Una pelea con cuchillos en una ciudad pequeña adquiere un significado mayor para Francia

Vecinos del concurrido mercado sabatino del barrio de La Monnaie, en Romans-sur-Isère, Francia, el 2 de diciembre de 2023. (Dmitry Kostyukov/The New York Times)
Vecinos del concurrido mercado sabatino del barrio de La Monnaie, en Romans-sur-Isère, Francia, el 2 de diciembre de 2023. (Dmitry Kostyukov/The New York Times)

ROMANS-SUR-ISÈRE, Francia — El tradicional baile de pueblo, a 18 minutos de la ciudad, terminó de la manera tradicional: con jóvenes peleándose al aire libre.

Lo que lo hizo diferente fueron los cuchilladas.

Tres jóvenes fueron trasladados al hospital a primera hora del 19 de noviembre. Uno de ellos, el capitán de 16 años de un equipo local de rugby, murió en la ambulancia por una puñalada al corazón.

Lo que se hubiera podido considerar una tragedia local para los habitantes de Romans-sur-Isère, una ciudad de clase trabajadora a casi 96 kilómetros al sur de Lyon, se convirtió rápidamente en una historia nacional por lo siguiente: la raza. La víctima era un adolescente blanco de la campiña, mientras que muchos de los sospechosos eran de ascendencia norteafricana y habitantes de La Monnaie, un agitado barrio de la ciudad famoso por el tráfico de drogas.

Casi de inmediato, los partidarios de extrema derecha, los políticos y los medios de comunicación de derecha aprovecharon el caso como prueba de que los valores tradicionales de Francia se encuentran amenazados por los inmigrantes y sus descendientes, quienes, según ellos, no han querido asimilarse.

Alentados por esta interpretación, entre 50 y 100 nacionalistas de ultraderecha acudieron más tarde a la ciudad para vengar lo que calificaron como un asesinato de odio contra los blancos. Armados con barrotes de hierro y bates de béisbol, corearon: “Fuera el islam de Europa”.

Las entradas del salón de fiestas de la comunidad en el pueblo de Crépol, Francia, sigue siendo una escena del crimen acordonada, el 2 de diciembre de 2023. (Dmitry Kostyukov/The New York Times)
Las entradas del salón de fiestas de la comunidad en el pueblo de Crépol, Francia, sigue siendo una escena del crimen acordonada, el 2 de diciembre de 2023. (Dmitry Kostyukov/The New York Times)

Para otros, era la creciente fuerza y audacia de la extrema derecha lo que suponía la mayor amenaza para el país y para su propia seguridad. Muchos residentes de La Monnaie dijeron que ya no salían de casa, pues temían ser blanco de ataques por llevar hiyab o por sus raíces norteafricanas.

“La extrema derecha quiere empujarnos hoy a una guerra civil”, declaró a la radio nacional el ministro del Interior, Gérald Darmanin.

Los acontecimientos han dejado a muchos residentes de Romans-sur-Isère, una ciudad que se aferra a su antigua gloria como capital francesa de la fabricación de calzado de lujo, en un estado de perplejidad aletargada.

“Es un horror: mandas a tu hijo a una fiesta y vuelven muertos o como asesinos”, dijo Thomas Huriez, concejal de la ciudad.

“Todos estamos inquietos e hipersensibles”, afirmó. “Estamos todos un poco perdidos en esto, pero la mayoría queremos que las cosas se calmen y saber la verdad”.

La verdad no saldrá a la luz hasta que termine la vasta investigación criminal. Más de 100 gendarmes trabajan en el caso; dos días después de la sangrienta escena, intervinieron para detener a nueve jóvenes y adolescentes, siete de los cuales habían huido 480 kilómetros al oeste, a Toulouse. Se les acusa de asesinato e intento de asesinato en una banda organizada. Otros sospechosos siguen a la fuga.

El baile se celebró en el tranquilo pueblo de Crépol, de 530 habitantes. Los bailes de fin de semana son una tradición en los pueblos de toda Francia, y unas 400 personas se congregaron en el centro comunitario recubierto de estuco, situado en una callejuela detrás del supermercado.

Cuando la fiesta llegaba a su fin, un insulto insignificante sobre un peinado desencadenó una pelea que se trasladó al exterior. Las reyertas al final de los bailes de pueblo son tan habituales que los ancianos de la localidad las cuentan casi con nostalgia, pero esta no tardó en llevar la violencia a un nivel alarmante.

Una puñalada a Thomas Perotto, el hijo menor del propietario de un restaurante, resultó letal.

Otros detalles y motivos no están claros. Al principio de la investigación, el fiscal ofreció informes oficiales mientras intentaba aplacar las conjeturas de la extrema derecha que circulaban por las redes sociales. Pero tras la presentación oficial de los cargos, la investigación pasó a manos de dos jueces de instrucción que permanecen en silencio.

Hasta la fecha, la versión oficial procede del primer centenar de testigos entrevistados, quienes declararon a los investigadores que miembros del pequeño grupo de La Monnaie —después llegaron refuerzos en un auto— lanzaron piedras y vallas metálicas y sacaron cuchillos.

Nueve de las decenas de testigos dijeron haber oído comentarios hostiles hacia los “blancos” durante la pelea.

Desde entonces, los investigadores han realizado cientos de entrevistas más, según el prefecto del departamento, Thierry Devimeux.

“Solo tenemos una versión de la historia”, declaró Devimeux, máximo representante del Estado en el departamento. “No estoy seguro de que no hubiera palabras igualmente feas en la otra dirección”.

No obstante, en Crépol muchos siguen convencidos de que los jóvenes de la ciudad no fueron a bailar y hablar con chicas, sino a atacar a los blancos.

Varias semanas después del enfrentamiento, ramos de flores empapados por la lluvia y velas quemadas decoraban las entradas del salón, que seguía siendo una escena del crimen acordonada. Un cartel pintado a mano convocaba al movimiento de resistencia local frente a los ocupantes nazis. “Lucha contra los matones”, decía.

“En Francia, viven dos poblaciones, una de las cuales debe huir constantemente de los ataques de la otra facción, cada vez más violenta”, escribió Éric Zemmour, jefe del partido de extrema derecha francés Reconquista. Zemmour publicó en las redes sociales una lista de nombres que parecían norteafricanos y los presentó como sospechosos.

Una semana después del baile, la alcaldesa derechista de Romans-sur-Isère, Marie-Hélène Thoraval, declaró que en La Monnaie había unos 50 “salvajes” indomables que, alimentados por las drogas y la radicalización, representaban una tendencia preocupante en todo el país.

“La ciudad de Romans cristaliza el sentimiento nacional de hartazgo ante esta criminalidad”, declaró Thoraval, dando a conocer una lista de cinco edificios públicos locales que habían sido incendiados en los últimos años, entre ellos un centro comunitario y una guardería.

“Me limité a decir y traducir lo que ha sido la realidad”, dijo en una entrevista. “Y esa verdad duele mucho”.

Ella está bajo protección policial tras las recientes amenazas de muerte.

Pero sus oponentes en el concejo municipal la acusan de recortar fondos a programas locales en La Monnaie desde su elección en 2014.

Los cierres incluyen un edificio de la asociación de vecinos que había ofrecido puestos de trabajo a los lugareños y programas extraescolares para niños pequeños.

Muchos dijeron que se sentían estigmatizados por los comentarios de la alcaldesa y la culparon de avivar los problemas de su barrio, los cuales conducen a la delincuencia.

“Estos chicos tenían 5 o 10 años cuando la alcaldesa fue elegida”, dijo Salim Dlih, de 42 años, que creció en La Monnaie y había regresado para una reunión comunitaria de protesta contra las palabras de la alcaldesa. “Si ella hubiera mantenido los mismos programas que yo tuve cuando era joven, si ellos hubieran tenido las mismas oportunidades que tuve, quizá estarían trabajando como ingenieros en empresas como yo”.

Y añadió: “Su mano también estaba en el cuchillo”.

c.2024 The New York Times Company