Pequeño estudio demostró que se puede frenar la enfermedad de Parkinson con un pariente del Ozempic

Wegovy, un medicamento GLP-1, en Raleigh, Carolina del Norte, el 25 de enero de  2024. (Eamon Queeney/The New York Times)
Wegovy, un medicamento GLP-1, en Raleigh, Carolina del Norte, el 25 de enero de 2024. (Eamon Queeney/The New York Times)

En 1817, James Parkinson manifestó un deseo sobre el padecimiento que lleva su nombre. Pensaba que en algún momento habría algún descubrimiento que “detuviera el avance de la enfermedad”.

Ahora, casi 200 años después que Parkinson manifestó ese deseo y tras cuatro décadas de ensayos clínicos infructuosos, un grupo de investigadores franceses reporta el primer atisbo de éxito: una pequeña desaceleración de la enfermedad en un estudio que tuvo un año de duración.

¿Qué medicamento usaron? Un denominado agonista del receptor GLP-1, parecido al Ozempic para la diabetes y al Wegovy para la obesidad, dos fármacos muy populares.

A casi 500.000 estadounidenses se les ha diagnosticado la enfermedad de Parkinson, un trastorno degenerativo del cerebro que solo está en el segundo lugar de incidencia detrás de la enfermedad de Alzheimer.

Los síntomas incluyen temblores, torpeza, rigidez y problemas de equilibrio, los cuales pueden provocar dificultades para caminar, hablar y deglutir, y muchos de estos pacientes desarrollan demencia.

No obstante, contamos con algunos fármacos y tratamientos que ayudan, como la estimulación cerebral profunda, señaló David Standaert, un especialista en párkinson de la Universidad de Alabama en Birmingham.

“Lucirán y se sentirán mucho mejor”, señaló Standaert. El problema es que no hay manera de evitar que la enfermedad avance.

“Cuando se ha padecido párkinson durante cinco o diez años, surgen muchísimos problemas”, comentó Standaert.

Este nuevo estudio les dio a los investigadores una esperanza moderada.

No es nada contundente, pero está “funcionando de manera tentativa para modificar la enfermedad”, mencionó Michael S. Okun, un especialista en párkinson de la Universidad de Florida que no participó en el estudio.

Standaert, quien tampoco participó en el ensayo, comentó que era “en verdad un avance muy alentador”.

“Ha habido muchos ensayos que no han tenido ningún éxito”, añadió.

Hyun Joo Chu, del Instituto Nacional de Trastornos Neurológicos y Accidentes Cerebrovasculares, comentó que el estudio era “muy importante”, pero recordó que era un estudio de dos fases y había sido diseñado para probar una hipótesis, pero que no era ni lo suficientemente amplio ni había tenido la duración suficiente como para ser concluyente.

“Hay numerosos ejemplos de ensayos de dos fases muy prometedores”, comentó. “La gente se entusiasma mucho y luego no se obtienen buenos resultados”.

Este artículo, publicado el miércoles en la revista The New England Journal of Medicine, contó con la participación de 156 pacientes en las primeras etapas del párkinson, quienes, de manera aleatoria, tenían que tomar el medicamento (lixisenatida, elaborado por Sanofi) o un placebo y fueron monitoreados durante un año. El ensayo fue financiado por el gobierno francés y la organización benéfica británica Cure Parkinson.

En ese tiempo, los síntomas del párkinson, como los temblores, la rigidez, la lentitud y el equilibrio empeoraron en quienes estaban tomando el placebo, pero no en quienes tomaban el fármaco.

El medicamento también provocó efectos secundarios gastrointestinales como náuseas y vómito en más de la mitad de los participantes, quizás debido a que los investigadores comenzaron con la dosis más alta en vez de ir aumentándola poco a poco como se hace con los fármacos GLP-1, como el Ozempic y el Wegovy. A un tercio de los participantes, cuyos efectos secundarios les resultaban intolerables, los investigadores les redujeron la dosis a la mitad.

Para estos investigadores europeos, encabezados por Wassilios G. Meissner de la Universidad de Burdeos y Olivier Roscol, de la Universidad de Toulouse, parecía lógico ver si un fármaco GLP-1 podía frenar el párkinson.

Hay estudios que en repetidas ocasiones han revelado que las personas con diabetes tipo 2 tienen un mayor riesgo de desarrollar párkinson, señaló Rascol. Pero ese mayor riesgo disminuye en quienes toman un fármaco GLP-1 para manejar su diabetes.

Rascol añadió que algunos estudios “post mortem” del tejido cerebral de los pacientes con párkinson habían descubierto anomalías relacionadas con la resistencia a la insulina, a pesar de que los pacientes no tenían diabetes. Los fármacos GLP-1 gestionan la resistencia a la insulina.

Finalmente, explicó Rascol, los medicamentos GLP-1 pueden adherirse a las proteínas de las neuronas, por lo que pueden repercutir en el cerebro de diversos modos.

Estos investigadores franceses afirman que, si pueden obtener financiamiento y una mayor cantidad del fármaco, quisieran realizar un estudio más grande y de mayor duración. A principios de este año, Sanofi retiró el medicamento en Estados Unidos y señaló que había comenzado a retirarlo en todo el mundo. Un portavoz de la empresa mencionó que tomaron esta medida por motivos comerciales.

¿Y qué ocurre con los pacientes de párkinson que padecen diabetes u obesidad? Son candidatos a un medicamento GLP-1. ¿Sería bueno que lo tomaran con la esperanza de frenar el párkinson?

“Está bien” que tomen estos fármacos, comentó Standaert, quien escribió un editorial adjunto al estudio.

Pero advirtió que no iban a poder saber si los medicamentos habían logrado frenar el avance de la enfermedad debido a que no saben qué habría ocurrido si no los hubieran tomado.

“No vamos a aprender nada de eso”, afirmó.

c.2024 The New York Times Company