fue cancelado. Su bolsa de lona fue comprada por la empresa y le fue entregada para preparar el vuelo.
Jesús Guillén, segundo por la izquierda, levanta el pulgar mientras sube a un autobús frente a un hotel de San Antonio el 20 de septiembre, donde se quedó esperando un vuelo fletado por Vertol que finalmente fue cancelado. Su bolsa de lona fue comprada por la empresa y le fue entregada para preparar el vuelo.

Vertol mantuvo a los migrantes recién reclutados en un motel La Quinta alejado, donde se les dio ropa, comida y artículos de aseo donados y tarjetas de regalo Visa de $20 para imprevistos mientras esperaban a saber cuándo saldría el vuelo y a dónde se dirigía. Muchos pasaron varios días de espera, paseando por los centros comerciales cercanos y dando volteretas en la piscina mientras sus amigos grababan con sus teléfonos. En ocasiones, Emmanuel les cortó el pelo a todos. Y en la víspera de su vuelo, un grupo recibió unas flamantes bolsas de lona azul cielo de Walmart para llevar sus cosas nuevas.

La experiencia en el hotel era la noche y el día en comparación con el gélido refugio, donde varias docenas de migrantes dijeron que las delgadas mantas térmicas metálicas proporcionadas eran su única protección contra el implacable aire acondicionado y que sobrevivían con tres pequeños sándwiches al día.

Ninguno esperaba lo que vino después.

“Estamos en 50 [pasajeros]”, le escribió Keefe en un mensaje de texto a Uthmeier, jefe de gabinete de DeSantis, el domingo 11 de septiembre a media tarde. Todo estaba preparado para Martha’s Vineyard.

El plan, ya lo había explicado, era que el “evento ocurra el próximo miércoles con llegada al destino final a media o última hora de la tarde”.

‘La peor mujer del mundo’

Durante casi media hora, Emmanuel quiso que la tierra se lo tragara entero.

La pantalla agrietada de su teléfono Android azul se iluminó la tarde del 14 de septiembre, alertándolo de mensajes desde Martha’s Vineyard, en los que le decían que el grupo que había ayudado a reclutar había sido abandonado en el estacionamiento de un centro comunitario.

Decían que no había nadie ofreciendo alojamiento o empleo como él había prometido. Estaba anocheciendo. Estaban molestos. Querían respuestas. “¿Qué pasó?”, preguntaban. “¿Por qué no nos esperaba nadie?”

Emmanuel no lo sabía. Qué hice, pensó. Los envié allí.

“Se suponía que la gente llegaría recibiendo sus beneficios: una casa, un empleo, algo”, dijo. “Más bien, nadie sabía que llegaban, y eso me sorprendió”.

Joryi Pérez, un migrante venezolano recién llegado que fue abordado por un reclutador del gobernador Ron DeSantis.
Joryi Pérez, un migrante venezolano recién llegado que fue abordado por un reclutador del gobernador Ron DeSantis.

Cuando los dos pequeños aviones que transportaban a 49 migrantes salieron del aeropuerto Kelly Field de San Antonio alrededor de las 9 a.m. de ese día, Emmanuel se alegró mucho.

“Me sentía uno de los mejores, digámoslo así, porque sentí que estaba ayudando”, dijo. “Para mí, eso es algo muy, muy importante. Y hacerlo por gente que nunca había estado en un avión, gente que nunca había estado, digamos, en un hotel como este, una piscina, con comida. Me sentía bien”.

Su situación personal también había mejorado en los cinco días transcurridos desde que conoció a Huerta. Emmanuel por fin se había mudado del campamento de tiendas de campaña a un pequeño apartamento a 20 minutos de distancia. Aunque al principio le faltaban $300 para pagar el alquiler de $450, Huerta había vuelto a ayudarle.

“Parece que tengo otro vuelo”, le escribió en un mensaje de WhatsApp. “Te voy a contratar para que me ayudes”.

El trabajo consistía en informar a los inmigrantes del albergue sobre su programa de transporte –que, según ella, estaba respaldado por un benefactor anónimo– y repartir tarjetas de visita con su número. Cerraron el trato durante el almuerzo el día en que salieron los primeros vuelos, dijo Emmanuel. Pero horas más tarde, cuando llamó a Huerta, confundido por lo que estaba ocurriendo en Martha’s Vineyard, ella no contestó. Le preocupó que no volviera a hacerlo nunca.

“Hola Per”, le escribió en un mensaje de WhatsApp a las 3:33 p.m. “Me dicen los chicos que allá nadie sabe nada. Dicen que te están llamando”.

No hubo respuesta.

“Como 15 personas me han llamado ya”, escribió seis minutos después. “Algunos tienen miedo...”.

Nada.

“El grupo con niños”, le recordó.

Silencio.

“Ay”, escribió él a las 3:51 p.m. incluyendo un emoji de ‘sin palabras’.

“Puedes confiar en mí”, escribió a las 4 p.m.. “Pero si no hablas conmigo, ¿cómo puedo ayudarte?”

Huerta respondió, 33 agónicos minutos después que él enviara el primer mensaje.

“Déjame hacer algunas llamadas”, le escribió. “El estado tiene que hacerse responsable de ellos”.

Emmanuel, de 27 años, (apellido no revelado) ha sido trasladado a varios lugares por sus abogados desde que empezó a coopear con la investigación criminal del jefe de la Policía del Condado Bexar, Javier Salazar.
Emmanuel, de 27 años, (apellido no revelado) ha sido trasladado a varios lugares por sus abogados desde que empezó a coopear con la investigación criminal del jefe de la Policía del Condado Bexar, Javier Salazar.

Emmanuel dijo que Huerta proporcionó el número de una iglesia local para que se lo pasara a los migrantes. Y, en pocas horas, dijo Emmanuel, pareció que la situación empezaba a mejorar. Los migrantes de Martha’s Vineyard le enviaron un mensaje en que decían que habían llegado personas con ropa y comida. Esa noche dormirían en la iglesia.

Aunque algunos ya estaban diciendo a los reporteros que habían sido engañados para ir allí por una mujer llamada “Perla”, Emmanuel dijo que tenía la esperanza de que todo hubiera sido un gran malentendido. Huerta defendió las acciones de ella por WhatsApp.

“Sí, ahora me odiarán, pero yo sabía que [la gente de ahí] cuidaría de ellos”, dijo ella a Emmanuel. El grupo de Martha’s Vineyard era famoso en redes sociales, señaló. Él estuvo de acuerdo.

“Les va a ir mejor que a cualquier otro grupo [de migrantes] y tienen la atención de todo el país”, escribió Huerta. “Y yo sigo siendo la peor mujer del país”.

Después de Martha’s Vineyard

Lo que había comenzado como una operación secreta se volvió aún más clandestina después que se supo que DeSantis había estado detrás de los vuelos a Martha’s Vineyard. El área fuera del centro de recursos para migrantes en San Antonio estaba repleta de periodistas que esperaban ver a “Perla” reclutando en el vehículo blanco descrito por los migrantes en Massachusetts. El equipo de Vertol cambió su Nissan blanco de alquiler por un SUV Infiniti negro.

Cuando circuló una vieja foto de Huerta sacada de una cuenta de LinkedIn ahora borrada, Huerta se vio obligada a pasar a la clandestinidad. Se apoyó en otros —especialmente en Emmanuel— para ayudar a reunir a la gente para los próximos vuelos, que según correos electrónicos serían enviados a Delaware e Illinois entre el 19 de septiembre y el 3 de octubre.

Aunque seguía molesto porque Huerta había mentido sobre algunas cosas relacionadas con los vuelos de Martha’s Vineyard, Emmanuel le creyó a Huerta cuando le dijo que estaba tratando de ayudar a la gente. Las casas y los empleos que había prometido eran una mentira, dijo, pero los migrantes habían aterrizado en un lugar donde había muchos recursos para todos, tal y como Huerta dijo que habría.

“El estado se está ocupando de toda la gente. Les llevaron ropa nueva, un teléfono, tarjetas con dinero para familias enteras, incluso visitas al dentista”, dijo Emmanuel. “Dije, vaya, están mejor que muchos inmigrantes que llevan aquí 20 años”.

Pablo Escalona, a la derecha, habla por teléfono mientras sube a un autobús chárter con otros 20 migrantes después de que se cancelara su vuelo previsto a Delaware desde San Antonio el 20 de septiembre.
Pablo Escalona, a la derecha, habla por teléfono mientras sube a un autobús chárter con otros 20 migrantes después de que se cancelara su vuelo previsto a Delaware desde San Antonio el 20 de septiembre.

Haciendo caso omiso de la prensa negativa, Emmanuel dijo que siguió reclutando para Huerta después de que ella le prometiera que el programa no era político, con una condición.

“Lo que les dije a estas personas fue que no podíamos mentirles [a los migrantes] sobre que iban a tener una casa, que iban a tener un empleo, que iban a tener algo”, dijo. “Pensé que era mejor decirle a la gente la verdad”.

El programa no era perfecto, dijo, pero para muchos migrantes varados en Texas, conseguir quedarse en un hotel durante unos días antes de ser enviados a un estado con más recursos para migrantes seguía siendo una buena opción, incluso si se les dejaba a su suerte al llegar. Con toda la atención que los primeros vuelos habían recibido en las redes sociales, la búsqueda de reclutas se hizo más fácil.

Después de escuchar a un primo lejano que había tomado el primer vuelo a Martha’s Vineyard, Pedro Escalona, de 24 años, dijo que se inscribió en el siguiente viaje previsto. Escalona escuchó de su primo que los migrantes en Martha’s Vineyard estaban recibiendo donaciones de comida, cigarrillos e incluso dinero, dijo.

“Por eso quise apuntarme”, dijo Escalona. “Son muy famosos ahora”

Para Escalona, ser usado como pieza de ajedrez político le pareció un precio razonable para salir de Texas.

Abandonado

Emmanuel lleva más de tres semanas escondido. ¿O estaba huyendo? Todo lo que sabía era que los abogados que ahora lo representan no le querían en un mismo lugar demasiado tiempo, según él.

En la víspera del vuelo previsto a Delaware, el jefe de Policía anunció su investigación, mientras la prensa se agolpaba en el aeropuerto en previsión de la salida programada que había sido advertida en un sitio web de seguimiento de vuelos.

El vuelo fue cancelado. La operación de San Antonio se desmanteló apresuradamente, para ser potencialmente resucitada en una fecha futura aún desconocida. Y la vida de Emmanuel se convirtió en un borrón de habitaciones libres y camas de hotel, Red Bull y nicotina.

“No fumaba antes de venir a Estados Unidos”, dijo Emmanuel mientras se apoyaba en un cubo de basura a la sombra de una anodina gasolinera.

Fue el estrés lo que le hizo empezar, dijo, o quizá el hambre. Emmanuel, que en su día fue un consumado atleta de parkour que podía hacer fácilmente volteretas sobre bancos de parque y muros bajos, dijo que había perdido 36 libras desde que salió de Venezuela.

“Este cigarro es realmente fuerte, aunque todavía no me ha pegado”, dijo Emmanuel, dando otra calada al Swisher Sweet barato. “Cuando me pega, vaya, me despeja la cabeza de todo. Por eso comencé”.

Un grupo de hombres migrantes venezolanos disfrutan de comida y bebidas donadas mientras se sientan a la sombra para escapar del abrasador sol de Texas. El miércoles 21 de septiembre de 2022, un grupo de lugareños repartió alimentos y bebidas a los migrantes al otro lado de la calle del Centro de Recursos para Migrantes, donde muchos se alojan durante un período de tres días en San Antonio, Texas.

Emmanuel dijo que no estaba seguro de si todo el movimiento se debía a que sus abogados intentaban esconderlo de los “tipos malos” que querían usarlo, o algo peor. A veces le preocupaba ser él el malo.

“Estoy en un dilema en el que no sé quién soy en esta historia”, dijo. “No sé lo que estoy haciendo: si estoy haciendo lo correcto al ayudar a tratar este asunto o si estoy haciendo lo incorrecto al ... hablar de personas que en su momento me ayudaron”.

Sarah Blaskey y Carl Juste reportaron para este artículo desde San Antonio, Texas. Nicholas Nehamas reportó desde Destin, Florida.

Además, Bianca Padró Ocasio, redactora del Miami Herald, contribuyó reportando desde Martha’s Vineyard, Massachusetts, y Miami. Las redactoras del Herald Mary Ellen Klas y Ana Ceballos contribuyeron desde Tallahassee. Michael Wilner, redactor de McClatchy DC, contribuyó desde Washington DC. Ryan Ballogg, redactor del Bradenton Herald, y Dana Banker, editora del Miami Herald, contribuyeron desde Tampa. La redactora de Raleigh News & Observer Carli Brosseau contribuyó desde Southern Pines, Carolina del Norte. La directora de los servicios de información del Miami Herald, Monika Leal, contribuyó con la investigación y la traducción y la redactora del Herald Ana Claudia Chacin, contribuyó con la traducción.