Pedro Nuno Santos y la obcecación por liderar en Portugal

Lisboa, 8 mar (EFE).- Pedro Nuno Santos siempre aspiró a ser secretario general del Partido Socialista (PS) y lo consiguió menos de un año después de que declarasen su muerte política, cuando dimitió como ministro envuelto en polémica, un acto de perseverancia con el que quiere llegar ahora a liderar el Gobierno de Portugal.

Radical en el pasado, más moderado en el presente para acomodar a todos los sectores del PS, Santos acude este domingo a las urnas con la obcecación de, una vez más, llenar el hueco que ha dejado António Costa y sucederle también como primer ministro.

La elección de Santos (São João da Madeira, 1977) al frente de los socialistas el pasado diciembre se vio como un relevo generacional en el partido, pero también como un giro a la izquierda que, dos meses y medio después, no se ha cumplido.

Apodado como el 'enfant terrible' del PS, se granjeó fama de rebelde y radical hace más de una década, cuando Portugal acababa de ser rescatado por la troika: "O se ponen finos o no pagamos. Y si no pagamos la deuda y se lo decimos, a los banqueros alemanes les temblarán las piernas", llegó a decir en el Parlamento.

Su inclinación política lo llevó a coordinar las negociaciones con la izquierda para lograr un inédito pacto que sería bautizado como 'geringonça' y que permitió a Costa dar la vuelta al resultado de unas elecciones que había perdido y ser primer ministro.

Pero el nuevo secretario general socialista ha moderado su discurso para borrar las diferencias internas y apelar al voto del centro este 10 de marzo, lo que ha dejado una versión descafeinada en los debates y actos de campaña de quien antes era visto como combativo.

En su cara a cara contra el otro gran candidato a primer ministro, Luís Montenegro (PSD, centroderecha), llegó a admitir que podría dejar paso a un Gobierno conservador para hacer de cortafuegos de la ultraderecha.

Es un lado hasta ahora no visto de un político que lanzó su candidatura para liderar la formación presentándose como "nieto de zapatero e hijo de empresario", que creció en un entorno privilegiado con el que nunca se ha llevado del todo bien.

Santos ha asegurado que su inquietud por la política surgió en la escuela, ante las desigualdades que veía entre los niños que no gozaban del mismo privilegio que él.

Cuando cumplió los 18 le regalaron un jeep que nunca enseñó a sus compañeros de facultad.

Años después, ya en el Gobierno, se compró un Porsche y lo terminó vendiendo ante las críticas recibidas: "No es coherente con la forma en la que quiero estar en la política", lamentó entonces.

Siempre quiso mostrar que era diferente y, cuando era secretario de Estado, se tomó un mes de baja por paternidad tras el nacimiento de su único hijo, algo poco habitual en la política portuguesa y especialmente en los hombres.

Antes de eso dirigió la Juventud Socialista -su primer cargo de líder- y posteriormente fue diputado en el Parlamento, donde llegó a ser vicepresidente del grupo socialista.

Tras las negociaciones de la 'geringonça', Costa lo premió con la Secretaría de Estado de Asuntos Parlamentarios y en las siguientes legislaturas lo ascendió a ministro de Infraestructuras y Vivienda.

Fue un ascenso para unos y un caramelo envenenado para otros, ya que ambos han mantenido siempre una relación de amor-odio y la cartera incluía asuntos tan espinosos como el nuevo aeropuerto de Lisboa y la aerolínea TAP.

Costa siempre ha sido consciente de las pretensiones de Santos para liderar la formación. "Le paso ahora el balón en el partido y después se lo paso en el PS", le dijo el todavía primer ministro en un acto de campaña en 2015.

Otras veces su respuesta no fue tan simpática y en alguna ocasión le tuvo que avisar de que todavía no estaba pensando en la "jubilación".

El mayor choque entre ambos fue en junio de 2022, cuando Santos aprobó de forma unilateral una resolución sobre el nuevo aeropuerto de la capital. Costa la anuló horas después y le hizo pedir disculpas de forma pública.

A finales de ese mismo año, TAP acabó por dictar su salida del Gobierno.

El entonces ministro dimitió por una indemnización irregular pagada por la aerolínea de capital estatal a una administradora, meses después nombrada secretaria de Estado del Tesoro.

Muchos declararon entonces la muerte de su carrera hacia la cima, pero la renuncia de Costa en noviembre de 2023, tras saberse investigado en un caso de supuestas irregularidades en negocios del litio y el hidrógeno y un centro de datos, lo devolvieron al tablero político.

Se llevó las primarias en diciembre con el 61 % de los apoyos de los militantes frente a un candidato más moderado y se lanzó a la campaña electoral, en la que ha explotado sobre todo su legado gubernamental, con numerosas visitas a obras públicas.

Este domingo sabrá si su obcecación por liderar lo llevará a la jefatura del Gobierno.

Paula Fernández

(c) Agencia EFE